Hacia el año 2011 o 2012, comencé a anotar el presente, sin mayor propósito, sin ninguna rigurosidad o frecuencia preestablecida. He decidido, ahora, exponer esos apuntes que brotan cuando se “deja de escribir”, la escritura que media la distancia entre un libro y otro, bajo la condición de continuar con esta práctica y publicar esas notas durante un tiempo indefinido.

Mostrando entradas de 2025

En soledad
Desapercibida
La flor de la lavanda.
Una gran sombra
Del otro lado.

Aquí el sol brilla.

Una flor
Aquí y allá
Exuda
Fragancias hermanas.

La flor y su reverso
De sombra
Su aroma de vida
Y muerte atados
Un ramo

Volátil
Que aspiro y exhalo.
De mañana el cielo cerrado de bruma. En la micro, el aire acondicionado empaña las ventanas. Pasada la plaza, un hombre aprovecha uno de los asientos vacíos, comienza a sonreír a medida que, con la mano, limpia el invierno.
El arte de hacerse notar

La ortiga me picó el brazo
Y el brazo se hinchó sin medida.
El brazo derecho, el brazo
Con el que escribo y tiendo
La mano y el arco, recibo
Cariño y comida.

Luego de un rato
Pasó el ardor agudo y pasó
También la hinchazón
Que en realidad
No fue para tanto.

Llegué a la casa y quedó
La ortiga al lado del camino
Al final del invierno
Ondeando sus ramas al viento.
De regreso de la feria me encuentro con el hombre pequeño que para de barrer las hojas, cuando paso fuera de su casa. Yo lo saludo y sonríe. Es mediodía.
De noche leo en el bosque zen:

Barriendo las hojas en el valle
Bajo el sol de la tarde:
Un monje.
Soñé con mi hermano que era un bruto. Todo lo hacía por la fuerza y con todo tenía dificultades. Por supuesto mi hermano -persona tan tierna como cualquiera que padece el poder- no es el hermano de mis sueños. Ese soy yo en tanto mi hermano.
El yo es una casa embrujada. El cuerpo está lleno de fantasmas.
El brillo sobre las hojas de los ceibos, en la avenida Ricardo Cumming, se reproduce en altocúmulos al atardecer.
Ante estas correspondencias, al contrario de un rostro que devuelve la mirada, no quitamos la vista.
Allí, bajo la piedra suelta entre los adoquines del sueño
Allí, bajo la piedra
En la oscuridad mediada por huesos blancos
-Destellos de luz calcificada-
Escarbo, me sumerjo, digo sin decir yo o tú:
Con la tierra, nada más.
El irreprimible deseo de conocer el mundo
La urgencia por salir corriendo a la oportunidad más mínima
El goce de oler la tierra removida en las manos del jardinero

Estos son el deseo
La urgencia y el goce que envidio.
Jisei
Suprema
Última y terrible
Alguien alguna vez
Miño, Eduardo
Calificó su muerte
Con espantosa
Precisión
Y belleza.
A veces veo a la mujer mayor paseando a sus perros muy temprano por la mañana o la tarde. No siempre se ve totalmente contenta de dar dichos paseos. A veces está cansada, otras parece molesta o muy preocupada, pero por la mañana y por la tarde camina con sus perros que la guían en esa búsqueda incansable que termina siempre donde comienza, adentro.
De noche, les imagino acostados en la misma cama, rendidos los perros sobre la mujer mayor que los recibe, con los brazos abiertos a la promesa de un nuevo cuerpo, de bosque rodeado.
El punto rojo de la corona de cristo resplandece. De noche, cuando los ojos ven lo que de día parece insignificante. Esto escribí en un sueño, preocupado por no haber encontrado tiempo, espacio o disposición, para leer o escribir durante lo que parece un tiempo infernal (el ir y venir sin pausa o propósito). Este es un miedo que tengo: no poder ver, alucinado, los caminos que parpadean a veces, por ahí, en el paso mal dado, en la deriva, en el botón rojo que despunta en medio de las espinas, a un lado de la ventana, por ejemplo.
Año tras año, entre surco y relieve, allí donde pasó la gubia y el cincel, se va depositando el polvo hasta hacerse sombra de la talla.
Con la muerte
Viene un sentimiento extraño
De precaria inmortalidad
Que consiste en saber
Que el infortunio mayor
Y la mayor fortuna
Es enterrar a quienes caen.
En la feria la casera se complace de acertarle al cuarto - de almendras que le compro. Me mira sonriente mientras gira la bolsa para hacer un nudo rápido. Yo soy su espejo cuando tomo de sus manos las almendras tibias. Y me hago de su orgullo. Y parto bien feliz.
Siempre un espacio oscuro de noche - iluminado apenas por una tenue luz cálida. Nunca un espacio abierto:

al día
una playa
el claro de un bosque.

