Hacia el año 2011 o 2012, comencé a anotar el presente, sin mayor propósito, sin ninguna rigurosidad o frecuencia preestablecida. He decidido, ahora, exponer esos apuntes que brotan cuando se “deja de escribir”, la escritura que media la distancia entre un libro y otro, bajo la condición de continuar con esta práctica y publicar esas notas durante un tiempo indefinido.

Mostrando entradas de 2019

879

De noche
El centinela
Ve llegar la mañana

Una flor negra
Que abre sus pétalos
Uno a uno.

878

“Filología es ese honorable arte que exige de quien lo cultiva sobre todo una cosa, distanciarse, darse tiempo, hacerse silencioso, volverse lento, es el arte y la pericia del orfebre, que debe realizar un trabajo finísimo y atento y no dar por alcanzado nada que no se haya alcanzado lentamente”.
Termino de leer esta cita de Nietzsche y levanto la cabeza: veo los brazos de la enredadera que se extienden, durante meses, para alcanzar su objeto inalcanzable.

877

Encuentro una rama rota / verso de cabo roto que suspende el sonido, que resuena en la cabeza.

876

Escapábamos de la cárcel. Las circunstancias de nuestro encierro no interesan. Lo único relevante es que éramos inocentes. Un montón de niños y niñas que habían sufrido en sus cuerpos el mundo, los golpes del mundo, el abandono del mundo.
Abierta la puerta, abierto el horizonte abierto, el cielo, corrimos juntos cuesta arriba. Teníamos una pelota que pateábamos dando gritos mientras subíamos por las calles inclinadas a la falda del cerro.
Nuestras caras se encontraban de vez en cuando. Nos queríamos mucho, descubríamos en esas miradas rápidas, que ponían en riesgo nuestra fuga, una nueva forma de querernos, sin palabras, de manera libre, por la simple visión del cuerpo exacerbado.
Todos teníamos un brazo o una pierna más delgada que la otra, una pierna que sufría de alguna herida vieja, pero corríamos juntos de todas formas y los músculos -atrofiados por el encierro- se educaban en el movimiento. Estábamos ejercitando el cuerpo, estábamos sanando de a poco.

875

En los sueños la casa familiar es un conjunto sin fin de habitaciones adheridas unas a otras sin mayor concierto ni consideración por las restricciones del espacio, otras veces un largo pasillo de muchas puertas, fragmentos materiales, en ocasiones, escombros de lecturas, del amor, del trauma, escombros del cariño y la violencia. Hoy despierto sobre mi cama, me levanto con más o menos fuerza que ayer o mañana, me ducho y salgo a la calle. Veo, a lo lejos, una polvareda.

874

Me distraigo, divago, imagino grandes cumbres, movimientos descendentes, vibraciones, la moneda del sol, la hoja del agua, la sombra del viento y recuerdo, de pronto, que hace una semana has muerto.
No importan ni su repetición ni el paso del tiempo, es una experiencia siempre nueva.

873

Suena la larga bandera fuera
del estadio nacional
se infla y enreda
en el cable que la iza y
roza la destruye
en lo alto vuelan sus trozos
integrados al gran viento.

872

Con los pies descalzos, siento el suelo con cada uno de los dedos, ejerzo fuerza sobre la tierra más abajo desenvuelta, tensa en su vida beligerante y arcaica.

871

Toco la corteza del árbol, la piel suave de otros animales suaves. Toco mi propia piel, mi rostro, acaricio la ceja izquierda. Me conozco de nuevo, a mí mismo, por intermedio del tacto por el que conozco el mundo.

870

Tras su muerte el muerto pasa a ser parte de la familia, parte de la muta, parte / de la manada. Tras su muerte el muerto pasa a ser propiedad de la manada, pierde toda individualidad, pasa / a ser parte también de la tierra, crece en los hierbajos, se integra al cuerpo del gusano, al cuerpo de la papa y el grano.

869

Incorporar el duelo en cada actividad, en la fiesta, en el trabajo, en la protesta. Hacer del duelo una posibilidad de reunión, una forma respetuosa de entender la alegría.

868

Es el hombro
izquierdo

la boca del hombro izquierdo

la boca
del corazón

de donde brota
negro

un pelo negro
una cabeza
negra

un brazo

una mano llena
de sangre llena

brazo de la suculenta
brazo del agave
del aloe lleno.

867

Me perturba recibir el pésame de amigas y amigos, de otras personas que tienen un cariño general por mí. Pienso que aquella actitud respetuosa debería ser reservada a su familia, a sus viejos amigos. Por otro lado, comprendo que reconocen algo suyo en mí, como si ella hubiese sido a través de mí de alguna manera y yo en su cuerpo otra imagen de mí mismo, que la amistad realmente incorpora al otro en el cuerpo propio.
Entiendo ahora el duelo. Entiendo ahora que una parte de mí también ha muerto con ella y que una parte de ella vive en mí.

866

La noticia de tu muerte aparece frente a mis ojos como otro vilano. Otro vilano que se suma a la vida múltiple en primavera.

865

El sol que sube por el cerro. El viento que baja por su falda. Ejercen presión sobre mi cuerpo, cuando camino de vuelta, esta tarde.
Resiste al comienzo la presión el cuerpo, pero cede. Se abre cada uno de sus poros. Respira el tejido aireado, de pronto nuevo, recompuesto. Absorben el sol las papilas que experimentan el mundo. Cada agujero recibe y da, convive en el aire con las partículas de luz cálida, del viento tibio. Tocan los surcos de los pies los surcos de la goma del zapato, tocan / los surcos de la tierra, bajo el asfalto, sobre las raíces y la vida subterránea.
Consigo entrar, de vuelta a la casa. Me siento, como lo hago siempre, sobre la imagen de un cuerpo que lee.

