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20 de septiembre.
La montaña surge de la noche.

Hay preguntas fundamentales, que apuntan al fundamento de las cosas. Así, la pregunta por el tiempo que tarda en formarse una piedra, el suelo que sostiene los edificios que nos sostienen.
Sin duda, podemos atisbar esa temporalidad a través de las marcas que ha dejado sobre la materia, pero esa pregunta por los fundamentos no pretende analizar, reconstruir o explicar lo plegado (las capas de tiempo denso).
La pregunta por el fundamento es una pregunta sin propósito: ese tiempo es inaccesible. A la deriva del conocimiento intelectual, esta pregunta tiende puentes entre tiempos diferentes, diferentes materiales, para explorar sus continuidades. La pregunta por el fundamento de las cosas es, en este sentido, una pregunta por sus relaciones amistosas. Una pregunta que actúa (quizás) como crítica a la concepción diferencial del ser, de lo individualizable, del individuo frente a eso que llamamos naturaleza.
De manera esencial, ese tiempo –el tiempo del fundamento– nos es vedado, pero no la capacidad de imaginar, la capacidad de simulación.

Camino de vuelta a la casa, veo a un niño venir de la mano de su padre, una alegría inexplicable me golpea: me emociona todo lo que le queda por vivir.