Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ tomar

Soñé con un poema que leí antes de dormir. Vuelvo a tomar el libro por la mañana, con los delicados dedos del sueño.

En estas circunstancias acotadas y específicas, despertar es la continuidad entre poema y sueño.
Seguramente
En el futuro
Voy a ver menos

En el futuro
Seguramente
Voy a escuchar poco

En el futuro
Moveré mi cuerpo
Con mayor dificultad

Seguramente un libro
No será para mí
El mejor de los objetos

En el futuro
Voy a desear

Tomar un libro
Entre mis manos

Para escribir después

-Como hoy aunque
De manera diferente-

La historia
De mi vida completa.
Después de tomar la decisión de no escribir. El diario va adquiriendo modos nuevos.
Aparece la nota en la mente, se delinea y define, encuentra su forma de imagen y pasa / indiferente a la fijación de la escritura. No deja huellas

sino estas y el silencio
los espacios blancos
y los saltos de tiempo.
"Las lianas en nuestra América", escribió en 1873 José Victorino Lastarria, pueden crecer en un momento, pero sus sarmientos toman "el vigor del árbol secular en que se enlazan, y viven con él una edad prodigiosa".

Los árboles -en el discurso de inauguración de la Academia de Bellas Letras- eran robustas metáforas del liberalismo político, la filosofía positiva y la lengua castellana. En el siglo XIX, las lenguas eran entendidas como plantas y árboles.

Durante el XX, las palabras llegan a ser hojas que se unen para formar ramas. También los sintagmas se conceptualizaron como estructuras de superficie a las que subyacen ramas o raíces. Del otro lado del campo (semántico), la idea del rizoma quiso derribar la estructura arbórea del conocimiento occidental y sus raicillas ("estamos cansados del árbol"; árboles y raíces "nos han hecho sufrir demasiado").

Hoy los árboles (sus raíces y relaciones simbióticas con ciertos hongos) parecen ser comprendidos como sistemas de comunicación e interconexión descentralizados similares a la imagen nodal que se tiene de internet (...).

A pesar de todo,
de todas formas, nunca

es el tronco el que produce atractivo, sino la liana, la rama, la raíz o la micorriza. Nunca / la corteza dura, sus nudos tensos, su olor ininteligible, nunca / la vida de la araña y los gusanos o el cabeceo del carpinterito.

Quizás el humanismo publicitario, que proclama que estamos todos conectados, o la idea contemporánea, casi religiosa casi paranoica, de que todo tiene sentido, algo tengan que ver con este desprecio del tronco -pues se lo da por sentado-, su cuerpo fibroso y su corteza. Otra realidad se impone con el tronco, con la copa y su presencia sombría: cuando un árbol cae o es talado, pueden morir con él especies completas de plantas y animales.

El desprecio del tronco, "el odio chileno al árbol" puede ser una actitud de ligereza ante la muerte (de los demás, de todo lo colectivo).

(Ahora bien, respecto de los hongos, valga tal vez una excepción pues con ellos la muerte -y el valor de la vida por consiguiente- cambian por completo).
Las nueve y media
En la calle Moneda
El vendedor de frutas
Dispone las paltas
Y las peras en su carro

Lo veo tomar una pera
De su bastón para que
Delicadamente gire
En el aire mientras
La deposita en la última
Fila de las cinco filas
De peras de agua verdes.
Pescan en la pileta al pez koi nishikigoi
La pileta es el mundo donde convive con el
Hierbajo acuático el pelillo gelatinoso
Que muerde y come confunde con el anzuelo

Y la lienza lo alza a los gritos y risas corrientes
De aire lo arrastran lo llevan de allá para acá
La lienza se suelta se tensa en el aire mientras
Las manos intentan tomar el cuerpo
Que escurridizo cachetea el cemento

Imitando el brazo convulso separado del cuerpo
Cede boquea no dejan de reír y celebran
Se calma conmovido se abandona a las risas