863

Anoche soñé que tenía una hija, una hija hermosa que era a veces un perro. Dormía a los pies de la cama o iba a mí para enredarse en mis brazos y me hablaba suave y articuladamente entre gruñidos y ladridos. Y yo la amaba pues no tenía nombre o era quizás una extensión de mi verdadero nombre. Mayormente permanecíamos tirados en la cama o en el suelo al nivel de los mamíferos menores. O con el hocico sobre la hierba al nivel de los insectos. Y nos mirábamos con un amor profundo y desconocido hasta entonces para mí. Enrollado mi cuerpo, dormía mi hija en el hueco que quedaba entre mis patas, la cola y el hocico. Al mediodía había ido a la clínica a verte y caminé después hasta la casa desanimado. La gente volvía a reunirse en el hueco de la Plaza Italia entre las patas de Santiago, perro hoy viejo y amoroso como yo en mis sueños.

862

Anoche, mientras se acordaba la idea de una nueva constitución para Chile, se utilizó la metáfora de la "página en blanco" para dar cuenta del carácter radical del nuevo pacto. Hoy la Plaza Italia amaneció cubierta por una sábana blanca (una capa de nieve), así como el siguiente día hábil, luego del fin de semana del 18 de octubre, edificios estatales fueron pintados, como bancos y otras instituciones han sido pintadas y repintadas para cubrir rayados y otras imágenes.
Es difícil no leer la hoja en blanco, la sábana blanca, los muros pintados, como imágenes

861

En un diario apareció hoy, domingo 10 de noviembre, una nota que invitaba a un conjunto de escritoras y a algunos escritores a ficcionalizar el movimiento social, la revuelta social, a la que llaman "crisis" y caracterizan como "malestar", "manifestaciones", "violencia".
La operación ideológica es visible, clara: dividir "realidad" y "ficción" con el objetivo de despolitizar la escritura, banalizar el movimiento social.

860

Han asesinado a personas. Les han arrebatado los ojos.
Pero estamos juntos. A pesar de la violencia del Estado.
Es el momento más feliz de la vida. Siento que es necesario no negar este hecho: la felicidad respetuosa, contenida, del presente.

859

De pronto, cuando todo comienza a bajar y ejerce presión sobre mi cuerpo -hoy, como en la práctica, como en el amor, como en la amistad, vuelve a ocupar su sitio el cuerpo-, pienso. Y aquel acto, lo recibo como una bendición.

858

Un último copo de nieve cae, lentamente, bamboleándose tras el vidrio de la ventana. Me acerco. Es la cipsela del plátano / oriental que insiste, como la vida vegetal insiste, a su propio tiempo.

857

El ruido del helicóptero me obliga a elevar los ojos al cielo. Una bandada de palomas traza su vuelo elíptico entre las azoteas de los edificios.

856

En medio del sueño, en medio / de la tarde –las cortinas abiertas (los ojos entrecerrados) para que la luz entre– veo caer la nieve. Blanca, cenicienta, sobre cada cosa.
Me elevo de la cama y levito hasta la ventana, enamorado de la nieve y todo lo que toca.

El barullo de la calle me despierta, los gritos de la calle / me despiertan, los disparos, / el fuego; / la ceniza del árbol viejo que transporta el viento y llena el aire a la falda del cerro.

855

Soñé que alguien me abrazaba mientras dormía. Y pude dormir tranquilo, sin preocupaciones.

854

Entre todas esas imágenes, una me ronda, persiste. Es 19 de octubre, camino rumbo a la Vega Central, es la mañana siguiente a la primera noche de toque de queda. Los “sin techo”, los alcohólicos, los desaforados, los locos, los hombres perdidos, continúan durmiendo en la Iglesia de la Recoleta Franciscana, en los dinteles de los edificios, bajo el puente, envueltos por sus pequeñas jaurías, sobre las bancas del Parque Forestal, con los zapatos como almohada y la mano en la entrepierna, agarrados de sus penes tibios como único abrigo. Esta imagen cotidiana me asalta otra vez, en esta mañana, tras despertar.
Estos hombres están fuera del horizonte político de la movilización.
Cuando se restringen las libertades de movimiento y reunión, estos hombres solitarios continúan durmiendo junto a sus perros, con las manos en sus penes tibios.

853

El marpat –camuflaje de patrón de pixeles, también conocido como patrón digital, usado por los marines estadounidenses– supone “una realidad en la que una lámina de ruido estático o nieve ya ha caído sobre las cosas. Esta es una de las primeras pruebas de que, en la actualidad, los medios de comunicación han cubierto el mundo con una finísima capa de nieve con la que debemos camuflarnos si queremos adaptarnos a la realidad”.

Hito Steyerl

852

En medio de la movilización, de la protesta, la huelga, de pronto el ruido inarmónico se vuelve música. Patricio Marchant tiene alguna página emocionante al respecto. En “Consideraciones sobre el ballet de los valets”, texto que escribe hacia el final del gobierno de Pinochet (hoy, ayer, estas palabras, “gobierno de Pinochet”, se vuelven espesas, precisas, porque fue su gobierno ilegítimo y no su dictadura el que se sometió a consenso), reflexiona sobre la música que acompaña las épocas históricas, los procesos revolucionarios, político-sociales. Es “La Carmagnole” de la Revolución Francesa, “Le Temps des cerises” durante la Comuna de París, la “Bandiera rossa” del socialismo italiano de comienzos del XX. Pero, en un sentido más profundo, la música de la palabra “compañero” que resonó en el proceso de la Unidad Popular. Aquella palabra desjerarquizadora que, a pesar de las diferencias que separaban a los distintos sujetos sociales, marcó un espacio de unidad. Ni siquiera un horizonte común, sino un presente afectivo.

851

Es fácil ponerse sentimental, épico, simular el ceño intelectual que proyecta sus deseos en la movilización y su fuerza, referirlas al pasado o a un hipotético futuro en el que el poder es incontrarrestable. Simular / el rictus del periodista integrado que ve en el uso de la tecnología un arma contra la violencia y ratifica, de paso, la retórica cursi de los valores de la familia y la solidaridad. Ante las palabras –hoy agujereadas– solo queda poner el poco de cuerpo que resta.
P., me dijo: hoy yo me siento una delincuente más.

