Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ ser

489

Savasana

Un montón de piedras al lado del camino es para el viajero un signo de que, antes, otro estuvo allí. Un montón de piedras no significa otra cosa: alguien anduvo por allí, allanó el camino.
Quizás bajo ese montón de piedras yazga aquel que fue amado tanto como para que ese otro, de cuerpo tenso, amontonara piedras.
En cualquier caso, ya sea para mantener alejado el cuerpo muerto de los animales carroñeros y de la imprudencia de los brutos, ya para indicar un hito en el camino, un montón de piedras va adosado al borde del planeta.

484

Nunca más la ropa me lleve
a parte alguna
no soy no llego
a ser perfectamente

una jaula para ser
perfectamente

uno.

483

Caminando en medio de la gente en un día de feria tengo la sensación de que esta ropa que llevo no me pertenece. Bajo ella el cuerpo palpita: ese movimiento soy yo.

481

Savasana

Soy túmulo para mi propio cuerpo.

480

Savasana

Acostado bajo la sombra del limón (que es símbolo de mi pertenencia al mundo) soy como una piedra, un peso atraído al centro del planeta.

476

En este sistema económico se está siempre al borde de quedar sin nada. La vida subjetiva fluctúa entre la acumulación y la ruina.
Recordatorio: la identidad ha de ser excéntrica, eufórica quizás, una pura conmoción.

472

Savasana

Hoy desperté con el cuerpo pesado por la práctica de un sueño atlético / a saltos. Tras la rutina de acomodar cada coyuntura, cada hueso con su vacío elástico, comprendo:
La calma
Ser un animal vulnerable, a salvo
De su interioridad pretenciosa.

471

¿Qué se hace / qué se puede hacer entre libro y libro? El problema no es ahora la incertidumbre abierta tras finalizar “el poema”. Sin fin, la escritura es ya condena (ausencia de objeto), ya paraíso (presente puro).
Acomodar el cuerpo a una imagen, decir –frente a los otros– “soy escritor” es, en cualquier sentido, menos que ser, según el día, según la dieta, cuando no se está escribiendo.

469

Por resistirse a hacer legibles las voces que dictaban su política revolucionaria, Juana fue condenada a la hoguera.
Recordando La pasión, Adrienne Rich escribió sobre el deseo de un poema desnudo, en el que nada quede por decir:

“If there were a poetry where this could happen
not as blank spaces or as words
stretched like a skin over meanings
but as silence falls at the end
of a night through which two people
have talked till dawn”.

El lenguaje deja caer un velo sobre cada cosa. De ahí el privilegio de la significación, la paranoia que compele a encontrar sentido hasta en el más insignificante de los hechos.
Más que el incesto, la culpa de Edipo fue desconocer el decir de la Esfinge, al relacionar su significante enigmático con un significado velado. El lenguaje tiende sus señuelos.
Hay una especie de fuerza que atrae y repele en las cosas, una especie de bello silencio, distinto al silencio que cae a la llegada del alba ("al levar! / qu’ieu vey l’alba e l jorn clar"), cuando no hay más que decir; otro que la resistencia a hacer legible el misterio (de Dios: “La luz viene en el nombre de la voz”).
Como la Esfinge, las cosas aluden a la fractura de la significación, exponen la cesura al interior de cada palabra, el corte (la “talla” para Raúl Ruiz fue otro modo de manifestar la discontinuidad constitutiva del cine: “La talla es una forma de montaje”).
Las cosas se resisten a encontrar sentido aunque, al mismo tiempo, son recuperadas siempre como sentido: todo signo es una cosa doble y abierta, diferente. Frente a las cosas quizás no quede más que asumir que son naturaleza.

465

Escribir para dejar de ser
Escribir para no ser
Nada tiene que ver con decir “yo”.

462

Al problema de volver a comenzar –ya como futuromanía, ya como condena– corresponde una idea de la vida / de la identidad insatisfecha / fisurada. Solo puedo vivir / decir yo cuando encuentro esa forma brillante / diferente / nueva de comenzar a vivir o escribir: al problema de volver a ser –entre quien no quiere morir y quien no puede hacerlo– corresponde una idea de la vida disciplinada por la práctica de la escritura.
Marty llegó a creer que Barthes consideraba loca a toda persona cuya vida no estuviera disciplinada por la escritura. En otro fragmento escribe: “Su locura era su yo”, la “enfermedad de escribir”.
Nada tiene que ver la manía de la praxis con “estar loco”; en su sentido más simple, ambas locuras se oponen: es loco quien no vive para escribir - la escritura como locura de trabajo impide vivir (desear, amar / ser amado).
La disciplina, sin embargo, no satisface la incógnita de la vida insatisfecha. El problema de volver a comenzar / volver a ser implicaría encontrar una vía de escape a la oposición entre vida y escritura.

Su figura
su poética
es la deriva.

461

“Entonces, perdí el afán de publicar. Ya no me pareció ni interesante, ni importante, ni necesario. Lo que tenía que decir tenía que decírmelo a mí mismo. Era necesario encontrarme a mí mismo, saber quién diablos era yo. Y para esto sí que era importante y necesario escribir y nunca dejé de hacerlo. No se puede dejar de escribir”.
Oliver Welden

460

Imagino a Oliver Welden como un animal viejo, sometida su memoria a la violencia de la vida que se recuerda. Estas y no otras, para mí, serán siempre sus últimas palabras:

“Ya no puedo tender el arco,
que otro lo tienda”.

458

Un arte del comienzo:
Reverente tú en mi presencia
Declaro solemnemente que aun en mitad del desierto encontraría yo motivos de amor
Y su último acto de amor fue abandonarme
Llegué a los treinta años sin pene
¿Cómo comenzar?

456

En el mejor de los casos, los viajes deberían devolvernos la imagen de quienes somos. No de quien “realmente” somos, aquella ilusión de suficiencia: máscara, mascarada, persona. A la interferencia luminosa, muaré: la fluidez del mar que el sol hace visible. En el peor de los casos, esa imagen que somos para los otros: el infierno, la vida bajo la mirada de los otros.
El viaje ha perdido el prestigio que tenía para los antiguos, para el intelectual militante: el neoliberalismo, la autodeterminación y el monocultivo.

442

Hay aquello que de tan íntimo y tan presente, no puede ser recordado: la memoria pánica, una “perfecta, amorosa adhesión al presente”.

~

Para el amor, todo otro tiempo es innecesario.

437

Luis Oyarzún anotó en su diario: “Pues la verdad es que el hombre siempre deseará su propia muerte, confesándoselo o no a sí mismo, mientras no regrese al paraíso, pues fuera del paraíso, que es, al fin y al cabo, nuestro único lugar natural –nuestra verdadera patria, pues allí fuimos creados–, siempre nos sentiremos insatisfechos, angustiados, extranjeros. Todo goce, si no es un pris-aller, un placer que se extingue apenas saboreado, no es sino el reflejo o la esperanza de la vida paradisíaca, lo que Bergson en una página admirable llama alegría”.