Por la boca recibe fuera del agua
la luz del sol
Desnudo de mar desnudo de pileta en un parque
Cercano al estadio regional de fútbol
de Antofagasta frente al balneario.
A veces escribo (ego) por el deseo / la ilusión de hacerle fintas a la muerte (“”) en un mundo cuya historia nos habla mayor-mente / de la destrucción de ciudades bibliotecas sus habitantes y lectores.
Como si todo estuviera en contra pero aun así yo (ego) escribe porque todo está en contra yo (ego) decide / vivir.
Pero un día cualquier en una esquina del centro la esquina de Alameda y Mac Iver fuera de la Biblioteca Nacional alrededor de una docena o dos docenas de carabineros -vestidxs de verde y negro / protegida la cabeza el pecho los hombros los brazos las piernas protegidos los pies- toman el cuerpo de una mujer lo elevan lo mueven de acá para allá lo contienen lo sostienen cuando se hace pesado y se lanza al suelo toman sus cosas su toldo su mercancía no le dan mayor importancia a la presencia de su hija y su hijo y se arma un alboroto hasta que deciden retirarse y dejan allí donde había un toldo de venta informal de ropa para perros y juguetes unas mujeres llorando.

Hay ciertas letras que se conservan a pesar del paso del tiempo ciertos ejércitos que sobreviven el paso del tiempo pero no / el ejército de las letras.
Otro deseo -pues habrá letras u otros signos- que al final de los tiempos les sobreviva unx lectorx.
Yo que tomé esta tierra y levanté con ella
Una montaña y un abismo
Hice manto de las chinchillas para capear el frío.
No se ha hecho necesario relatar, acompañar este tiempo con palabras. Cuando las cosas caen en sí mismas y ondea la sombra del helecho por la tarde. Podría contar cada segundo, cada hecho acaecido durante este tiempo (el tiempo en el que se escribe sobre otras superficies con otras herramientas), pero lo importante es que tal relato duraría el tiempo de la rama del helecho: semejante a la visión vertical del agua, que vuelve a tomar los surcos de los ríos secos tras las grandes lluvias.
La escritura, su presencia, mi presencia se cuidan la una a la otra. Me cuido de reducir al máximo el ruido de mis pasos, practicar una presencia leve y respetuosa cuando duerme, que es la mayor parte del día. Hace un tiempo me había pasado que al verla en la calle a distancia, arrojada, tuve un sobrecogimiento: estaba allí, con toda la fragilidad de su cuerpo pequeño. Ayer me pasó cuando después de comer me hizo fiesta, se acercó simplemente para que la acariciara, y sentí algo que puedo llamar ternura. Entiendo que es muy difícil volver cuando se toma este camino: el camino del cuidado mutuo; pero también que no es necesario volver.
He estado cuidando de J., durante los últimos días hasta el miércoles. Hoy se me quedó mirando por largo rato. Yo estaba atrapado en pensamientos sobre el pasado y el futuro, seguro de que su presencia allí a mi lado desmerecía mi atención. Pero tuve que voltear a verla hasta por fin reconocer el motivo de ese comportamiento. Una de sus patas estaba fuera del chaleco que la cubre del frío, lo que le produce -por supuesto- incomodidad.
He aprendido -me digo: solitario espectador de este monólogo-, durante los últimos días en los que mi vida se organiza alrededor de su comida y los necesarios paseos al cerro o el parque, la importancia de estar presente y disponible, la importancia de aprender a reconocer las necesidades de lxs otrxs, pero también que es importante destinar tiempo para unx mismx: tomar desayuno, darse una ducha luego de darle su comida; descansar en silencio tras los paseos; leer y escribir, pues estas pueden ser también prácticas de cuidado.
Un sueño. Una pesadilla.
La pieza. Domingo. Ocupado en mis propios asuntos: los asuntos del cuerpo; los asuntos de la imagen. Fascinado por las grietas que las imágenes