850

Vandalismo. Guerra. Catástrofe. Tres campos semánticos que las autoridades han utilizado para caracterizar la protesta. La desobediencia civil. El propósito inmediato: criminalizar, vandalizar, dividir, naturalizar la profundidad del problema social. El propósito ulterior: evadir la responsabilidad política.
Si es vandalismo, el problema se reduce a un asunto de defender la propiedad pública y privada. Si es guerra, es la integridad nacional la que está puesta en riesgo. Si una catástrofe, la solidaridad es la única solución.
Así, de un modo u otro, se despolitiza la acción sin programa, los saqueos y la destrucción del espacio público. Pero lo político es la vida.

849

Las imágenes se registran, se superponen y exhiben de manera desordenada; se distribuyen bajo las lógicas y en los canales de las redes sociales, por un lado, y en la televisión y la radio, por otro; son reorganizadas, repetidas en loop, comentadas por periodistas y expertos; palabras se les adhieren –imágenes ruidosas, que suenan en las calles, dentro de los edificios y en las casas; imágenes ruidosas que desplegadas una tras otra, una encima de otra, le dan cuerpo al ruido y, de pronto, nieva.
Es 23 de octubre y está nevando en Chile.

847

Hoy confundí mi imagen con otro / cuerpo / disponible como la araña / Portia que pulsa / en un hilo de la tela / el ritmo de muerte de la mosca / y atrae la otra / araña cazadora / sin mosca / canibal / ciega presa de su espejo.

846

allá. cuando hubo un mar. en lo alto. colmado. por lágrimas grandes. de grandes. animales. impresionados. en los cielos. blancos. animales esta tarde. acá. cuando abajo vuelven. a correr la pampa. abierta. oscuros. animales. de dorados lomos. visitan. a veces. ciudades. cercanas. y los vientos fríos. esta tarde corren. el sol. tibio intenta. domarlos. pero llueve.

845

sobre el mar
una bandada
de gaviotas

sombra altiva del
cardumen sombra

de la bandada

espuma que las
gaviotas vuelan

al ras del agua.

844

Veo capas
alineadas
con la línea
del ojo

las hojas
del plátano
oriental

sus frutos
y vilanos

un brote
de nubes
en el cielo

veo líneas
sobre un plano
luminoso

cuando
todo pasa

de inmediato
inadvertido.

843

En la ribera, los arbustos se levantan, levantan sus sombras negras y parten. Son los hombres que viven alrededor del Gran Sauce, a la orilla del río, defecan entre los arbustos, esconden en los arbustos el preciado oro de sus cosas o se levantan con negras bolsas en primavera, parten a lavar sus vestidos en las fuentes cercanas, cuando el sol es amable.

842

Capas de sonido. Pájaros. Gorriones, tordos, chincoles. Máquinas. Autos que cruzan el camino que de antiguo rodea el cerro. El silbido opaco del computador. Se acoplan al sonido de otras máquinas de control, otras máquinas energéticas, a la máquina suave del cuerpo / débil del animal. Yo escucho estos ruidos, cantos que se enredan en una gran madeja gris y rosa. Veo de reojo sus sombras que se proyectan acá dentro, mientras leo: sin querer asir nada, sin querer incorporar nada.

841

Sueño a la distancia con la línea de una ciudad. Una ciudad que no es esta o alguna otra, una ciudad que ya no está.

840

La película fue estrenada casi un año antes del atentado a las Torres Gemelas. Luego de que dos aviones se estrellaran en el corazón de esas imágenes en las que el pasado siglo permanece intacto. Imágenes de una ciudad en la que una familia se forma, en la que los amigos se quedan, en la que los niños crecen, en la que la memoria de los domingos de verano en el Central Park es todavía un motivo de alegría.
Imágenes como estas, de la vida familiar, de la vida íntima, de la vida cotidiana, posteriormente, vinieron a colmar nuestra relación con lo visible. Todos participamos de este régimen de la nostalgia y la presentación de sí. Tras ese atentado (tras el atentado en el corazón de lo visible) se ha vivido un proceso de intensificación de la producción de imágenes y su procesamiento digital, un uso por el que se han despojado del vínculo familiar en la serialización, en la construcción de perfiles políticos y de consumo; imágenes utilizadas para nutrir el miedo a perder la vida, para nutrir discursos conservadores, alimentar la violencia de quien ve en el otro al enemigo.
Imágenes que en su proliferación (en su aluvión intolerable) ya no se dirigen a nadie, que nadie puede ver, pero que se encadenan con otras imágenes similares y se hacen partes integrantes de procesos políticos de reconocimiento e identificación. Imágenes destinadas a la acumulación de dinero y poder, a la especulación que sacude el sustento de una realidad superviviente a la imagen, ya como reverso, ya como referencia, ya como experiencia religiosa o familiar.
Son imágenes bellas, sin embargo, emocionantes, los últimos diecisiete minutos del milenio, que nos hacen sentir más humanos.

839

La película de Jonas Mekas fue estrenada en noviembre del año 2000. Utilizó en ella décadas de filmaciones de videos familiares y registros de audio, que van más o menos desde fines de la década del sesenta hasta los últimos minutos del año 1999. Dice que no pudo simplemente dejar de filmar. Que no es un cineasta sino alguien que filma, no un filmmaker, sino un filmer. Su trabajo no es tanto el producto de una deliberación como de una actitud de disponibilidad frente a las imágenes, frente a la memoria. En alguno de los momentos de esta larga película de casi cinco horas, les pregunta a sus hijos ya crecidos, en los últimos diecisiete minutos del milenio, si las imágenes que ha registrado de sus respectivas infancias coinciden con la vida que recuerdan. Son ellos, sin embargo, afirma, son ellos vistos por él, pero también es el recuerdo de su propia infancia el que ha filmado en las experiencias de esos niños que descubren el mundo.