436

A veces, en un instante accedemos a lo universal. De todo esto se trataría el amor, la amistad, el compañerismo intensos (Patricio Marchant cifró la intensidad de la Unidad Popular en la música de la palabra “compañero”). El instante como experiencia de lo universal, el espacio absoluto de fusión andrógina en el amor, sería de alguna manera una experiencia de orden divino, un pestañeo en la esperanza de la vida paradisíaca que desplaza toda utopía secular.
Amamos y vivimos, sin embargo, en el mundo.

435

He llegado a pensar, casi a decir:

“Distantes, dejando de pesar el uno sobre el otro, ¿acarreamos nuestras almas con esfuerzo?”

“Acabas de cumplir 82 años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de 45 kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable”.

434

La comunicación nunca ha sido entre un emisor y un receptor. Una carta de amor está dirigida a nadie, tiende puentes entre los vivos y los muertos, repercute en el tiempo. Como yo, un texto está lleno de fantasmas.

429

“Todo es jaula
para que uno sea perfectamente
uno”.

Humberto Díaz-Casanueva

420

El libro de la esperanza. Debe ser escrito antes de incorporarse por completo, con los ojos de quien sueña.

418

El libro debe ser un largo poema interminable sobre la esperanza. En algún lugar de ese poema descansa el pedazo de tierra que nos sostiene.

408

“Qui suis-je? Si par exception je m’en rapportais à un adage: en effet pourquoi tout ne reviendrait-il pas à savoir qui je ‘hante’?”

“Who am I? If this once I were to rely on a proverb, then perhaps everything would amount to knowing whom I ‘haunt’”.

“¿Quién soy yo? Como excepción podría guiarme por un aforismo: en tal caso, ¿por qué no podría resumirse todo únicamente en saber a quién ‘frecuento’?”

Según la edición española de Cátedra, el verbo “hanter” ocupado por Bretón refiere tanto al dicho “dis-moi qui tu hantes, je te dirai qui tu es” que equivale al “dime con quién andas y te diré quién eres”, como a la ocurrencia de una aparición sobrenatural. Así precisamente lo refleja el verbo “haunt” en inglés que, además, tiene el sentido de frecuentar, “ir seguido” a un lugar.

Yo es, entonces:

ese “con quien ando”
ese a quien persigo como un fantasma.

403

E. Marty escribe en las memorias de su amistad: “Para Barthes era loca cualquier persona cuya vida no estuviera disciplinada por la escritura”.

~

Una vida disciplinada por la escritura.
Una escritura disciplinada por la vida.

398

Escucho a una persona que dice, sentada en la mesa del lado, que las víctimas de incendio que sufren quemaduras en un gran porcentaje de su cuerpo no sienten dolor pues los terminales nerviosos de la piel se queman por completo.
No me interesa la veracidad de sus palabras. Recuerdo haber tenido un sueño en el que estábamos en el último piso de un edificio que estaba siendo devorado por un incendio: una calma hermosa nos envolvía mientras nos mirábamos a los ojos.

397

Sueño que nos bañamos en un río amplio, profundo, atardece. El agua que no vemos se divide cuando nos golpea para volver a unirse más allá, donde la noche comienza.

En el mismo río entramos y no entramos / pues somos y no somos los mismos.

Un cuerpo nunca es idéntico a sí mismo.

Hay un hombre durmiendo detrás de cada arbusto, detrás de cada cosa.

391

22 de octubre.
El sol sale a las 7:31 minutos.

El cuenco. La pregunta no es por el contenido sino por la posibilidad de contener.

Me pregunto qué pasó con este deseo de simulación: escribir para que salga el sol y la vida que nos sobrevive continúe.

Una indiferencia monumental, eso es lo que vemos en el rostro de los otros.

388

17 de octubre.
La constancia del hastío hace insoportable frecuentar a las personas que no estimo –el resto / los otros–. Ahora un deseo inmenso de dormir para despertar / renacer a una vida simple, de cara a las cosas que configuran este espacio.

Por la tarde vi 4 ejemplares de tordos, 2 machos y 2 hembras.

¿Cómo hablar del dolor de los otros?

Si digo lluvia, ¿llueve en tu cabeza?

Le digo a R., tras estar apenas unos minutos presente: “Me tengo que ir un poco”. Bromea con esta forma que uso para trasmitir, apenas, que tengo cosas que hacer, cosas que impiden que me quede, pero que de no ser por ellas me quedaría a gusto, también que no me voy del todo, pues uno siempre deja una imagen tras de sí.

373

1 de octubre.
La ficción es la siguiente: el alba es aquel momento en el que es posible ver las continuidades entre las cosas, continuidades que el sol –según nuestra concepción diferencial del ser, del sentido, del tiempo y el espacio– cancela.
Las continuidades no desaparecen, son visibles para quien ve con los ojos del alba, quien todavía sueña o no despierta del todo, para quien ofrece la cara amable.

371

28 de septiembre.
Ser más arbitrario, yuxtaponer rabiosa, caprichosamente. El deseo no es por el sentido inanticipable, sino por la posibilidad de continuar escribiendo.

Me parece imposible expresar de manera simple aquello que deseo. No es un problema de estilo, es un problema de referencia, de denotación, de la relación entre el lenguaje y el mundo.

Hoy es el cumpleaños del padre. Pienso en enviarle de regalo un reloj con la siguiente inscripción: te devuelvo el tiempo.

368

25 de septiembre.
El rumor / el sonido / el canto dan forma a todas las cosas.

El cuenco donde la vida se acumula excesiva, lama, lodo sonoro.

La anulación en el otro. Ahora soy nada / un cuerpo sin sentido / el cuenco del mendigo, la forma de quien pide, la forma de quien comparte.

367

24 de septiembre.
Despierto llorando. No es la anulación, el anonadamiento, sino la exacerbación del cuerpo lo que se ha ido descubriendo.

Anoche, frente al espejo me vi a mí mismo con una cara que no pude reconocer, la nariz más grande, me miraba desafiante, quería imprimirme miedo, pero más bien me causó risa. Ahora es, de manera consciente, parte de mí, ese que secretamente me dirá qué hacer, mi Cyrano, mi demonio.

40 días: la afirmación del ego en su multiplicidad.

366

23 de septiembre.
Hay nuevas horas, nueva luz, espacios amplios, un mundo nuevo.

Hoy escribí casi exactamente lo mismo que ayer. El décimo día, día del hastío, de la repetición, número de la vida vieja.

A veces siento que emprender esta, como toda otra tarea, carece de sentido. Este es el mundo, “¿hay sentido en él?”