Son sueños, maneras del recuerdo - que el olvido esculpe en la mente.
Le veo ir y volver del sueño esta mañana. La luz del sol entra por la ventana e ilumina ese espacio en el que duerme tirada en el sillón. Imagino un punto de vista más amplio. En el que los movimientos de su nariz al olfatear el sueño son imperceptibles. Un punto de vista preexistente a la mirada humana. Donde el día y la noche forman parte de una misma vibración. Veo la luz ir y volver sobre un complejo de puntos blancos y grises, tonalidades claras y oscuras. Mantos de luz y sombra que el viento mueve. Es la respiración del mundo, me digo, su sueño.
Sobre los grandes despliegues de energía escuchamos hablar con frecuencia pues - claro - incluso el menos avisado los nota.
Poco oímos del pulso de las plantas y las flores, del pulso de la tela de la araña cuando cae la mosca, de los latidos del corazón por ejemplo o de la presión de la sangre corriendo por las venas. Menos aun de una voz que se apaga.
Pero todo - incluso
Aquello que desfallece -
Es por un instante
Rojo.
Diferente al vuelo 
De los pájaros 
Tras el estallido 
De una bala 
-"Trueno terrestre", 
En el Orlando
Furioso- es el baile 
De los estorninos.

Sobre la página 
Diferente es también 
El vuelo / migratorio 
De las palabras

Imaginado 
Entre las líneas 
Y sus márgenes 
Blancos.
Al anochecer – cuando figura se confunde con el fondo oscuro – cuando los altos picos de los edificios, las altas cumbres se confunden – cuando paulatinamente por la ventana – que es mi punto de vista – comienza a penetrar el agua – y sigue su curso y colma todo el espacio – cuando la noche nos sumerge en el sueño: un ojo se abre, imitando el día.
Lepisma saccharina

El ratoncito
La cucaracha
La polilla y la termita

El piojo de los libros
Y la carcoma

El pececillo de plata o
Lepisma saccharina

Como cualquier lector voraz
Dejan huellas
De su paso entrelíneas

Agujeros en las hojas, caminos
Que son producto del hambre
Enfrentada a la oportunidad.
El aleteo repentino de un pájaro al interior de una casa produce alteración entre sus habitantes. Al interior del cuerpo se alborota el espíritu. Nada debiese hacer un pájaro entre muros o rejas, aun cuando este hecho pudiese ser considerado buen augurio.
Una vez, llegué de regreso a una hora poco habitual. Al abrir la puerta, encontré un gorrión sobre la mesa y me quedé petrificado. Tras la impresión, moví lentamente mi cuerpo, pegado a las paredes del departamento para abrir cada una de las ventanas. Decidí volver a salir para darle espacio al gorrión y que, así, encontrara tranquilo su propia salida. Al regresar a la hora habitual, ya no estaba.
Yo pensé, entonces, que tampoco el espíritu debería ser restringido por las barreras del tiempo y el espacio y que –como el pájaro– debía salir de ese edificio y de toda otra jaula. El verdadero problema era que no había donde salir.
En el calor inmenso de esta tarde los comerciantes sentados bajo sus tiendas dormitan. Cierran los ojos, bajan la cabeza y se entregan al sueño. Entre ellos, en el portal de la galería, el vendedor de flores cruza los brazos, cierra los ojos y deja caer la cabeza en la luminosa noche del día. A un lado, de su parlante suena "Paisaje" de Gilda.
A diferencia del resto, cuyas bocas abiertas o cerradas hacen muecas al mundo despierto, sus labios esbozan una sonrisa. No es el sueño el que lo envuelve en la noche del día, es la música.
Nuestro importante derecho de vivir en este maldito país. Carmen Berenguer

La libertad para
Explotar

– Con independencia
De credo etnia
O color de piel –

A mis hermanas
Y hermanos.

La libertad para
Decir

– Con independencia
De los golpes
Que la historia asesta –

Lo que quiera acerca
De los desplazados
Y los débiles.

Todo el bien para mí
Y nada más pido.

Para mí y mis descendientes
El aire más puro

El cielo más claro
Para mí y mis semejantes.

Entrada más reciente

última entrada del diario: 1129

Entradas aleatorias

El rey de Lidia echó a la suerte el destino de la mitad de su pueblo frente a una gran carestía. Los lidios son conocidos -eso se dice- por ser el pueblo inventor del juego de los dados. Los primeros dados fueron hechos con huesos de tobillos de oveja u otros mamíferos, pues estos huesos -llamados astrágalos- son similares a un cubo, en el que inscribían figuras o puntos. La suma total de los puntos de un dado de seis caras es 21. La suma de sus caras opuestas siempre es siete: 1+6; 2+5; 3+4. Tanto la decisión del rey de los lidios como la asignación de valor a los signos en las caras del astrágalo son arbitrarias. Esto sabía el rey de Lidia, que "se puso al frente de aquellos a quienes la suerte hiciese quedar en su patria".

09/2025 _ Conoce más