838

En el sueño mi papá me contó sobre sus nuevos amigos. Amigos que han conseguido pues se han preocupado –él y la mamá– de pequeñas cosas, como por ejemplo la ropa, como por ejemplo cierta nueva actitud amistosa. Han hecho nuevos amigos porque están viejos y los amigos se van muriendo. Me cuenta en particular que han aprendido algunos chistes y, gracias a ellos, tienen nuevos amigos, chistes muy fomes que ha escuchado de otros, dad jokes que comparte con otros padres de familia. Despierto del sueño con la certeza de que muchas cosas comienzan con un chiste.

837

Francis Ford Coppola dijo alguna vez que gracias al acceso a la tecnología del video casero, en un futuro cercano, todos tendríamos la posibilidad de filmar nuestra propia película, en nuestras propias casas, con nuestros amigos. De ese deseo nació Compost, una película interior, que nunca alcanzó a ser filmada.

836

Mientras veía la película (la vida) de Jonas Mekas: As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty; me asaltó la pregunta sobre cuál es –para mí, ¿cuál será?– la materia en la que en algún momento se impondrá el desorden armónico de las relaciones humanas. Aquellos materiales heterogéneos que mostrarán eventualmente la forma en que serán leídos, por mí y por otrxs.
¿Cuál es para mí –¿el diario?– ese soporte en el que sin pensarlo se inscriben y habitan las personas que he amado?

835

En la somnolencia imaginé que esta cama en la que duermo -de colcha azul, de sábanas blancas- era una playa gentil.

834

Hoy. La nostalgia de hacer algo hermoso. Más precisamente, la melancolía de hacer algo hermoso, sin objeto / incomprensible, enraizado al bienestar de mi cuerpo, adecuado al placer. Una suerte de tristeza por no estar haciendo –el lenguaje habla en la luz–, de no vivir sumergido en el ritmo del verso que se parece al ritmo orgánico de lo que crece y se multiplica o transforma, de manera más o menos violenta, a su propio tiempo imperceptible.
A cambio, la vida falsa, la doble vida, inútil, fuera de ritmo.

833

Cuando acabe el mundo seguirá el mundo sostenido de su imagen. Como el insecto enredado en la tela (de su sombra) o la mano que se retira luego de tomar la moneda que cae en su palma. Y sin embargo suena en el piso. Y sin embargo continúa cayendo. Seguirá el mundo atrapado en la tela de su imagen. Desplazado en su incontable sombra.

832

Soñé -era de noche, estábamos en un alto edificio- que la carretera que atraviesa la ciudad era una larga serpiente arrastrándose entre la hierba que brillaba.

830

Digo en mi cabeza cualquier cosa
Y siento una alegría extraña
Es el primer día de primavera
El sol calienta el rostro
Se escucha el golpe de los frutos
Que anuncian su caída
Cuando la hoja recién rompe.

829

A la hora en que todos vuelven a sus casas
dejan otros edificios
cierran puertas para abrir otras puertas
yo me quedo
una sombra se queda
sin cuerpo, sin referencia
a ningún cuerpo.

828

Hace una semana murió David Berman. Mi tía murió hace siete semanas. Tenían la misma edad.
Tres o dos días después de su muerte (y enterarme de sus causas), escuché una entrevista realizada en junio pasado en la que hablaba de Purple Mountains, su disco próximo, la próxima gira de promoción.
En la entrevista responde a cada pregunta con sinceridad, habla de su depresión con una honestidad vergonzosa.
Al día siguiente no tengo fuerzas; aun la más superficial interacción la siento como un ataque personal que me deja abatido. P., luego, de noche, me escucha y reconforta por el chat. La honestidad es antisocial. En algunos contextos, frente a los desconocidos, a quienes no pueden verte sino como la imagen de lo otro. Me preocupa este reconocimiento tras recordar mi honestidad frente a personas que recién conozco; en relación con mi sexualidad, con mis dolores y alegrías.
Hoy desperté y leí el libro de B., –el sueño es otro libro, que nunca acaba de comenzar, interrumpido por el sol–. Me emociona su lectura. Descubro en él la expresión de una vida calma, preocupada por su cuerpo que envejece y el ambiente en el que se desenvuelve, lleno de una sabiduría tibia y silenciosa que no por eso carece de voz. Es la voz de un cuerpo que nutre y educa los cuerpos de los que ama en un mundo estragado, como este en el que vivimos.
Recuerdo haber leído sobre el trabajo que realizó Juan Downey con los yanomami, caníbales endogámicos que, al morir sus cercanos, queman sus cuerpos en una pira y comen sus cenizas, como una forma de asegurar la inmortalidad de sus seres queridos. Todo cuerpo es, entonces, un hogar (el fuego en la palabra hogar), un edificio, una villa / un montón de otros cuerpos que participan del mundo a la manera de la masa.
No sé qué quiero decir. No hay nada definitivo en estas palabras sobre la muerte o el amor por los que mueren. Está bien.

827

El humo sale del tubo de escape vertical. Se aleja el bus. Deja atrás la negra nube de humo. Suspendida ante el horizonte. Dibuja en el cielo su propia forma inmóvil. Todo pende del grafito del humo. El tubo del que escapa. Bus y horizonte. De su forma vertical. Amigo del viento. Bandera del mundo.

826

Hunde las manos en la hierba
Poda / remueve la tierra
Para que crezca
Más y más verde
La brizna salvaje
Cuerpo en la gaiola
Sombra del fuego sin borde.

825

Entre tantas estrellas
Estaba el sol
Nubes entre otras nubes
Y volaban pájaros

Contra el cielo
Sobre las copas
De los árboles.

Corría el viento
Entre las hojas
Los edificios de oficinas
Y habitaciones.

Había muebles bajo las estrellas
Bajo los techos cocinas
Camas bajo el sol
Utensilios bajo el cielo

Todo estaba solo.

