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Tras la masacre de Orlando, tras el asesinato de Daniel Zamudio, se sugirió en algún medio que el asesino era un homosexual reprimido. Esta sutil figura, que se presenta tolerante a las prácticas homoeróticas y promueve sus agenciamientos políticos, sin embargo, pretende anular el problema social que hay detrás: la homofobia profunda, "it's the queer inside they fear", as Mr. Carlin said; ya que al circunscribir toda esa violencia a un grupo, a los problemas identitarios de quien no quiere o puede presentarse “tal cual es”, se escabulle el problema de fondo: el odio a uno mismo, el horror de reconocerse como una persona abierta a la sexualidad y sus prácticas afectivas.