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Toda la noche tratamos de encontrarnos. De estar solos luego; de huir, después, de los amigos que se entrometían en el espacio delirante que se fue construyendo entre nosotros, para nosotros.
Inventamos alguna excusa para apartarnos (caer, solos, juntos), pero no conseguimos más que su lealtad acostumbrada, su ingrata compañía. Corrimos, entonces, fuera de los caminos hasta estar seguros de habernos perdido.