(azules de la desnudez,
blancas del camuflaje)
proyectaban sobre mi cuerpo: tomado mi cuerpo entre mis propias manos como objeto propio.
Por la ventana, primero, la mamá, segundo, la hermana grande hablaban acerca de mi desarrollo, mis nuevos gustos, reían sin tomarme en serio. Y yo refunfuñaba y hacía pucheros. Y yo me volvía bolita y me tocaba cada parte del cuerpo mientras las miraba por el rabillo del ojo a modo de venganza. Pero era tierno para ellas.
1972. 7 de diciembre. Desde una distancia de alrededor de 29.000 kilómetros desde la superficie de la Tierra, la tripulación del Apollo 17 en su camino a la Luna toma la fotografía conocida como “The Blue Marble”.
1946. 24 de octubre. Se tomó la primera imagen conocida desde el espacio en la que es reconocible la curvatura de la Tierra. Se utilizó la tecnología del cohete Nazi modelo V-2 capturado tras la Segunda Guerra por el ejército estadounidense. Fue lanzado desde Nuevo México con ayuda del científico Nazi Wernher von Braun, quien participó en el desarrollo de la tecnología del V-2 para el ejército alemán. En 1950, el ingeniero Clyde Holliday -que diseñó la cámara montada al cohete- escribió para National Geographic que tales imágenes mostraban “cómo se vería nuestra Tierra para los visitantes de otros planetas” (Richard Conway. “The First Ever Photograph from Space”. Time. 16 de julio, 2014).
1908. L. P. Bonvillain, sobre Le Mans, Francia, tomó la que es considerada la primera fotografía aérea desde un avión, que era pilotado por Wilbur Wright.
1906. Tras el terremoto de San Francisco, California, George R. Lawrence, utilizando una hilera de 17 volantines, tomó una vista de la ciudad sobre los 600 metros de altura, con una cámara de gran formato que poseía una placa curva que posibilitaba capturar imágenes panorámicas.
1906. En Alemania, Albert Maul tomó una fotografía desde una altura de 792 metros usando un cohete impulsado por aire comprimido. Luego de realizada la toma, la cámara era eyectada en un paracaídas.
1897. La primera fotografía aérea realizada con una cámara montada a un pequeño cohete fue tomada por el inventor sueco Alfred Nobel.
1889. En Labruguiere, Francia, Arthur Batut tomó fotografías aéreas usando un solo volantín.
1882. El meteorólogo inglés E. D. Archibald fue uno de los primeros en tomar fotografías aéreas utilizando una hilera de volantines con una cámara amarrada al último.
1858. Gaspard-Félix Tournachon, más conocido como Nadar, tomó la primera fotografía aérea conocida, hoy sin embargo perdida. Era una vista de la villa de Petit-Becetre, Francia, capturada desde un globo aerostático a 80 metros sobre el suelo.
Murió el padre
Sin llegar a conocer a sus nietos
Se fueron las hijas y los hijos
Murió la madre

El silencio por fin tomó la casa

Brotó de los orificios, de todas
Las orillas bajo todos los muebles
El habla de los invertebrados.

996

Una mosca toma mi cuerpo por la yema del dedo entre sus patas / y me eleva en el aire.

994

Desde el gobierno califican de “utensilios” a las armas (revólveres automáticos, entre ellas, subametralladoras, una UZI), cascos, escudos y chalecos tácticos con el signo de Patria y Libertad que encontraron en el allanamiento de las viviendas del grupo fascista que amenazó de muerte a la fiscal Chong.
Siempre me ha llamado la atención esta confianza que la política en general (y la derecha chilena en particular) deposita en el lenguaje. Así como se dijo que el adolescente “cayó” al río, por ejemplo, no demasiadas medidas prácticas o efectivas se tomaron en el momento en que se cambió el nombre al sistema de transportes Transantiago por RED, conservando su estructura y funcionamiento.
Es una confianza adánica, casi ingenua, que haciendo uso de su palabra [de su voz de mando] quiere volver a crear el mundo.