Luego de la alegría –inmensa, me atrevo a decir– caigo en este hastío, dudo de todo, de mis intenciones declaradas de benevolencia. Llego a pensar que necesito estos estados de autoconmiseración, de esta morbidez que se manifiesta contra la vida activa. Ahora mismo el cuerpo frío de las cosas me consuela. Un sentimiento persiste: la mística desaseada de la anulación, del anonadamiento, del llanto, de eso que a los ojos del mundo –que son mis propios ojos– es nada más que depresión.

Un sentimiento horripilante llega como corolario: ¿quién es esa persona?

364

20 de septiembre.
La montaña surge de la noche.

Hay preguntas fundamentales, que apuntan al fundamento de las cosas. Así, la pregunta por el tiempo que tarda en formarse una piedra, el suelo que sostiene los edificios que nos sostienen.
Sin duda, podemos atisbar esa temporalidad a través de las marcas que ha dejado sobre la materia, pero esa pregunta por los fundamentos no pretende analizar, reconstruir o explicar lo plegado (las capas de tiempo denso).
La pregunta por el fundamento es una pregunta sin propósito: ese tiempo es inaccesible. A la deriva del conocimiento intelectual, esta pregunta tiende puentes entre tiempos diferentes, diferentes materiales, para explorar sus continuidades. La pregunta por el fundamento de las cosas es, en este sentido, una pregunta por sus relaciones amistosas. Una pregunta que actúa (quizás) como crítica a la concepción diferencial del ser, de lo individualizable, del individuo frente a eso que llamamos naturaleza.
De manera esencial, ese tiempo –el tiempo del fundamento– nos es vedado, pero no la capacidad de imaginar, la capacidad de simulación.

Camino de vuelta a la casa, veo a un niño venir de la mano de su padre, una alegría inexplicable me golpea: me emociona todo lo que le queda por vivir.

363

20 de septiembre.
El cielo vedado parpadea en las habitaciones, capa tras capa, vida tras vida, resquebraja la piedra. En el alba su rumor sube. En el alba nada es diferente.

Hay preguntas fundamentales, que apuntan al fundamento de las cosas.

La pregunta por el fundamento de las cosas debiese actuar como crítica a la concepción diferencial del ser, del individuo frente a eso que llamamos naturaleza.

Puede ser que el tiempo, el cielo, nos sea vedado, pero no la capacidad de imaginarlo.

Como el habla del enamorado de los Fragmentos… que no analiza, simula.

362

19 de septiembre.
Soñé que había dormido la vida entera. En el momento de mi muerte, un atisbo de algo que supe real me cubrió, invitándome al sueño placentero en el que me sentí más vivo, incorporado al fin.

Tras el sueño vino un sueño más profundo, en el que pude dormir “sobre ambas orejas”.

“Aquí yace el poeta Hiponax. Si eres malvado, no te aproximes a su tumba. Si eres honesto y vienes de un lugar virtuoso, no temas, siéntate; y, si quieres, duerme”.

Esta mañana he escrito algo que debiera ser una observación más o menos desapasionada del alba. Anoto luego de una asociación que me atraviesa los ojos: “Entonces lloro”. Vuelvo a leer esta nota a las 17:14 horas y no logro comprenderla.

359

13 de septiembre.
Camino contra el sol. Aparece la sombra de alguien que sigue mis pasos. Pienso antes que otra posibilidad, que eres tú, que vienes a sorprenderme.

Segunda parte del ejercicio: leer por las tardes.

¿Por qué alguna vez en el pasado, en el futuro, dejar de ser esto que soy en este momento: una persona abierta a los otros y al mundo, calmada?

Por otro lado reposa también la sensación de que me he vuelto una persona indeseable, un manipulador insaciable que puede imitar a su antojo los sentimientos del otro y propiciar su simpatía.

316

El prefijo de- indica un movimiento descendente, es siempre caída. Toda interpretación debe ser un delirio.

313

Caminar se hace difícil por lo placentero que es enfrentarse al mundo, los pies se hinchan, las rodillas tiemblan, energía nueva sube hasta los brazos, una brisa recorre la espalda. Todo llega desde abajo, de lo subterráneo.

312

El fascinus, palabra que los romanos utilizaban para significar al miembro en erección, es, a la vez, el amuleto con forma de falo erecto que se lleva para evitar el mal de ojo, la invidia. Atraído irresistiblemente por el fascinus, el fascinador no podía más que apartar la mirada de quien envidiaba.

311

Envidia y fascinación:
La mirada que hace / desea el mal del otro.
Lo irresistible, que pide ser mirado.

309

Aceptar vivir la primavera –“Spring, idle spring, / you poor excuse for summer” – es darle a lo real “una consistencia excitada, aumentada”.

305

Un cuerpo no es un cuerpo sino cuando está fascinado.

303

Antes yo no sabía nada y fui cruel, despiadado, inconsciente. Ahora sé que puedo ser cruel, puedo ser despiadado, es una certeza, pero elijo no ser.

299

Otras formas del recuerdo.
Ráfagas de placer: es el cuerpo entero que se niega a volver, que protesta contra la muerte.

291

Salgo por la mañana. Veo los brotes de la hoja nueva, la exuberancia de la primavera que se pronuncia. No puedo evitar un sentimiento ridículo: son los signos de algo que comienza.

285

Tras la exposición de P., nos demoramos en decidir en qué boliche terminaríamos la jornada. Yo, por la espera, porque me sentía enfermo, tuve que despedirme para venir a descansar. Vi en el rostro de P., una desilusión que me alegró. Como con F., fuimos los más grandes amigos, ahora estamos distanciados por las circunstancias de la vida.

284

La experiencia implica cierta suma de errores, al decir de Baudelaire. Por supuesto, “tener experiencia” no implica evitar el error, reincidir. Cierto secreto regocijo en ser cruel, fallar, en la tarea que se emprende conociendo su fracaso.

278

Nuevamente me perdí en mí mismo, imaginando nuestro reencuentro: la escena perfecta en la que puedo practicar algún acto de bondad, ser gentil: llevarte un regalo oscuro, enigmático para el resto y simple, luminoso, para ambxs: un ramo de melisa, la piedra mágica que nos lave los sueños, la piedra del sol que nos ampare del mundo.
Al parecer el acto de delicadeza nada tiene que ver -como la bondad- con el hecho de llevarlo a cabo.

277

“Cuando recuperé la razón
me senté en una piedra a llorar como un niño
olvidando que ya era un hombre hecho y derecho”.

276

El decorado en las fotos de estudio de fines del XIX.
Veo el retrato de unos hombres sentados sobre esplendorosas sillas en lo que parece ser, a primera vista, un jardín interior (un invernadero). Ramos de flores, guirnaldas decoran las paredes; se entrometen, en medio de sus piernas, maceteros: helechos, diferentes variedades de quiscos, la Mimosa pudica.
No existe naturalidad alguna en esa escena, tampoco en los rostros saturados por la exposición. De ahí cierta distancia, pero la delicadeza de situar, azarosa o estratégicamente, por motivos del más estereotipado convencionalismo o por un derroche de creatividad, esos maceteros sobre el suelo del estudio, al centro de la foto…, como si el carácter mortuorio de tales fotografías no viniera de las vidas para siempre perdidas, sino del énfasis en la dimensión vegetal de la muerte.

