Del otoño el diario pasa al invierno, parece saltarse la primavera y ya es verano: el último o el primer día del año.
En esos vacíos, la vida no deja de pasar, escrita en caracteres blancos.
Hacia el año 2011 o 2012, comencé a anotar el presente, sin mayor propósito, sin ninguna rigurosidad o frecuencia preestablecida. He decidido, ahora, exponer esos apuntes que brotan cuando se “deja de escribir”, la escritura que media la distancia entre un libro y otro, bajo la condición de continuar con esta práctica y publicar esas notas durante un tiempo indefinido.
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