Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ juntos

De esta papa de este bulbo
Espero un campo de rosales un
Cementerio erguido

La calavera de tu madre
Y la mía juntas para
Pasar la tarde
A la sombra de la flor
Enamoradxs
De la pobreza de lxs otrxs

De esta papa
De este bulbo espero
Un bosque armado.
Abrimos los ojos
Anclados sobre aguas
Claras y calmas

-Agua clara y calma
Es el espejo del héroe-

Bah, quiero decir:
Amanece
Despertamos juntos.
Sorprendidos por la sombra de la araña de rincón, tras no poder sacarla de la casa sin dañarla, escribimos juntxs el siguiente poema:

araña

dos versos de
cuatro patas.
En la correspondencia entre Gabriela Mistral y Doris Dana hay semanas, meses, años sin intercambio, sin ninguna carta, ninguna exigencia, ninguna demanda, ninguna manipulación, ninguna palabra entre ambas. Es el tiempo en el que están juntas.
Comienzan los días y las noches fríos
cuerpos vencidos se arrastran
a la siga de otros cuerpos arrasados

una mano busca su reverso y juntas
encuentran una piedra tibia.

971

Levanto la cabeza del computador y veo la algarabía de las moscas que me rodean.
Digo: las moscas que me rodean, como si fuera yo el centro de su mundo satelital.
Miro nuevamente y allí estamos juntos: revoloteando ellas y moviéndome yo, a mi propio ritmo.

951

Hasta el momento en que Gutiérrez, el joven escritor José Santos Gutiérrez [González Vera], decide dejar la casa familiar y le propone arrendar una pieza en un conventillo, Aniceto no había sino vivido apenas, en algún rincón entre Buenos Aires, Valparaíso y Santiago. Esta pieza donde comparten una cama de una plaza y media, dos sillas y una mesa en la que José Santos escribe y fuma por las noches, mientras Aniceto se sumerge en el sueño, abiertas las páginas de un libro, es su primer hogar o algo parecido a un hogar.
José Santos es narrador, Aniceto escribe poemas que se deslizan por los agujeros de sus bolsillos para perderse también en su memoria. Por las mañanas se reúnen con Sergio en la falda del cerro San Cristóbal para ejercitar el cuerpo: suben caminando y bajan luego corriendo para ir a trabajar a la imprenta de la revista Numen, propiedad del poeta Juan Egaña.
Duermen juntos, asean sus cuerpos uno al lado del otro, dialogan sobre literatura y política, siempre juntos, al menos por un tiempo. En la conversación que mantienen antes de acordar esa vida precaria, pero libre, en común, se preguntan el uno al otro si tienen “inclinaciones hacia la homosexualidad”. “NO”, responden con mayúsculas. No hay una relación sexoafectiva entre ambos, sin embargo, se llaman a sí mismos los “convivientes”.
Es la segunda década del siglo XX en Santiago de Chile y Aniceto -a pesar de haber experimentado relaciones heterosexuales pasajeras y frustradas- nunca ha manifestado ningún deseo por una mujer.
Es la segunda década del siglo XX, los hombres jóvenes mantienen, a veces, este tipo de relaciones homosociales y, a veces, las dejan para encontrar un trabajo estable, formar una familia e ingresar a la política, los discursos, la vida institucionalizada. A veces también dejan una vida u otra: allí se convierten, a veces, en “enfermos o viciosos, borrachos, cafiches u homosexuales”, en suma: en los seres humanos (“desnutridos, abandonados, sin preparación ni destino”) que conforman el “submundo extraordinario, pero un submundo humano” de los conventillos.

929

¿Por qué una imagen debería hundirse?

Sin peso, las imágenes son sutiles, gaseosas; las palabras: cáscaras, láminas. Juntas: un aparato sagrado que olvidó el peso
de un cuerpo muerto.

Un cuerpo muerto. Pocas veces vemos un cuerpo muerto,
sino cifras, bajas, datos / políticas
de la muerte, discursos

sobre el bienestar,

que ocultan los cuerpos,

su peso / su capacidad de hundirse.