275

Al parecer no quiero nada más que volver a “la casa”, vivir con la madre, los hermanos, el sobrino. Son ellos el objeto de mis sueños.

274

Soñé esta pregunta: ¿Cuál es el estado de naturaleza de tus zapatos?

266

La felicidad, a veces, es también indeseable.

265

Ser gentil, entonces, cargar en el bolsillo la piedra del sol por si la espantosa multitud del mundo te persigue, cargar, al menos, un ramo de melisa, por si necesitas dormir.

258

Soñé que caminábamos por la playa. En el sueño, ni el tiempo o el espacio se alteraron, ni dejamos de ser quienes éramos entonces, ninguna sensación de extrañeza nos advertía que soñábamos.
Solo caminábamos por la playa, escuchando sobre el sonido del oleaje la armonía de las piedras que chocaban, una en otra, al recogerse la marea.

255

Ser más como el otro, conservando aquello que amamos en nosotros mismos. Ser uno solo con lo que se ama.

244

Digo o imagino que digo (a estas alturas qué importa): Tienes que ser fuerte, no dejarte morir, todos en la casa te queremos. Alejado, sin embargo, ya hace mucho.
Ahora escribo “la casa” como si un dolor, como si esa parte de mí, minúscula y densa, enquistada en el pecho, de pronto me recordara, tras hacer una mala fuerza, que el tiempo pasa, que el cuerpo nos traiciona, que vivir lejos, a veces, para algunos, es continuar huyendo de uno mismo.

242

Yo leo por las mañanas después del desayuno, tras el almuerzo mientras los otros duermen siesta, al llegar la noche cuando la familia se calma. Él me ha estado mirando con cierta distancia o curiosidad, no sé, hasta que me pregunta qué estoy leyendo. En voz alta le leo un poema que al parecer lo sorprende, me pide que le lea otro. Después de unos días hablamos y me cuenta: me gustó ese poema que dice: “Las estrellas perdidas son para ti, el frágil cuerpo de un bañista es para ti”.

238

Dibujamos un círculo sobre la arena. ¿Qué es?, ¿qué puede ser? Una pelota, una naranja, el sol o una rueda.
Sabemos, le digo, que una pelota no es una fruta o el sol una rueda, pero en algo se parecen. Todos son un círculo, la circularidad, insisto, es ese aspecto que comparten y por el cual podemos llegar a decir: naranja del cielo o:
el sol rebota en la arena de esta playa
rueda
hacia la tarde.

234

A veces vuelve la sensación de ese milímetro excesivo; ese milímetro del mundo desplazado que me deja de lado o detrás: el milímetro en el que las cosas se alejan a una distancia irremontable o, a veces, se acercan demasiado. Y todo cae o se desliza entre los dedos: las ventanas se avecinan, las puertas se cierran en las narices, los peldaños me tienden trampas. Son noches de vasallo, noches en las que me pierdo en el vasto territorio de la cama, camino a la mañana.

227

Tenemos que mover la cama tras la muerte del padre, para barrer la pieza y que la vida se esparza, encuentre un lugar limpio donde brotar, luminoso donde crecer. Yo soy un niño y la madre una joven mujer a unos centímetros de su propio cuerpo. La cama es pesadísima, el día quieto. No podemos moverla, quizás lloramos de impotencia, no sé, solo recuerdo la bruma luminosa del patio inundando la pieza. De pronto la cama se mueve, es el fantasma bondadoso del padre que aligera el peso de estar solos.

225

Tras cocinar en esta noche fría la comida que me mantendrá firme mientras escribo, la ventana empañada acumula el cielo nocturno y sus constelaciones.
Son las ventanas de las altas torres donde los amigos insensibles se desvelan o, en la duermevela de la melisa, confunden la vida con los sueños.

217

“Pero quizás si esta pausa era un poco necesaria”, le escribe Moisés a Humberto, “ya que debíamos darnos cuenta verdaderamente de que ya no estábamos cerca, de que ya nuestras cosas no iban totalmente una al lado de la otra. ¿Y quiere creerme? Puedo decirle con mi propia lengua que en cuanto a lo imperecedero de nosotros nada ha cambiado, en nada podrá ya cambiar. Hay un destino entre nuestras buenas frentes. Un destino bello e implacable. En lo que a mí se refiere, me someto a él con alegría. Y es que nuestras ‘soledades’ parecen verdaderamente hacer una sola, querámoslo o no”.

216

El príncipe me arroja su diario a la cara. En él leo episodios de la vida joven que vivimos. De esos años, yo recuerdo cierta bruma colorida, como si hubiese estado siempre despertando y el sol de la mañana me nublara los ojos. En su diario, la vida es más completa, los objetos más definidos. Yo soy un mueble hermoso arrojado en la esquina del mundo, la luz que rebota en la madera para volver a golpear su retina.

213

Tras la masacre de Orlando, tras el asesinato de Daniel Zamudio, se sugirió en algún medio que el asesino era un homosexual reprimido. Esta sutil figura, que se presenta tolerante a las prácticas homoeróticas y promueve sus agenciamientos políticos, sin embargo, pretende anular el problema social que hay detrás: la homofobia profunda, "it's the queer inside they fear", as Mr. Carlin said; ya que al circunscribir toda esa violencia a un grupo, a los problemas identitarios de quien no quiere o puede presentarse “tal cual es”, se escabulle el problema de fondo: el odio a uno mismo, el horror de reconocerse como una persona abierta a la sexualidad y sus prácticas afectivas.

211

En frente y a los costados, veo tras pequeñas ventanas la actividad de lxs vecinxs que descuelgan la ropa seca de los tendederos, barren los balcones o salen a fumar, todavía en pijamas, despeinados y, supongo, con la densidad olorosa de la noche impregnada en sus barbas y cabellos, la piel pegajosa. Son los cuerpos abatidos del domingo.
Una mujer mira los maceteros de su minúsculo jardín, huele la tierra húmeda y toca las hojas de las plantas para atisbar, quizás, la vida lenta que sobrevive a la vida que vivimos, más allá de las obligaciones familiares y los vaivenes de la economía.
Los árboles roncan cuando el viento arrecia, se cierra el cielo, las ventanas se cierran.