824

Es necesaria una lengua para reconocernos como humanos, como mujeres, es necesaria una lengua para reconocernos como monstruos.

823

Fueron las bibliotecas de los amigos y amigas, cuando llegué a Santiago, fue la biblioteca de R., y la de la Facultad de Filosofía, las reuniones en las que leímos el Canto del macho anciano o, sentados fuera de los salones llenos de humo, Trilce y la vanguardia peruana, Magda Portal y Martín Adán, fue la vanguardia internacional, Los campos magnéticos y Una semana de bondad. También El diablo en el cuerpo, Elvira Hernández y Epifanía de una sombra.

822

Hay un episodio conocido en Frankenstein de Mary Shelley. El momento en el que el monstruo deja el espacio de la inmediatez de los sentidos y la necesidad para entrar al doble mundo de las representaciones. Conoce la historia de amor y violencia de la humanidad a través de su filosofía y su literatura. Aprende todo esto –refugiado entre las tablas de una vieja choza lateral a la cabaña de los De Lacey–, espiando a Felix y Agatha, quienes instruyen a Safie (una joven árabe) sobre las materias de Occidente y la cristiandad.
La identificación entre el monstruo y la mujer extranjera es evidente, así como en términos más generales la identificación entre sujeto femenino y monstruosidad es evidente. Ahora bien, hasta ese momento en el que adquiere una lengua, el monstruo no podía reconocerse como tal, sino a partir de la fuerza directa que se le oponía a modo de violencia social. Su carácter monstruoso es derivado de la adquisición del lenguaje.
En Transgender Warriors de Leslie Feinberg existe una escena paralela. Leslie –quien hasta ahora “pasaba” como un “buen hombre” entre hombres y, más precisamente, como un buen obrero judío entre obreros negros, latinos e indígenas norteamericanos– ingresa a las filas del Workers World Party en Buffalo, donde divide su tiempo entre reuniones educativas sobre comunismo y manifestaciones contra la guerra de Vietnam, el racismo, el sexismo y la homofobia.
Es el espacio de la organización de la protesta, sin embargo, fuertemente dividido entre tareas para hombres y otras para mujeres, donde revive las divisiones y jerarquías sexuales que, desde el momento en el que el doctor que atendió su nacimiento declaró “It’s a girl”, le habían hecho objeto de violencia y odio.
Acude a Jeannette Merrill, una de las fundadoras de la filial del WWP en Buffalo, quien le acoge y le invita a formar parte de las reuniones y las clases de autodefensa reservadas a las mujeres del partido. Es en este momento donde comienza un nuevo proceso de aprendizaje. Junto a compañeras y compañeros comunistas conoce la obra de Che Guevara, Nkrumah, Mao Zedong, Ho Chi Minh y Rosa de Luxemburgo, estudia El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Engels, así como el panfleto de Dorothy Ballan, Feminism and Marxism, e indaga en las formas de vida comunitaria anteriores a la formación del Estado moderno, fundado en la diferencia sexual.
Esta experiencia de aprendizaje y salida del binarismo, a partir del cual solo podía definirse como “he-she” frente a la división heteronormativa de la sociedad, fue la experiencia crucial para la escritura de esa historia a contrapelo de la historia que es Transgender Warriors.

821

“The whole concept of gender is more fluid in traditional life. Those paths are not necessarily aligned with your sex, although they may be. People might choose their gender according to their dreams, for example”.
Leslie Feinberg

820

He tenido los más maravillosos sueños. En los que he sido feliz y permanezco en silencio, rodeado de personas que me quieren y a las que quiero, con las que me siento cómodo a mediodía, a medianoche, entre una y otra estación.
En mis sueños el mundo gira a mi alrededor, pero soy respetuoso y giro alrededor de los demás cuando bailamos. Toco la piel de quienes amo y quienes me aman tocan mi piel, en habitaciones tenues, matizadas entre la infancia y la adultez, donde todo es intermedio y la piel es mate como la piel de las plantas a la noche. Hablamos de programas de televisión que no he visto, pero reímos porque nos entendemos.
V., me dijo hace unos días –muchos años atrás, en la cocina, junto a la mamá, preparando dulces para la fiesta de mi cumpleaños– que los sueños son deseos cumplidos. De día soñamos juntos el sueño de la masa, de noche, yo vivo una vida paralela en sueños.

819

Me dice que a veces le embarga la sensación de que la vida es difícil o, más bien, que ha resultado difícil. No por las dificultades materiales y políticas que supone vivir en un país injusto, sino porque los amigos están perdiendo la cabeza y las amigas ya la han perdido hace tiempo y que eso le produce una cierta angustia.
Entonces me escribe esperando que le escriba de vuelta. Pero yo no escribo. Dibujo y repito en cambio estas letras sobre un cuaderno de croquis para que aparezca tras sus formas la forma suave del mar.
Yo no respondo. Elijo por sobre la comunicación este ejercicio arraigado en la esperanza de que el color del mar coincida con el color de la escritura o que, al menos, la acumulación de estos fragmentos se parezca en algo a la tierra acumulada, a la historia del suelo y de la gente que habitó este territorio, convertida en astillas de huesos, trozos de loza y vidrio erosionados, indicios de una forma de vida en la que pudieron quererse, se dañaron y se amaron; formaron hogares en los que bebieron y comieron; construyeron edificios en los que trabajaron; cayeron sobre el suelo. Y el movimiento de la tierra, luego, y del viento, el movimiento del mar y del cielo erosionó sus huesos y utensilios y la tierra se les vino encima y deshizo su piel y su pelo, sus uñas y sus nervios y absorbió sus fluidos y ascendió como un brazo por entre las capas del suelo hasta romper el mantillo o, por alguna grieta del asfalto, extenderse al cielo.

Yo no respondo. Porque supongo en su mensaje una especie de obligación a la que me rebelo. Y porque a veces es más fácil pensar en los muertos que enfrentar a los vivos.