978

El río toma
A quien cae
En sus brazos
Le lleva consigo
Le mece le ayuda
A conciliar el sueño.

881

Amanece. La mañana me toma en sus brazos para ponerme en la calle. Camino suspendido sobre el día, segundo del nuevo año. Las paredes recién pintadas la noche anterior. La noche que deja –refugiada en su propia penumbra– una huella de olvido y violencia sobre las cosas.

833

Cuando acabe el mundo seguirá el mundo sostenido de su imagen. Como el insecto enredado en la tela (de su sombra) o la mano que se retira luego de tomar la moneda que cae en su palma. Y sin embargo suena en el piso. Y sin embargo continúa cayendo. Seguirá el mundo atrapado en la tela de su imagen. Desplazado en su incontable sombra.

803

A la altura del pecho dos puntos / capullos / yemas vegetales. Ha sido siempre para mí motivo de ternura (algo parecido a la esperanza) imaginar el silencio de la rama – la hoja – el fruto que todavía no brota. Resuena allí la rotura asignificante que es el ruido del mundo desenvolviéndose, parecido al quiebre del verso que cae en la línea posterior.
Yemas vegetales rodeadas por la maleza del vello que corona la areola. Es un sonido imaginado, un peso, también imaginado, cuando tomo entre mis manos los pectorales todavía tiernos, todavía tibios, a pesar del clima frío anterior al invierno.
Es el sonido del cuerpo entendido como pausa, como detención entre un cuerpo antiguo y un nuevo cuerpo.

674

Sobre sillas y colchones que amontonan en un rincón del mundo, frente al cine clausurado, celebran el día. Ayer pedían monedas fuera del supermercado. Hoy gritan y ríen y hablan tomando cajas de vino / gajos de sol sobre el cemento de las veredas, sentados en sus sillas y colchones.

667

Yo tomé su brazo entre mis brazos, lo acuné y lo puse a dormir.
Lo miré dormir en silencio.
Afuera, todo se desprendía, el aire se llenaba de esporas, “tan numerosas como los granos de arena y las estrellas del cielo”.

600

Este saber, una obviedad: tomar conciencia de la muerte es hacerse consciente de sí mismo en tanto que mortal.

588

Según Hoffman, hasta el siglo XVI, casi toda la poesía escrita en japonés tomó la forma del tanka. El tanka es un poema corto de 5 versos que ocupa la siguiente estructura silábica: 5-7-5 y 7-7.
Usualmente, el tanka muestra dos imágenes complementarias a manera de espejos: en el primer espejo se refleja la naturaleza y, en el segundo, la figura del poeta.

572

“Gonzalo buscaba algo, por eso repetía, por eso coleccionaba. Quizá nunca lo encontró, y nosotros, yo en este caso, no sé muy bien qué era, tal vez era solo salvarse o curarse de una obsesión. Tomó al fin la oportunidad de confrontarse con el umbral vida/muerte. Se le hizo corto el tiempo, pero le opuso palabras, las palabras de Veneno de escorpión azul. Quizá solo buscaba hacer una llamada, como esa llamada que esperaba Marilyn Monroe en el poema de Ernesto Cardenal. Acaso por eso, al revés, en alguna tarjeta del Archivo Zonaglo, hay anotados números telefónicos de personas que quizá aún esperan la llamada de Gonzalo, ese umbral o abismo ante el cual nos detenemos” (Walter Hoefler, p. 72).

Santa Águeda
“sueña que está desnuda
palpándose los pechos y buscando algo,
algo duro como un botón o un hueso”.


“La conjunción de ambos textos [‘El presagio’ y ‘A story about the body’ de Claro/oscuro] sugiere sin sombra de duda la amenaza de un tumor cancerígeno, que sin embargo no se nombra: primero como presagio y luego como causa médica de una amputación de ambos pechos. Este motivo adquiere una resonancia diferente para quienes sabemos que Gonzalo Millán moriría de cáncer algunos años después de publicar estos poemas” (Pérez, p. 139).