209

Camino perdido por la calle mientras lloro mirando a los extraños que me evitan o me ven pasar o paran para abrirme paso. Es mediodía y estoy aterrado por el ruido de las bocinas y el traqueteo del milenario chasis de los automóviles; arriba, el cielo cerrado por las líneas de los edificios. Doblo en una esquina y un hombre se arrodilla para atajarme de manera gentil, pregunta por mi nombre, mis apellidos, me pregunta dónde vivo, si acaso sé cómo volver a la casa. A todo respondo que no. Me toma de la mano y me conduce entre la gente hasta una comisaría. Allí se hacen cargo de mí, me dan postres para calmarme, jaleas, una sémola lánguida y desabrida que como porque no sé qué otra cosa hacer. Estoy sentado en un pabellón oscuro. Al fondo veo la puerta por la que entramos. Llevo aquí dos días o más en los que la noche se ha ausentado. La puerta se abre al tercer día y aparece la madre con una sonrisa hermosa de alivio en el rostro. El último bocado es dulcísimo. Después salimos a la calle rumbo a la casa. Me dice: fuiste muy valiente.

¿Este es el recuerdo que he estado buscando?

206

Soñé que estábamos corriendo por la playa con el sobrino, el fantasma de la familia y otro niño, un gnomo o dulce duende de barba larga y abundante.
En la arena se escondían pequeños dinosaurios plásticos de diversos colores que el sobrino y su amigo recogían como tesoros.
El hermano luego de un rato le ordena que deje todos esos animalillos donde los encontró pues ya tiene suficientes juguetes.
El regreso a la casa es triste.
Estamos en una pieza vacía con suelo de madera, concentrados melancólicamente en la luz del sol que golpea las tablas y descubre la cremosidad del polvo en suspensión.
De pronto, por la ventana trepa el enano barbudo, deja caer de sus manos un caudal de pequeños dinosaurios plásticos que inunda las junturas de las tablas y la pieza. Nos miramos con un rostro bello y excesivo, el sol se adueña de nuestros cuerpos, descubrimos que somos parte de esa luz.

204

Le cuento a J., y me entiende. Nos juntamos luego de unas horas en las que ha tenido que atravesar la ciudad para atajar esta caída sostenida. Tomamos sopa de zapallo y comemos diversas ensaladas verdes. Quiero concluir la noche rodeado por desconocidos para acabar con la ilusión de toda suficiencia que me invento. La mañana es maravillosa. Por supuesto deja de serlo. Recién ahora vuelvo después de quedarme retrasado en incontables esquinas, entre el boliche y la casa.

203

Mi hermana llama y no contesto. Estoy demasiado al filo como para sostener la voz un sábado a media tarde. Me escribe luego por el chat e insiste. Yo me preocupo de mantener el orden de esta casa que usurpo hasta que no puedo ya negarme a leer sus palabras.
Escribe de su dolor en palabras difíciles porque experimentar el dolor es difícil. De repente todo se suaviza y estamos juntos como hace mucho. Le propongo que nos veamos en un lugar hipotético a las 6 de la tarde de este invierno u otro y escribe: Sí, tomémonos un té a las 6 de la tarde mientras vemos el atardecer frente al mar y hablemos, porque somos hermanos y solo los hermanos pueden hablar de estas cosas.

202

Puede ser que todos los proyectos que nos inventamos no vayan a acabar en nada: los trabajos inverosímiles que imaginamos mientras bebemos para capear el frío, las ideas que abarcan el cielo de los planetas habitables, los deseos de habernos conocido de niñxs para ser, ahora, un par de viejxs amigxs que se aman y soportan por sobre todas las cosas. Quizás cada unx muera más abandonadx que el otro en algún rincón de los extramuros de la patria, pero es bueno perder el tiempo juntxs, en frivolidades, en el trabajo, ha sido bueno reencontrarnos.

200

Pocos días que recuerdo en los que fui –ahora pienso- feliz. Esa tarde en Concón cuando bebimos ron, oriné en el patio de la cabaña y robamos una planta luego de ganar algo de dinero en la calle tocando guitarra. Esa otra tarde cuando intentaste demostrar tus habilidades marciales y caíste, la noche que salimos a la calle a gritar por nuestro amor desaparecido en medio del parque Bustamante. O esa vez que bailamos el odio en calzoncillos, la madrugada en la que le arrebatamos un árbol a la tierra y lo metimos a la casa para imaginar la mitología de las raíces. Y también están esos otros momentos que me reservo, no por pudor, sino porque son inexplicables.

199

Le doy a leer estas notas a C. “No se puede lastimar a nadie a costo de escribir”.
Es incómodo leer estas palabras, lo es también para mí escribirlas y exponerlas sin consentimiento; como te dije, las personas de las que hablo son también parte de lo que soy o, debiera decir, de la imagen que construyo de mí mismo, para mí. Soy injusto, pero los libros son injustos. Debo negociar cada frase, sin embargo, pensar en el respeto que les debo sin perderlxs a ustedes de paso o encontrarme, de pronto, escribiendo, como ha sido siempre, a salvo, arropado mientras regreso.

195

Estuvimos con J., toda la noche hasta que anocheció otra vez y hablamos hasta no tener más que decir. Antes despertamos y fuimos a la feria un domingo de lluvia para aclarar el rostro y la mente con frutos secos, semillas y champiñones: shiitake, portobello, melena de león para no perder la memoria.

194

Una libreta en el velador para cuando despierto, agobiado por el fantasma que ronda el sueño; un cuaderno sobre la mesa ratona para los fines de semana en los que me complazco de mi sola presencia dulce; otras libretas y cuadernos escondidos en los cajones a lo largo y ancho de la casa; listas de recetas que me asaltan encima de la mesada, mientras practico la gastronomía del alma y del cuerpo (para sanar desde dentro, para estirar las raíces); anotaciones sobre la consistencia de las verduras y el fulgor de la fruta; papeles tirados en pasillos de supermercados y farmacias en los que leo mi suerte; la blanca paloma de la hoja rasgada, el mural del cielo; también otras libretas y cuadernos que perdí en lugares a los que ya no soy bienvenido y está esta manta y el chaleco que tejo para protegerme del invierno, miniaturas del tapiz de Gerona en los que anoto la vida.

192

El primer día en la casa de P. y C., nos fue arrebatado por la luz. Nos prepararon un desayuno austero. En frente, una anciana tomaba sol sobre la azotea. Hice un comentario y rieron. Entonces fui el cuarto entre ellas.

182

¿Qué quiero decir sobre mi hermana? Sobre ser madre, ser mujer, ¿qué podría saber yo de eso? Hasta ahora he escrito el desprecio –un amor vergonzoso-, la semejanza que nos une, el odio a mí mismo. Sobre la madre cierta identificación barthesiana, homosexual.
Yo quiero hablar de la hija muerta, de despertar en el cuerpo de mi hermana, de sentir su dolor, expresarlo en palabras simples (porque amor y dolor son simples).
También quiero hablar de la meditación de la madre, ese ejercicio budista para cuando no puedes sentir nada, para cuando te sientes vacío: intentas recordar ese momento en que tu madre te amó sin reservas, te concentras en él luego, e imaginas que eres la madre del mundo y que el mundo es tu madre.

180

Soñé que volvía a nacer en el cuerpo de mi hermana. Crecí y aprendí a ser como ella. Aprendí de su dolor, de mí mismo.