818

Cuántas cabezas
decora una peluca

cuántos cuerpos de
cuántas mujeres une

cuánta distancia
entre cabeza y cabeza

cabeza que ama una
y cabeza amada otra.

817

El calor se arrastra por el suelo de la peluquería y nos muerde los tobillos, afuera el frío cristaliza el aire. Me dice de pronto que si se le enfrían los pies de inmediato enferma. Deriva, tuerce su relato, pero vuelve siempre al tronco en el que descansa. Hoy me contó sobre su miedo y su fortaleza. Al salir yo, nos abrazamos. Supongo que durante los segundos que quedó la puerta abierta, dos animales opuestos –dos animales incompatibles– se enfrentaron bajo el umbral.

816

Es sorprendente la fuerza de la tela de la araña, la elasticidad de la brizna de hierba, de la rama que recién estira su brazo y se despercude.
Noto su fragilidad, sin embargo, cuando el viento –largo animal sigiloso– huye por el campo o las ciudades y agita rama, brizna y tela, se arrastra en los rincones que ilumina, serpentea en el aire y sacude la copa.
El amor es un poquito como eso.

815

¿Cuál es el mejor destino para un cuerpo?

814

Asaltar el cuerpo
arrastrarlo conmigo
escarbar un gran hoyo
con mis manos y mi hocico
que el cuerpo sea mi hueso.

812

Barrer las hojas secas, reunirlas en un montón, formar una pira.

811

Cuando era un cuerpo lanzado a la espesura. Cuando era un cuerpo sometido a la violencia. La fuerza del aire y el viento, del resto de los cuerpos y las cosas. Cuando sentía cada cosa, cada cuerpo y, con ellos, cada vello, cada respiro, el movimiento interno de los órganos, el sonido de la piel, estresada por la tensión o conmovida por las patas de la mosca que se posaban sobre ella.

810

Después del llanto, un deseo; que nos encontremos alguna vez, en alguna casa que pueda llamar mía y estemos juntos, sin obligaciones. Que pueda yo quitarte el maquillaje de la cara tan marcado, para que aprendamos juntos a maquillarnos y, con eso, todo lo demás, de nuevo.

809

Escucho a Vivek Shraya. Dice: “I really think that my femininity was taken from me”; e inmediatamente pienso en mi padre.

808

Me dormí fantaseando una fantasía febril. Imaginé mi vida y mi muerte mi renacimiento entre los brazos del viento mi sexo mi afecto, el amor vegetal la tiranía del sol en otoño la flexibilidad de mis brazos, mi corteza ruda. Cuando desperté, en el diario, el cura Valente escribía sobre el libro de Rafael Rubio como si no hubiese pasado nada entre 1960 y junio de 2019, como si la historia y mis sueños no tuvieran ningún peso, ninguna sustancia.

807

Me quedo perplejo (aunque perplejo es una gran palabra) viendo las ondulaciones del cabello de ese hombre. Un hombre normal, ni bien parecido ni feo, ni alto ni bajo, el pelo descuidado, seco, pero que aun así crece ondulado, se mueve, lentamente, a lo largo de mucho tiempo, como el viento se mueve, a veces, o las aguas.

806

Hoy el cuerpo es un ruido un ruido sin cuerpo sin fuente un río sin cauce sobre el río es un ruido otro río sin cuerpo sobre las aguas del río un río sin cuerpo un ruido de agua sin fuente o vertiente un río río abajo sobre las aguas del río.

805

Hoy el cuerpo es un ruido
un ruido sin cuerpo
sin fuente un río
sin cauce sobre el río.

Hoy el cuerpo es un ruido
otro río sin cuerpo
sobre las aguas del río.

Hoy el cuerpo es un río
sin cuerpo un ruido
de agua sin fuente
o vertiente un río
cayendo río abajo
sobre las aguas del río.

803

A la altura del pecho dos puntos / capullos / yemas vegetales. Ha sido siempre para mí motivo de ternura (algo parecido a la esperanza) imaginar el silencio de la rama – la hoja – el fruto que todavía no brota. Resuena allí la rotura asignificante que es el ruido del mundo desenvolviéndose, parecido al quiebre del verso que cae en la línea posterior.
Yemas vegetales rodeadas por la maleza del vello que corona la areola. Es un sonido imaginado, un peso, también imaginado, cuando tomo entre mis manos los pectorales todavía tiernos, todavía tibios, a pesar del clima frío anterior al invierno.
Es el sonido del cuerpo entendido como pausa, como detención entre un cuerpo antiguo y un nuevo cuerpo.

802

¿Cómo murió el padre de mi madre, la madre de su madre, el abuelo que fue padre e hijo y fue tierra?

801

El problema de la dignidad histórica me asaltó como un gran vacío y de pronto no tuve nada.

800

La pregunta fundamental de la novela / de la vida: ¿cómo recuperar una dignidad que ni siquiera se sabía perdida?

799

Hoy cambiaron el curso del río. La ciclovía inundada, las casas bajo los puentes inundadas. Hoy cambiaron el curso del río. Los cuerpos inundados se tambalean por la calle.

798

Caminamos por la calle, todos bien abrigados en el comienzo del invierno, tras salir de una misma casa, de la misma cama.

796

La hoja densa, sobre la cual reposa otra hoja.

795

El aire que respiro pasa entre las hojas y las mueve.

793

Las grietas del pavimento replican los accidentes del territorio, el deseo de la tierra por recuperar su lugar.

792

Recuerdo un fragmento de un diálogo en un sueño. Dije: Es un libro de citas, pero no son citas que primero leí en algún libro y que luego transcribí en un cuaderno, son citas que escribí de manera nueva, citas que soñé.

791

Es de noche, estoy acostado sobre la cama, los autos pasan por el camino que rodea el cerro hace 150 años.

790

Ellos son mi padre, mis tíos, mi hermano, siempre demasiado cansados.

