Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ cosa

language is a map of our failures. Adrienne Rich

El 23 de octubre de 2023 -día en el que cumplí cuarenta años- una bomba mató a la familia de un niño de diez, en la franja de Gaza al otro lado del mundo.
A niños y niñas como él, se los identifica con el acrónimo WCNSF: Wounden Child, No Surviving Family. Niño herido, sin familiares sobrevivientes.
"No hay lugar más solitario en el universo que alrededor de la cama de un niño herido sin familia que lo cuide", había declarado unos días antes el doctor Abu Sittah.
Construimos nuestras historias -personales y colectivas- alrededor de vacíos. Contar una historia dijo Laurie Anderson es olvidarla. Pero, ¿a qué se refería?, pues -muy acostumbrados al efectismo discursivo- nos quedamos a veces en el lenguaje y olvidamos las cosas del mundo, las experiencias particulares de quienes hablan, testimonian o escriben.
Laurie Anderson hablaba del recuerdo de cuando estuvo internada en el pabellón de niños de un hospital a los 12 años por una lesión a la columna tras un accidente en la piscina. En específico, enfatizaba en los detalles a los que volvía como recursos narrativos, cada vez que contaba la historia a esta u otra persona; detalles que reforzaban la propia imagen o su personalidad.
En una de esas ocasiones, recordó un detalle olvidado que la retrotrajo a la experiencia vivida (it was like I was back in the hospital): el sonido del pabellón en las noches; el sonido que hacen los niños que están muriendo.
Escribir en el mundo -hoy ayer mañana- es escribir alrededor de vacíos y olvidos; a partir de la experiencia propia pues parece impracticable hablar por los demás sin caer en el efectismo discursivo que oculta las cosas y las vidas hasta hacerlas desaparecer (en el léxico deshumanizador, en un acrónimo, en una bonita historia de superación).
Sobre esta tierra dormimos. 
Contemplamos el paso 
Del tiempo:

La vida abierta al mar 
Parecida a la vida 
Colorida de la flora endémica 

Lila de la dicliptera 
Amarilla del michay azul
De la flor azul de la dalea; 

Tuvimos tiempo de estar solos 
Sobre esta tierra 
-El tiempo del aprendizaje 
Y del juego-

Encontramos compañía en otros 
Que compartieron nuestra afición 
Por las cosas de la tierra. 

Hicimos el amor sobre esta tierra

Tras la partida otros 
Ocuparon el suelo en el que dormimos
Y soñamos. Elevaron 

Improvisados asentamientos 
Casas de madera y nailon 
De madera y latón casas
De madera y concreto.

Para quienes aseguran que en esta 
Tierra no hay nada, que nada 
Brotará de estas ruinas / digo

Bajo esta tierra descansan 
Los huesos queridos.

Sería incorrecto decir:
Se hunde en la negra noche
Naufraga en el mar más oscuro
Se pierde en la sombría espesura.

Entre tantas cosas, sin duda un árbol
No es parecido al niño o el loco
Que desviándose del camino se pierde

Ni un tronco es similar a una embarcación
-Aunque tradicionalmente sean
Los árboles / madera
De travesías y aventuras-

Son cosas que se dicen en poemas / cosas
Que surgen cuando hablamos desde el entusiasmo.

Sucede que hoy hemos estado por largas horas
Mirando el viento golpear las hojas de la Melia
-Conocido también como árbol de los rosarios-
Y nos ha encontrado la noche.
En una de las calles laterales de la biblioteca / nacional, durante / todo el día 26 de diciembre sentado / la pierna derecha sobre la izquierda las manos / en los bolsillos de la parka vista al frente.
El sol salió de entre las montañas de la cordillera / de Los Andes a mediodía aplastó cada cosa y más tarde desapareció tras los edificios / la historia cotidiana del día.
Durante todo ese tiempo el hombre se mantuvo allí sentado.

La imaginación y los paradigmas monumentales de la cultura / quizás inviten a pensar en una posible vida estatuaria para ese cuerpo a la intemperie / una vida que lo preserve de las estaciones y el paso del tiempo.
En el Otoño de la Edad Media, Johan Huizinga refiere diversas anécdotas de manifestaciones colectivas de llanto / movidas por la palabra de predicadores cuyos sermones eran seguidos de pueblo en pueblo -sin escatimar lágrimas ni las muestras más exageradas de contrición- por multitudes ávidas de alimento para el alma.
Por supuesto, sabemos de anécdotas como estas por medio de la escritura / de obispos y cronistas. No son estos / testimonios, sino formas (institucionales) de la escritura de la historia en las que la hipérbole permite la creación de sentido. Dice Huizinga: “Las cosas, desde luego, no pasaron así”, sin embargo, “la palpable exageración revela una base de verdad”: en un periodo atravesado por “la veneración religiosa” y sus prácticas públicas, esta propensión a las lágrimas (consideradas “buenas y honorables”) parecería “del todo natural”.