179

Expresar el dolor y el amor en palabras simples.
Porque el amor y el dolor son simples.

169

“En la nota que añadió a la publicación de América, Max Brod dice que algunos pasajes del libro de Kafka 'evocan irresistiblemente a Chaplin'. Sería más bien en Buster Keaton, y no en Chaplin (…) donde habría que buscar una visión del mundo que se acercara al mundo inhumano de Kafka por su carácter de rigor absoluto, de actividad geométrica. En Chaplin, la soledad, incluso si se traduce espacialmente con las célebres imágenes de El Circo o de La quimera del oro, no es más que la del hombre en una sociedad indiferente, mientras que en Buster Keaton el aislamiento de los seres y los objetos aparece como constitutivo de la naturaleza misma del espacio: aislamiento expresado en particular por el tema del movimiento de ida y vuelta –al estar como ‘remitido’ continuamente a sí mismo-, por las caídas brutales, los aplastamientos contra el suelo, por el ‘asimiento’ torpe de objetos que se escurren o se rompen, como si el mundo exterior fuera por su propia esencia poco apto para ser ‘asido’”. Éric Rohmer.

168

Un mundo de caricatura, que no pareciera tener consecuencias, en el que la muerte no existe. ¿Acaso ese hecho no lo hace un mundo más eficaz para retratar una historia de abuso y violencia? Pues, al no existir consecuencias, la manera propia de ser es a través de la violencia: la subjetivación es violencia. ¿No parece, acaso, ese mundo en el que la muerte no existe, más horrible y más fiel?
Solo un punto es el nombre de una revista que el Andino Profundo y el Amigo Talentoso, frente a este clima de violencia naturalizada, deciden editar en venganza de los opresores. En algún sentido es una venganza luctuosa, una venganza que para deshacerse de la violencia debe restablecer la muerte. Afrontar las consecuencias es el precio a pagar para atreverse a ser libres.

167

“Los personajes del cine mudo son básicamente como los personajes de los dibujos animados: no conocen la muerte, ni siquiera conocen la sexualidad, ignoran el sufrimiento (…) como los gatos y los ratones en los dibujos animados que al ser despedazados se regeneran. Aquí no existe la finitud o la mortalidad”. Slavoj Žižek.

166

Por supuesto, el Andino Profundo resucita sobre la camilla de la enfermería del colegio, una vez que su muerte ha sido confirmada.

165

“Las animaciones, hechas a mano o generadas por computadora, recurren con frecuencia a perspectivas complicadas o directamente imposibles para una cámara de cine: por ejemplo, la vista de una bala disparada desde un revólver. Así, los dibujos animados reclaman una ubicuidad del punto de vista que el cine, su competidor, no posee, lo que colabora con la retórica de la exageración de las animaciones. Las animaciones o películas de dibujos animados son un género que no puede reproducir verdaderamente la muerte, ya que en ellas todo es reversible”. Harun Farocki.

164

En un episodio de Solo un punto, novela del narrador peruano Julio Meza Díaz, un personaje resulta muerto a puntapiés.
El Andino Profundo es uno de los parias de un colegio regido por los más largos brazos del fascismo europeo en medio de una Lima noventera en la que todos pueden ser acusados de cholos y, por lo tanto, de terroristas. El Andino Profundo es golpeado hasta la muerte por ser cholo.

163

Escapes de gas y el edificio de la UNCTAD III. Esfuerzo por dar cuenta de un vaciamiento de los objetos artísticos. De aquellos objetos fundidos con sus funciones no queda más que sus imágenes (ejemplar en este caso es la chimenea roja del escultor Félix Maruenda vuelta una miniatura mientras la estructura de fierro ha perdido todo uso, se convierte en desecho). De aquí, cierta pesadumbre.

Mejor, pensar de otro modo.

En su estado actual, aquellos objetos vueltos imágenes no necesitan más que ser exhibidos.
Como imágenes, por tanto, pertenecen a un régimen de exhibición que reorganiza la historia en virtud de hacerla accesible, citable, legible, visible, filmable. He allí la gran efectividad de la operación histórica del neoliberalismo: la transparencia de un pasado cancelado en la homogeneidad del patrimonio cultural.
En su grado máximo de exhibición (miniatura de la chimenea de Maruenda), esas imágenes, esos objetos, se abren a modos de producción inauditos para el arte en la institucionalidad contemporánea.

155

El personaje tal vez piense: ¿Qué soy? ¿Qué puedo ser, despojado de esta naturaleza impuesta?

151

Escribir la segunda parte de Compost, otras escenas de la amistad y el aislamiento, el aspecto negativo y luminoso de ser amigos, con C., por ejemplo. También el simulacro de la amistad en el alcohol.

143

Para conocer el pasado es necesario conocer su imagen.

142

Existen frases densas, densas y profundas, dolorosas: “No tener la foto de la familia es como no formar parte de la historia de la humanidad”; otras frases pesadas, de bronce esculpidas en los mausoleos de la memoria: “Un país que no tiene cine documental es como una familia sin álbum de fotografías”. Denso y pesado parece ser el estatuto de las imágenes que median entre nosotros y eso que llamamos historia.

141

De pronto me descubro siendo despiadado. Solo quiere un poco de atención, un beso, que le abrace o le escuche, yo lo sé perfectamente, aun así, elijo quedarme sentado practicando el sport de los vocablos. Hay una secreta fascinación en ese juego por el cual me construyo como un intelectual flácido e impotente y, al otro, como objeto de la necesidad de afecto.
Ahora juego a lo mismo mientras escribo, esta vez en serio, solx.

140

La desaparición.
El narrador cuenta un pasado que ya sabemos no existe más, se sitúa luego de la catástrofe.
El relato es de juegos entre niños, una literatura infantil.
Todo encabezado por un informe sobre el desastre.

125

La perspectiva de un árbol del paso del tiempo. Nada tendrá que ver con la mirada tras la cual se piensa el sujeto moderno. Debe ser una mirada multisensorial, simultánea.
Escribir sobre esto como el motivo de una vida.

120

Y en el principio fue la onomatopeya.

106

Leo en el libro de M. G.:

“el suelo está lleno de cientos de tortugas
que se mueven con absoluta parsimonia en direcciones
ambiguas e inverosímiles”

Inmediatamente recuerdo haber soñado con una tortuga herida sobre el cuello. De su herida salía baba. Era la baba de dios.

105

Son las nueve de la mañana y el sol lucha con las nubes por imponerse. Yo sufro los destellos de su lucha desde mi mesa, apretado contra los muros.

101

Escribir sobre una imagen. Encontrar una imagen y comenzar por ella. Escribir sobre una imagen –sobre su corazón, por ejemplo.
¿Qué podríamos escribir sobre su corazón?
Y su último acto de amor fue abandonarme
O
“That’s the woman of my dreams. That’s who is. And she’s mine. She’s all mine. Forever”
Una imagen para cuando vivamos juntos.