876

Escapábamos de la cárcel. Las circunstancias de nuestro encierro no interesan. Lo único relevante es que éramos inocentes. Un montón de niños y niñas que habían sufrido en sus cuerpos el mundo, los golpes del mundo, el abandono del mundo.
Abierta la puerta, abierto el horizonte abierto, el cielo, corrimos juntos cuesta arriba. Teníamos una pelota que pateábamos dando gritos mientras subíamos por las calles inclinadas a la falda del cerro.
Nuestras caras se encontraban de vez en cuando. Nos queríamos mucho, descubríamos en esas miradas rápidas, que ponían en riesgo nuestra fuga, una nueva forma de querernos, sin palabras, de manera libre, por la simple visión del cuerpo exacerbado.
Todos teníamos un brazo o una pierna más delgada que la otra, una pierna que sufría de alguna herida vieja, pero corríamos juntos de todas formas y los músculos -atrofiados por el encierro- se educaban en el movimiento. Estábamos ejercitando el cuerpo, estábamos sanando de a poco.

860

Han asesinado a personas. Les han arrebatado los ojos.
Pero estamos juntos. A pesar de la violencia del Estado.
Es el momento más feliz de la vida. Siento que es necesario no negar este hecho: la felicidad respetuosa, contenida, del presente.

820

He tenido los más maravillosos sueños. En los que he sido feliz y permanezco en silencio, rodeado de personas que me quieren y a las que quiero, con las que me siento cómodo a mediodía, a medianoche, entre una y otra estación.
En mis sueños el mundo gira a mi alrededor, pero soy respetuoso y giro alrededor de los demás cuando bailamos. Toco la piel de quienes amo y quienes me aman tocan mi piel, en habitaciones tenues, matizadas entre la infancia y la adultez, donde todo es intermedio y la piel es mate como la piel de las plantas a la noche. Hablamos de programas de televisión que no he visto, pero reímos porque nos entendemos.
V., me dijo hace unos días –muchos años atrás, en la cocina, junto a la mamá, preparando dulces para la fiesta de mi cumpleaños– que los sueños son deseos cumplidos. De día soñamos juntos el sueño de la masa, de noche, yo vivo una vida paralela en sueños.

810

Después del llanto, un deseo; que nos encontremos alguna vez, en alguna casa que pueda llamar mía y estemos juntos, sin obligaciones. Que pueda yo quitarte el maquillaje de la cara tan marcado, para que aprendamos juntos a maquillarnos y, con eso, todo lo demás, de nuevo.

756

“Flor y abeja forman un dueto y juntas crean una relación simbiótica por la que ambas dependen una de otra, tanto para su propio sustento como para el de las demás especies. La abeja necesita de la flor para recolectar el néctar que sustenta la colmena y la flor necesita de la abeja para esparcir su polen”.

739

“¿Pueden huésped y parásito vivir juntos y felices en el domicilio del texto, alimentándose uno del otro o compartiendo el grano de trigo?”

618

Hay un montón de textos entre nosotros. Un montón de textos usados para ofrecernos productos y servicios, para promocionar las nuevas políticas públicas del nuevo público. Textos sobre los que se construye el futuro de la nación; sobre la vida y la muerte que afrontamos juntxs (con mayor o menor entereza, sin salud, sin jubilación). Textos que nos muestran abiertos y felices (ofrecido el cuerpo al cuerpo del otro) o muy tristes (porque el deseo es informe y el cuerpo siempre inadecuado). Textos en los que aceptamos la propia muerte y la muerte de esto que hay entre nosotrxs, textos donde el amor refulge, quema y nos consume.

535

Mi tía nos invita a tomar once a su casa para celebrar mi venida, el cumpleaños de mi madre y, en general, que hoy estamos juntos. Están los abuelos, mi tío, mi primo y mi sobrino. Reímos comiendo un pan horneado con gracia. Antes conversamos en el patio sobre los cactus del jardín, comemos frutas maravillosas y mi abuelo nos habla de los pájaros. Del viaje que hizo hace unos años a Cunaco a visitar a unos parientes perdidos. De esa primera mañana en la que el canto de los zorzales le regaló una vida nueva.
Para mí, es difícil escuchar estas historias sin tragarme unas lágrimas de alegría. Él, que resentí tanto durante mi adolescencia por ser un hombre como todos los hombres, se emociona con el canto del zorzal, la timidez del chercán, la vida altiva del tiuque.
Llega mi hermano luego y vemos álbumes de fotos. Descubro mi alegría infantil y se me enciende algo dentro. Después mi hermano cuenta cuando descubrió a mi abuelo entusiasmado viendo videos de las cortísimas faldas de las bailarinas de saya en Youtube y todos reímos.