554

Se dice que la primera vez que un humano hizo su aparición en una fotografía fue por mera coincidencia. En una vista general del Boulevar du Temple en París, capturada por Daguerre en 1838, se nota la difusa figura de un hombre a quien le están lustrando los zapatos.
Esa imagen demoró entre siete y diez minutos en ser tomada.

535

Mi tía nos invita a tomar once a su casa para celebrar mi venida, el cumpleaños de mi madre y, en general, que hoy estamos juntos. Están los abuelos, mi tío, mi primo y mi sobrino. Reímos comiendo un pan horneado con gracia. Antes conversamos en el patio sobre los cactus del jardín, comemos frutas maravillosas y mi abuelo nos habla de los pájaros. Del viaje que hizo hace unos años a Cunaco a visitar a unos parientes perdidos. De esa primera mañana en la que el canto de los zorzales le regaló una vida nueva.
Para mí, es difícil escuchar estas historias sin tragarme unas lágrimas de alegría. Él, que resentí tanto durante mi adolescencia por ser un hombre como todos los hombres, se emociona con el canto del zorzal, la timidez del chercán, la vida altiva del tiuque.
Llega mi hermano luego y vemos álbumes de fotos. Descubro mi alegría infantil y se me enciende algo dentro. Después mi hermano cuenta cuando descubrió a mi abuelo entusiasmado viendo videos de las cortísimas faldas de las bailarinas de saya en Youtube y todos reímos.

508

Por las mañanas tomo la bicicleta y me voy a la playa. Señoras y hombres jóvenes practican ridículos deportes bailables de nueve a diez, algunos bañistas toman desayuno sobre la arena, armados de sándwiches y termos resplandecientes. Solo los viejos se internan en el mar. Más allá de las boyas, descansan flotando de cara al cielo porque el sol es todavía gentil a esta hora de la mañana. Yo floto junto a ellos, cuando una gran nube esparce su sombra sobre la cordillera de la costa.

493

“Monstruo", antes "mostro". Tomado del bajo latín monstruum, alteración del latín monstrum, "prodigio" (que parece ser derivación de monere, "avisar", por la creencia en que los prodigios eran amonestaciones divinas).
(Joan Corominas. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana).

~

El monstruo es un enviado de dios.

416

La semilla del Erodium cicutarium se entierra como un muerto obediente, así como quien se cansa de la vida. Estira, sin embargo, luego, su largo brazo para tomar el sol.

247

El viaje es interrumpido por una falla mecánica. Debemos esperar en medio del desierto a que el próximo bus nos lleve a nuestros respectivos destinos. Es de noche y el cielo es elocuente. Los pasajeros pierden la paciencia de inmediato o bromean con el desinterés de los sobrecargos. Tomamos café o Coca-Cola, imaginamos el paso del tiempo capeando el frío; algunos planifican el día, aprovechan para sacar cuentas, cerrar algún negocio, advertirse de las costumbres de los habitantes de la ciudad próxima. Yo miro hacia arriba y recuerdo: la Cruz del Sur, la Osa mayor, Escorpión y Tauro, el punto rojo de Marte, tendidos sobre el techo de la casa.

246

Nos abrazamos con delicadeza en el momento de la despedida. Yo recuerdo un cuerpo más fornido, lleno de vida. Me sorprende ahora esta inconcordancia, esa delgadez que me obliga a tenerlo más cerca para estrecharlo. Él me abraza también con cuidado, como quien toma un objeto invaluable y teme dejarlo caer.