789

Las otras familias pasan la mayor parte del día en sus casas.
Esta injusticia es palpable en la película (Aquí se construye), su manifestación es horrible, efectiva también para mostrar una manera de vida que brutaliza a partir del trabajo. En el movimiento de los cuerpos de los obreros es notorio su cansancio: las piernas que arrastran, los brazos caídos, yendo y viniendo, entre el día y la noche.

788

Como si la noche fuera un territorio, los obreros de la construcción parten tras su jornada laboral en buses y bicicletas a dormir en casas oscuras. Despiertan, todavía de noche, bañan sus cuerpos que perfuman, preparan bolsos y viandas, viajan de nuevo hacia el día.

787

Limpio con saliva la costra de sangre bajo la quijada.
Pongo la mano fría en la mejilla derecha, en la izquierda.
Arranco uno a uno los vellos que crecen entre las cejas, en los pómulos, o se escapan, a contrapelo.

786

Entonces forma con las manos un cuenco, para que yo vierta las mías en él.

785

Tras anclar brazos, cabeza y codos en la tierra, me ayuda a construir la postura; extiende mis piernas, guía mi cintura y consigo el equilibrio, parado de cabeza. El mundo se invierte y concentra en un punto que miro en frente, cuando todo pierde peso. Es el punto del equilibrio.

784

De pronto un dolor profundo me presiona el pecho, rompe luego en llanto o brota.
Sobreviene el agradecimiento. Agradezco este dolor porque me recuerda que tengo un cuerpo que siente, que piensa, que sueña.

783

Me toca la cabeza, mueve sus dedos en la amplia espesura del pelo y me desarticula, cada hueso cede a su juntura, caigo por dentro.
Todos me ven sin embargo por fuera, completo.

782

Vivir en trance.
Vivir entre cita y cita (el blanco, el aire).
Vivir en el habla de los ancestros / entre espíritus.

781

La notación como procedimiento estético / como actitud vital, como trance.
La notación es tiempo. Antes que otra cosa, una relación especial con el tiempo, un tiempo múltiple:
-el de lo inminente (aquello que amenaza con presentarse / lo que llega sin llegar, bajo una forma fugaz);
-el tiempo de la sobrevivencia de la imagen, por el que la nota se ensambla con otras unidades frágiles, precarias, a partir de huellas y marcas;
-el tiempo blanco de la hoja, vacío: la cesura entre cita y cita, el aire.

780

¿Qué nos recuerdan las plantas que crecen en los intersticios de los adoquines, entre las grietas del asfalto y el cemento, esas plantas y brotes ruderales que encuentran alguna abertura, algún orificio en el suelo para salir al sol?, pues que bajo el asfalto, bajo el cemento y los adoquines, está la tierra.

779

Las manchas de orina en las paredes descienden como un gran chorro y se expanden para luego ramificarse en líquidas raicillas, avanzar por entre las ranuras de los adoquines y llegar hasta el asfalto / la huella / la calle: metáfora del mar (que sobre todo después se cierra).

778

Es domingo por la mañana. Camino a la Vega, tras todas las esquinas, pequeñas estructuras precarias parecidas a casas, nos protegen del frío.

777

El libro comparte con la ciudad la traza del futuro, el aspecto utópico por el cual una ciudad está siempre en construcción / siempre en ruinas.
Por otro lado, el presente es el más arduo de los laberintos.

776

La hoja se proyecta en la sombra de otra hoja a mediodía. De noche se mueven como un gran tumulto. Alguna rama se quiebra. Escuchamos el chasquido. Es la vida inatribuible del texto –su ruptura asignificante–, paralela a la danza desatada de la vida inmóvil.

775

Hoy, al despertar, abro la ventana y miro. De pronto un hombre sale desprendido del cerro, orina en su falda y parte. He visto estas apariciones extrañas salir también del Gran Sauce: hombres fantasmagóricos que nacen de su tronco oscuro o de entre las ramas que penden al ritmo del viento / de la corriente del Mapocho sobre la que cabalga un segundo río dorado en los veranos.
Caminan luego río arriba o escalan hacia la calle y se pierden entre la gente que va y viene entre sus casas y la Vega.

774

Terminamos de ducharnos. Es un día caluroso tras la práctica de Educación Física. Agradecemos la usual ausencia de agua caliente en los camarines. Volvemos a la larga banca sobre la que hemos dejado nuestros bolsos con la ropa del liceo público. El compañero nuevo entra tarde a la ducha. Nos espera para quitarse la ropa frente a todos. Tiene un pene grande y semierecto, pálido como el resto de su cuerpo. Con el pelo largo sobre los ojos, deja sus cosas y nos mira. De inmediato nos cubrimos al verlo y caemos sobre la banca, apresados entre el vaho que expelen los cuerpos desnudos y la pared del camarín. Por un segundo contemplamos esa revelación. Él está ahí, parado y blanco en medio del vaho, resplandeciente como un animal mítico.

773

Me quito la ropa frente al espejo y alcanzo a ver el movimiento del hombro que se acomoda para darle fuerza al omóplato y que así el pecho se abra. La camisa cae a mis pies sobre el pantalón y entro a la ducha.
Estoy a ambos lados de la cortina: bajo el agua caliente, sobre las baldosas frías. El vapor va llenando el baño, envuelve la bruma el cuerpo del viajero. Es madrugada, se avecina el invierno.

772

Entro al baño público. Camino a la espalda de un hombre joven que se lava las manos frente al muro espejado.
Así como la bruma densa se nos avecina tras salir de la casa por la mañana en invierno, su perfume se me viene a la cara. Continúo hacia el urinal más lejos y me interno en su olor ácido que es el olor ácido de los baños públicos, de las esquinas de los edificios estatales en pleno centro los lunes por las mañanas, de los camarines de las escuelas públicas donde los adolescentes muestran sus penes que bambolean con mayor o menor autoestima, con mayor o menor deseo de ser vistos por los otros, de tocar a los otros y de ser tocados, tras la ducha, luego de Educación Física, después de echarse el desodorante.