94

José Ricardo Ahumada Vásquez murió asesinado mientras marchaba por el frontis del edificio de la Democracia Cristiana el 27 de abril de 1973 en Santiago de Chile. La bala fue disparada desde los balcones del alto edificio y el obrero Ricardo Ahumada llevaba un libro en la mano, no un arma, sino un libro. Juan Pablo Jiménez murió de un disparo en la cabeza el 21 de febrero de 2013 en dependencias de la empresa Azeta, era presidente del Sindicato N°1 de trabajadores. Llevaba en sus manos un montón de documentos relacionados con su actividad sindical, al día siguiente tenía una audiencia para denunciar abusos laborales.

92

Encuentro en mi largo regreso a la casa, La oscura vida radiante, un libro en medio de otros tantos libros destinados a cruzarse en mi camino. En las últimas páginas leo la historia de Daniel Vásquez, el poeta anarquista, encarcelado por subversivo, vuelto loco a punta de torturas y muerto en su celda como solo un dictador envejecido debe morir en su celda. Daniel Vásquez es en verdad José Domingo Gómez Rojas, fallecido el 29 de septiembre de 1920 en la casa de Orates por una meningitis no diagnosticada a tiempo. Otras versiones dicen que murió en medio de las botas ensangrentadas de los gendarmes en la Penitenciaría de Santiago. La cuestión es que apenas tenía 24 años.
En medio de una guerra inventada por el Presidente Sanfuentes para impedir la elección de Alessandri, ese año de 1920, Gómez Rojas, joven estudiante de Derecho y Pedagogía, fue apresado después del asalto a la Federación de Estudiantes de Santiago y acusado de antipatriota por oponerse a la guerra con Perú.
En La oscura vida radiante Gómez Rojas se llama Daniel Vásquez, seudónimo con el que firmó un par de poemas, pero el Ministro José Astorquiza Líbano conserva su nombre. El Ministro Astorquiza condenó a Gómez Rojas por “vendido al oro peruano” y –por encender un cigarrillo en su presencia- lo mandó a la cárcel bajo completa incomunicación. Encerrado allí, sin contacto con el mundo, en la oscuridad de la justicia chilena, perdió la razón y luego la vida. El día de su entierro, Alessandri fue declarado vencedor de las elecciones presidenciales y la tristeza se extendió un milímetro más sobre la historia de Chile.

89

En un vagón del metro nos despedimos de C., y tú lloras. Prácticamente hemos vivido juntos las últimas dos semanas y ha sido bueno.

88

R., me escribe desde el río Puelo. Me cuenta de su viaje a la montaña junto a J. También que nos han extrañado y pregunta por nuestra casa. Le cuento que todavía no llegamos, recién mañana viajaremos, en bus, por largas horas a través de las montañas.
Concluyo: “No me he sentido muy bien últimamente. Tengo una crisis existencial por ahora, aburrimiento, spleen, vacío sincero. Debo pensar largamente en mí”.
Todo como si fuera lícito ser honesto con alguien.

80

Esta vez me acaricia la frente y es bueno.

79

De pronto me descubro siendo despiadado.

76

Dinamitar mi cómoda existencia en el mundo.

Vanos intentos de cambiar la grasa y el petróleo.

Darnos permiso para ser superficiales.

74

Mientras dice que quiere reanudar su vida con X (donde X representa al objeto amado), se encuentra con Y. O está con X mientras ve a Z, V, W. A su vez V, W y Z pretenden o creen ser X (donde X representa la dispersión del objeto). Sin embargo, ella misma es X. La X es igual a Ulises.

70

Es poco lo que recuerdo de esa época. Flachazos de risas, de peleas, rostros grises. Todos confundidos en un tiempo improbable: C., J., R., tomando té con Graham Greene. 
Solo nos importaba el amor en nuestra lucha por ser nosotros mismos.

67

Vino P., –trípode y cámara en mano- hablamos del proyecto: pensar en el arco imaginario entre Jean Rouche y Eduardo Coutinho. Pensar en el arco que se dibuja entre Crónica de un verano y Jogo de cena. Pensar en el arco entre la representación como ilusión de realidad y la realidad como conciencia de la representación.
Luego: tú y P., hablan, consolidan su amistad o qué sé yo. Esos son momentos a los que no puedo acceder.

66

¿Qué vergüenza es esa que impide ser frente a los otros?

62

Por la tarde veo a los abuelos. Pedro está muy delgado y me cuenta sobre su aburrimiento, se jubiló tarde –hace tan solo dos años-. Pedro antes era una roca, un hombre fuertísimo que supo sacar adelante a dos familias al mismo tiempo, con una discreción impecable.
María atraviesa el patio como un fantasma sonriente. Desde que quedó sorda, decidió también quedarse muda. Ahora ambos viven en la casa del lado, pensando por las tardes qué deberían comer la mañana siguiente.

60

La arrogancia. Amar una imagen inalcanzable. Esa conciencia nos obliga a proyectar una imagen de nosotros mismos que sea lo suficientemente atractiva como para ser también inalcanzable.

59

“Tengo antecedentes de ciertas formas de vida que si se supieran…”

“Al parecer hay una visión romántica respecto de lo que podría ser la tolerancia hacia los homosexuales”.

“En el caso del joven Zamudio, por ejemplo, la propia familia lo había echado de su casa, el muchacho estaba en un estado etílico espantoso”.

03-04-2012

56

En La Tercera –el pasado sábado- publicaron un reportaje con un perfil de los asesinos. De uno de ellos se dejaba entender que era un “homosexual reprimido”.
Ayer –luego de 25 días de agonía- murió Daniel. La muerte, su relato, el crimen, todo obedece a un flagrante desprestigio del amor.

55

Recuerdo que fue bueno conmigo, que lo quise. ¿Por qué no confesar abiertamente el amor por las personas?

52

Un sueño. Nos inventamos una ficción para abandonar la ciudad y ser felices. Almorzamos en la casa de un fascista. Estoy muy enfermo –es parte de mi personaje, aunque realmente estoy enfermo-. Así es que me quedo en la cama mientras los demás parten a perderse en la noche. Es reconfortante el contacto de mi cuerpo afiebrado y las sábanas limpias. Imagino tu presencia al borde de la cama, tu mano en mi frente para controlar que la fiebre no me arrebate del mundo. A ti te preocupa mi presencia en el mundo, lo que es agradable y me permite dormir.


50

No me he sentido muy bien últimamente. Las cosas están mal, algunos amigos toman partido por los empresarios, por los hombres.
“La vergüenza de ser hombre, ¿hay alguna razón mejor para escribir?”

49

Un pájaro se metió por la ventana de la cocina y fue directo a estrellarse con el ventanal. Veo los últimos segundos de su vida, un movimiento nervioso y después comienza a pudrirse.