209

Camino perdido por la calle mientras lloro mirando a los extraños que me evitan o me ven pasar o paran para abrirme paso. Es mediodía y estoy aterrado por el ruido de las bocinas y el traqueteo del milenario chasis de los automóviles; arriba, el cielo cerrado por las líneas de los edificios. Doblo en una esquina y un hombre se arrodilla para atajarme de manera gentil, pregunta por mi nombre, mis apellidos, me pregunta dónde vivo, si acaso sé cómo volver a la casa. A todo respondo que no. Me toma de la mano y me conduce entre la gente hasta una comisaría. Allí se hacen cargo de mí, me dan postres para calmarme, jaleas, una sémola lánguida y desabrida que como porque no sé qué otra cosa hacer. Estoy sentado en un pabellón oscuro. Al fondo veo la puerta por la que entramos. Llevo aquí dos días o más en los que la noche se ha ausentado. La puerta se abre al tercer día y aparece la madre con una sonrisa hermosa de alivio en el rostro. El último bocado es dulcísimo. Después salimos a la calle rumbo a la casa. Me dice: fuiste muy valiente.

¿Este es el recuerdo que he estado buscando?

204

Le cuento a J., y me entiende. Nos juntamos luego de unas horas en las que ha tenido que atravesar la ciudad para atajar esta caída sostenida. Tomamos sopa de zapallo y comemos diversas ensaladas verdes. Quiero concluir la noche rodeado por desconocidos para acabar con la ilusión de toda suficiencia que me invento. La mañana es maravillosa. Por supuesto deja de serlo. Recién ahora vuelvo después de quedarme retrasado en incontables esquinas, entre el boliche y la casa.

203

Mi hermana llama y no contesto. Estoy demasiado al filo como para sostener la voz un sábado a media tarde. Me escribe luego por el chat e insiste. Yo me preocupo de mantener el orden de esta casa que usurpo hasta que no puedo ya negarme a leer sus palabras.
Escribe de su dolor en palabras difíciles porque experimentar el dolor es difícil. De repente todo se suaviza y estamos juntos como hace mucho. Le propongo que nos veamos en un lugar hipotético a las 6 de la tarde de este invierno u otro y escribe: Sí, tomémonos un té a las 6 de la tarde mientras vemos el atardecer frente al mar y hablemos, porque somos hermanos y solo los hermanos pueden hablar de estas cosas.

192

El primer día en la casa de P. y C., nos fue arrebatado por la luz. Nos prepararon un desayuno austero. En frente, una anciana tomaba sol sobre la azotea. Hice un comentario y rieron. Entonces fui el cuarto entre ellas.

186

Una foto antigua. Caminamos por el Valle, me persuado de tomarte de la cintura, aprisionarte bajo mi brazo, pero me detienes exigiendo tu lugar en el mundo. Me invitas a observar allí, entre montañas de frutos secos, tu imagen.

70

Es poco lo que recuerdo de esa época. Flachazos de risas, de peleas, rostros grises. Todos confundidos en un tiempo improbable: C., J., R., tomando té con Graham Greene. 
Solo nos importaba el amor en nuestra lucha por ser nosotros mismos.

63

Estoy en el aeropuerto: campos minados, estrictas prohibiciones de tomar fotografías, militares, trabajadores volviendo a sus casas en el sur. Poco antes: Pedro desliza diez mil pesos en mis bolsillos. Por la espalda alguien toca mi hombro. Es la presencia silenciosa de la abuela, que me abraza y me habla al oído. Su secreto es hermoso.

50

No me he sentido muy bien últimamente. Las cosas están mal, algunos amigos toman partido por los empresarios, por los hombres.
“La vergüenza de ser hombre, ¿hay alguna razón mejor para escribir?”

9

Mi Tío toma el libro que traigo. Concluye:
-Para qué tanto.
Le encuentro toda la razón.
Es un buen hombre. Lo he visto el primer minuto luego de un año y conversamos. Charla de adultos. Me dice que tiene cierta pena. Lo comprendo. Quizás diez minutos en los que no siento algún tipo de incomodidad. Me mira y arguye una ocupación, comprende el arte de la convivencia. Se va de la pieza.