771

Aprieto por error el botón de enter en medio de una frase y tengo la sensación de haberla roto, como se rompen por descuido las frágiles ramas de la enredadera, los hermosos espárragos en los que la vida resuena, como en el preciso momento en que la yema vegetal rompe y se convierte en peciolo.
Es el sonido del brazo del texto, de la rama del texto, que se extiende en busca del sol y suena.

770

El cuerpo es una casa. También recuerda
Según Bretón, Yo
Es una casa embrujada.

769

Luego de acabar de afeitar esa barba rala que cada vez me parece menos mía, veo mejor las manchas que con el pasar del tiempo han marcado mi piel.
Cuando niño, a los siete u ocho años, acompañé a la mamá a visitar a un doctor que, auscultando el iris del ojo (ventana del alma), podía diagnosticar enfermedades biliares, padecimientos del páncreas y el apéndice, y curarlas con yerbajos e infusiones.
Notó el rostro manchado de la madre (por el sol, los metales presentes en el agua potable del desierto, los cambios del cuerpo tras dar a luz a una hija y dos hijos, la injusticia) y diagnosticó que yo (empequeñecido por esa mirada torva que me reducía a una metonimia de mi madre) padecería en la edad adulta de sus mismos achaques:
mal estómago coyunturas
débiles manchas
en el rostro nubes
tras las ventanas de los ojos.

768

La arquitectura del Infierno es similar a la estructura geocéntrica del Paraíso.

Cuidar de las necesidades del cuerpo.
Atender a mis deseos.
Atender a quien esté inmediatamente cerca (el prójimo / absolutamente otro).
Cuidar a quienes me quieren y a quienes quiero.

El yo es el monte Purgatorio, su octava cornisa el Paraíso Terrenal, bañado por las aguas de dos ríos, el Leteo, que hace olvidar los pecados, y el Eunoé, que reaviva el recuerdo del bien cumplido.

767

En mis sueños, cuando huyo, huyo a ciertos lugares de la infancia. La infancia, que no es una ciudad situada en el pasado, sino el espacio vacío donde puedo participar del mundo sin hablar, sin discursos. El espacio vacío donde hoy se levantó un colegio entre las calles Bandera y Mateo de Toro y Zambrano, el espacio vacío de la cancha donde hoy hay un conjunto de casas diminutas entre El Roble y Pedro Lobos, la esquina misma de la casa vacía, su interior vacío alrededor del que esta ciudad gira.

765

Desperté en medio de la noche y apresurado balbuceé el siguiente sueño:
Caminaba por las calles con grandes trozos de grasa. Una grasa blanca y sólida. Me habían dado alguna droga y llevaba muy contento esos grandes trozos blancos y firmes. Volvía al hogar –el hogar es donde no se vive solo–. Sobre el refrigerador había una nota en la que me decían que habían ido a dar un paseo, pero volverían pronto. Yo escalé el refrigerador que era inmenso para quedarme en lo alto a contemplar la remota arquitectura de la cocina y el living. Bajé luego y me miré al espejo. La piel de mis brazos era quebradiza y violácea, tenía grandes moretones de vidrio por piel, en el dorso de las manos, en el pecho, en la frente. Me sacudí y cayeron pedazos del vitral de mi imagen al suelo. Este era un sentimiento de felicidad, estaba cambiando de piel. Me quedaba dormido después. Llegaron de vuelta cargando sus propios muertos. Acostado en la cama leía una nueva traducción de Moby Dick que tenía ciertas interrupciones del traductor, notas y glosas, largos poemas al final de los capítulos en los que reflexionaba sobre su oficio. Me tapaba la cara con el libro para no ver a esos fantasmas, también para no ser visto. Te acercabas a la cama tratando de quitar el libro de mi cara, me hablabas tranquilamente para despertarme por fin. Tú me acariciabas entonces la pierna, sentada más atrás, a los pies de la cama. Yo estaba enfermo y necesitaba toda esa atención. Esa era precisamente mi enfermedad.

764

El año termina con un descenso y el año comienza por un descenso.
El prefijo latino de- indica una dirección, un movimiento de arriba hacia abajo, una caída, una separación presente en "delirio", "declinación", "deriva", en la palabra "deseo".

763

Cibus, somnus, libido, per hunc circulum curritur. “El hambre, el sueño, el deseo, ese es el círculo en cuyo interior giramos” (Séneca. Epístola LXXVII).

Rodeamos la pista de aterrizaje como una gran ave rapaz a su huidiza presa.

Rompemos una nube. El sol proyecta la sombra del avión sobre esa otra sombra opaca.

Las nubes huyen de la ciudad para cubrir el bosque.

Carreteras, caminos, senderos que penetran la espesura conducen hacia el claro del bosque, de donde los animales huyen.

Volamos sobre el vellón de nubes. El cielo es el gran lomo de la blanca alpaca.

El cielo continúa en el río invertido. En el río, vemos el rostro del asombro y el espanto.

En el bosque, surcos por donde el humano ha abierto camino, claros donde deidades y daimones aparecen, donde nos sentimos arrojados e inermes, donde el animal viejo va a morir.

Rodeamos y rodeamos la pista de aterrizaje a la espera de que escampe. Mientras, miro las nubes lejanas y visualizo formas de animales gloriosos a los que temo y amo como a un padre muerto, proyecto mi ego sobre las nubes, creo ver a dios como un hombre desesperado por la soledad ve a dios en todas las cosas, el sol me toca tras sortear las nubes y el sagrado gran ojo de este pájaro de incontables ojos. Me vuelvo loco.
La voz del capitán interrumpe esta manía. Han autorizado una nueva aproximación a la pista de aterrizaje. El aire sube por las alas y descendemos.

Somos esa sombra que remonta los verdes cerros. Allá abajo, en algún claro, un animal mira al cielo con miedo y corre.