En el calor inmenso de esta tarde los comerciantes sentados bajo sus tiendas dormitan. Cierran los ojos, bajan la cabeza y se entregan al sueño. Entre ellos, en el portal de la galería, el vendedor de flores cruza los brazos, cierra los ojos y deja caer la cabeza en la luminosa noche del día. A un lado, de su parlante suena "Paisaje" de Gilda.
A diferencia del resto, cuyas bocas abiertas o cerradas hacen muecas al mundo despierto, sus labios esbozan una sonrisa. No es el sueño el que lo envuelve en la noche del día, es la música.