362

19 de septiembre.
Soñé que había dormido la vida entera. En el momento de mi muerte, un atisbo de algo que supe real me cubrió, invitándome al sueño placentero en el que me sentí más vivo, incorporado al fin.

Tras el sueño vino un sueño más profundo, en el que pude dormir “sobre ambas orejas”.

“Aquí yace el poeta Hiponax. Si eres malvado, no te aproximes a su tumba. Si eres honesto y vienes de un lugar virtuoso, no temas, siéntate; y, si quieres, duerme”.

Esta mañana he escrito algo que debiera ser una observación más o menos desapasionada del alba. Anoto luego de una asociación que me atraviesa los ojos: “Entonces lloro”. Vuelvo a leer esta nota a las 17:14 horas y no logro comprenderla.