36

En algún lugar de esta casa comienza la novela. En una ventana, en la habitación de un niño, con el sueño de un niño. Como en la ficción de Eduardo Barrios que describe –a través del enamoramiento de un niño demasiado adulto- el quiebre de la plácida imagen de la infancia que lo conduce a la muerte. Así, la novela comienza con la muerte del protagonista, en algún lugar de esta casa. O, antes, como era mi intención escribir, cuando los ruidos a medianoche lo despiertan y una mezcla de curiosidad infantil y fatalidad le obligan a mirar por la ventana, protegido tan solo por sus ojos, los ojos a manera de escudo de juguete, trincheras hechas para ser vencidas. Por un momento la cercanía con la irrealidad del sueño lo disuaden de la verdad de lo que mira. La piedra, el ladrillo, rápido se aleja de la cabeza del cuerpo tirado en el suelo. Al despertar, la lluvia cubre la ciudad. Un aluvión barrió con toda evidencia del cuerpo muerto, arrastrado hasta el mar. Después el mismo mar desaparece. La catástrofe, de alguna manera, salvó a la ciudad de aquella injuria. Desde entonces, todo comienza a morir. Cristóbal o Agustín, el niño refugiado tras los ojos, ha estado muerto toda la novela.
La novela que comienza en algún lugar de esta casa tratará de encontrar lo inexpugnable en la mirada de los niños.

34

Mi memoria no es dulce cuando niño. Esa era la boca.

32

(“La madre, ¿no es acaso la única que no califica al niño, ni lo pone en una balanza?”).

Siento que cuestionan mi alegría –que no es la suya- de vivir la vida. Me dicen que soy amargo. Antes, de niño, cuando no supe el significado de la palabra, la mamá me llamaba "apático". Gracias a ella supe de esa palabra antes que otros niños; sin embargo no la entiendo, me causa pena que me diga eso.

31

La otra tía, antes, era una mujer mucho menos conforme, más brutal, por aquello se ganó la antipatía de la madre y su hermana: es una mala mujer, dijeron.

En esta noche de año nuevo la vuelvo a ver y cocina junto a la hermana y la mamá, sonríen mientras los hombres conversan del mundo y preparan las bebidas. Resignación es una palabra extraña, creo que simplemente ya no tiene energías para oponerse a tanta opresión.

28

Hay fórmulas, secretos, palabras necesarias. La relación de identidad como recurso majadero. Debo comparar, por ejemplo, los días que cuenta un preso para salir de la cárcel con los días que faltan para nuestro reencuentro. Lo mismo resaltar tus cualidades en la semejanza con cosas "excelsas" o materias "puras" de la existencia. Como en Perceval, que al ver la sangre del cisne sobre la nieve recuerda las mejillas de su amada. Esa palidez también tiene que ver con la muerte y, allí, Eurídice y Orfeo, la ficción llamada Poe, Macedonio Fernández.
El principio de semejanza –como es y ha sido siempre- abre el paso, el camino a la representación.

27

Me es difícil escribir todos los días. Una serie de factores siempre se han tenido que conjugar. Ese juego –las veces que demostró una productividad mayor- fue completamente casual. No obstante, debo prepararme para escribir, encontrar un lugar solitario, en el que no haga otra cosa en el día, ventilado, más bien frío. Callarme o conseguir el silencio mediante momentos de completa inactividad. Luego, escribir sobre ello, tentar una forma de la taciturnidad.

26

Extraño cuando me he propuesto escribir cada uno de los días que faltan para nuestro reencuentro. En algún sentido, son estas líneas como las líneas que el recluso marca en las paredes de su celda, "las cuatro paredes albicantes".

21

Le cuento a José mi mejor treta, cuando le gano el gallito al papá, el padre; el día que me encontré diez lucas. Corrí el riesgo que me dijera: estamos cortados. Víctor, hasta aquí llegamos, nosotros estamos cortados y de verdad se cortara todo: la confianza construida a partir de silencios, de engaños limpios, delicadezas y sobre todo obediencia irrestricta; el poco dinero que me diera; su alegría.
Aun así, esperé que salieran, me quedé como ya les tenía acostumbrados. Sigiloso entonces al cajón de la plata: un billete de entre muchos.
Al volver, convenzo al primo-niño de que me acompañe a comprar un helado, que le convido.
Camino al almacén, espero el momento preciso para agacharme y gritar excitado que me encontré diez lucas, primo, diez lucas. Vamos, te compro el helado que quieras, ranita. Por supuesto accede y compro su fidelidad. Tengo un testigo, soy invencible.
Lo mejor, todos se lo creen todo. Pero el papá, el padre me mira y sabe, sé que lo sabe, sabe que le he robado diez mil pesos. Y no dice nada.

18

El objetivo final de esta carta es tu sorpresa. De no ser así, habrá fracasado por completo.

11

Antes el patio era de tierra. El suelo del patio. Había un árbol. Bajo el árbol un par de perros muertos. Cuando ya fui lo suficientemente grande, enterré a alguno. Luego edificaron camas leñadoras sobre ellos y dormí. Tuve miedo. Cemento cubrió la tierra, baldosas que semejan un tablero de ajedrez: tonalidades de azul cubrieron el cemento.

8

Y se puso nervioso y feliz –practicó la propiedad privada, mi padre-. Como yo que tuve envidia, cogió el carro y jugó. Dispuso obstáculos a lo largo del patio. Sentado en un extremo, se preocupó de cuidadosamente conducir el carro hacia el otro extremo, su punto de partida. Fracasó. Chocó cada vez que tuvo que esquivar; dobló en sentido contrario siempre que debió doblar. Finalmente rio y yo reí. Nos miramos a la cara. Pensé que en mi risa había ternura.
Tal vez hubiéramos sido buenos amigos.

7

Estuve leyendo a Félix Martínez Bonati.
Que la representación del mundo que nos ofrecen las novelas es una alegoría de diversos aspectos de la realidad. En sentido contrario: un símbolo del mundo.
Mientras el significado alegórico puede ser diferente en cada novela, el significado simbólico de todas las novelas es el mismo.
Habría una relación entre la función denotativa de las proposiciones -verdaderas- y el significado simbólico de las novelas. Ambos denotarían lo verdadero.
La verdad de una novela descansa en su capacidad de identificación con aquello que la hace una novela. No hay más.

2

Pensé lo infinitamente sorprendido y entusiasmado que me habría sentido yo si hubiese recibido ese regalo a los cuatro años y tuve una ligera envidia. También quise un tren por esos años y sus rieles. Al despertar, hubo tren para el sobrino también. 

Es gracioso el sobrino: un poco pesado como yo y un poco miedoso y tímido como era mi hermano. Se parece más a la hermana, por supuesto.

1

He visto que le regalaron un auto a radiocontrol al sobrino y se puso muy nervioso y contento. Repetía que era suyo y suyo y suyo, en esa etapa del ejercicio de la propiedad privada que va de los tres hasta los seis años y que nos forma para el resto de la vida a los hombres.