516

Más allá, en el mismo camino que recorrimos antes, hace años, nos volvemos a molestar el uno con el otro.
Caminamos juntos, inconsciente yo de sus deseos y sus temores.

496

Está, por un lado, el libro de los sueños, más propiamente el álbum, hecho de retazos de materiales heterogéneos, recogidos según aparecen, seducen o fascinan.
Por otro lado, el libro de la esperanza, que escribo para que estemos juntos, para que el sol salga y nos permita vivir un día más, un día a la vez, por el resto de la vida.
En algún sentido, en el horizonte, ambos son el mismo libro. El asunto es alcanzar a vivir el último y morir del primero.

310

Toda la noche tratamos de encontrarnos. De estar solos luego; de huir, después, de los amigos que se entrometían en el espacio delirante que se fue construyendo entre nosotros, para nosotros.
Inventamos alguna excusa para apartarnos (caer, solos, juntos), pero no conseguimos más que su lealtad acostumbrada, su ingrata compañía. Corrimos, entonces, fuera de los caminos hasta estar seguros de habernos perdido.

298

Una pregunta me inquieta. ¿Quiero que estemos juntxs o estar así: desequilibrado, maniático, fascinado?

203

Mi hermana llama y no contesto. Estoy demasiado al filo como para sostener la voz un sábado a media tarde. Me escribe luego por el chat e insiste. Yo me preocupo de mantener el orden de esta casa que usurpo hasta que no puedo ya negarme a leer sus palabras.
Escribe de su dolor en palabras difíciles porque experimentar el dolor es difícil. De repente todo se suaviza y estamos juntos como hace mucho. Le propongo que nos veamos en un lugar hipotético a las 6 de la tarde de este invierno u otro y escribe: Sí, tomémonos un té a las 6 de la tarde mientras vemos el atardecer frente al mar y hablemos, porque somos hermanos y solo los hermanos pueden hablar de estas cosas.

202

Puede ser que todos los proyectos que nos inventamos no vayan a acabar en nada: los trabajos inverosímiles que imaginamos mientras bebemos para capear el frío, las ideas que abarcan el cielo de los planetas habitables, los deseos de habernos conocido de niñxs para ser, ahora, un par de viejxs amigxs que se aman y soportan por sobre todas las cosas. Quizás cada unx muera más abandonadx que el otro en algún rincón de los extramuros de la patria, pero es bueno perder el tiempo juntxs, en frivolidades, en el trabajo, ha sido bueno reencontrarnos.

127

Las escucho hablar de sus hijos futuros, de la adopción y la militancia. Hemos comido juntos esta tarde. Ahora P., está recostada sobre tus piernas y tú acaricias su cabeza mientras se entrega a un sueño amable.

110

Este es el punto donde comienza nuestra historia. Este otro punto representa el fin.
El segmento en medio es nuestra vida juntos. La imagen de una playa desierta, 24 fotogramas de una película perdida.

102

La imagen de su corazón es una escritura incomprensible. Una escritura sin código.

La dimensión agregada. Una imagen que habitar. Una tienda en medio de la playa.

“Es el mismo amor, solo que dividido en dos”.

Decido tras nuestra reunión cambiar el título del libro por una promesa: Para cuando vivamos juntos.

101

Escribir sobre una imagen. Encontrar una imagen y comenzar por ella. Escribir sobre una imagen –sobre su corazón, por ejemplo.
¿Qué podríamos escribir sobre su corazón?
Y su último acto de amor fue abandonarme
O
“That’s the woman of my dreams. That’s who is. And she’s mine. She’s all mine. Forever”
Una imagen para cuando vivamos juntos.

99

“Si hubiésemos mandado el cubrecamas a la lavandería, si hubiésemos comprado un colchón nuevo, quizás todavía estaríamos juntas”.
Una historia de amor; de los objetos que permiten amarnos

89

En un vagón del metro nos despedimos de C., y tú lloras. Prácticamente hemos vivido juntos las últimas dos semanas y ha sido bueno.