Tanto en Alcarràs como en Estiu 1993, películas de Carla Simón, los personajes lloran.
Pero antes que exageradas escenas de llanto y sonoros sollozos, las lágrimas aparecen como momentos de montaje, imágenes de corte o culminación que desestabilizan la construcción narrativa: así como si, sin previo aviso, el mantel de la mesa familiar fuera retirado con violencia por unx de sus comensales.
En este sentido, las lágrimas desvelan algo insuficientemente velado, siempre palpable, invisible por evidente: el duelo de una niña / el dolor de un padre / como eje de la escena / craquelada de la familia de raíz campesina en un mundo que -transformando sus formas de producción- derriba las representaciones que permitían tipos de identificación colectiva como la familiar y la del campesinado.
Este pareciera ser el fondo de verdad del llanto en Estiu 1993 y Alcarràs. Sin embargo, antes que llantos individuales, “personales”, vividos en silencio por una u otro, las lágrimas en estas películas aparecen entre brazos cariñosos en una escena de juego o ante los ojos de unos adolescentes que ven los de su padre fuertemente llorando.

Las lágrimas son una experiencia colectiva / de reencuentro frente a lo que de otro modo no sería / sino la destrucción del mundo y su memoria.
La piel envejecida
Cae sobre músculos
Tendones y huesos
Como una tela fina
Sobre las cosas preciadas.
Caminando -no todas, sí muchas cosas valiosas se ofrecen caminando- encuentro una imagen: una mujer escribe, semiacostada en medio de la calle, a la sombra del edificio del Archivo Nacional. Entre la luz y la sombra -en el inventario ilegible, perdido una vez escrito- registra el paso del tiempo.
Enamorado de mí mismo, contemplo mi imagen reflejada en la superficie del agua que -como tantas otras cosas: el remolino de pelos en el pecho de un caballo por ejemplo- es un espejo. El agua del balde que está situado –por motivos prácticos- a un lado del grifo, frente a la tienda plástica –cubierta de plástico- donde descansan un hombre una mujer y un gato, a las 9 de la mañana de este jueves.
A veces escribo (ego) por el deseo / la ilusión de hacerle fintas a la muerte (“”) en un mundo cuya historia nos habla mayor-mente / de la destrucción de ciudades bibliotecas sus habitantes y lectores.
Como si todo estuviera en contra pero aun así yo (ego) escribe porque todo está en contra yo (ego) decide / vivir.
Pero un día cualquier en una esquina del centro la esquina de Alameda y Mac Iver fuera de la Biblioteca Nacional alrededor de una docena o dos docenas de carabineros -vestidxs de verde y negro / protegida la cabeza el pecho los hombros los brazos las piernas protegidos los pies- toman el cuerpo de una mujer lo elevan lo mueven de acá para allá lo contienen lo sostienen cuando se hace pesado y se lanza al suelo toman sus cosas su toldo su mercancía no le dan mayor importancia a la presencia de su hija y su hijo y se arma un alboroto hasta que deciden retirarse y dejan allí donde había un toldo de venta informal de ropa para perros y juguetes unas mujeres llorando.

Hay ciertas letras que se conservan a pesar del paso del tiempo ciertos ejércitos que sobreviven el paso del tiempo pero no / el ejército de las letras.
Otro deseo -pues habrá letras u otros signos- que al final de los tiempos les sobreviva unx lectorx.
A veces caigo en el deseo de calificar la realidad que veo (cómo calificar el habla de otrx -las lágrimas de otrx- la vida nueva del zorzal
que alimenta a su polluelo / yemas vegetales botones de flor brotes chicos el verde bonito de la corteza y el mantillo).
No hay nada extraordinario en estos sucesos ni menos son incomunicables.
Parece quizás aburrido o innecesario extenderse en aquellas cosas vistas mientras se camina pues finalmente son lo que son y

A veces
Cada vez más
Frecuentemente
El diario trata
De no escribir

Es
Una invitación a caminar.

En silencio
Leo mientras ellas duermen
-Cuando San Ignacio de Loyola
Dice ellas se refiere a las lágrimas-

El silencio es una línea
Cabalgada por los ojos
Una cabalgadura 
Disponible 

Para las que duermen
Para el que se desvela.

Bajo el barro
Sin mis herramientas
O las cosas más queridas

Que sobreviva solo en tu memoria.
Y ella dice: ustedes no paran de hacer cosas todo el día van de allá para acá abriendo y cerrando puertas en un paseo incansable y sin rumbo.
A veces yo me detengo a escuchar su queja silenciosa, me hago un té y me siento. Entonces ella se acerca y se acuesta por fin en su cama a los pies del sillón, reclamando un descanso que ni pide o cree merecer, del cual solo participa sin más, biológicamente.
Sentado, veo por el rabillo de un ojo pasar la luz sobre cada cosa mientras trabajo. Por el rabillo del otro / veo el movimiento de las sombras sobre cada cosa,
sentado: tradicionalmente, las habitaciones son la representación de un viaje.
No se ha hecho necesario relatar, acompañar este tiempo con palabras. Cuando las cosas caen en sí mismas y ondea la sombra del helecho por la tarde. Podría contar cada segundo, cada hecho acaecido durante este tiempo (el tiempo en el que se escribe sobre otras superficies con otras herramientas), pero lo importante es que tal relato duraría el tiempo de la rama del helecho: semejante a la visión vertical del agua, que vuelve a tomar los surcos de los ríos secos tras las grandes lluvias.
En el discurso de aceptación de su derrota -una derrota que es para él, como dijo, una victoria, entre otras cosas porque en comparación con los 522.946 votos que obtuvo en la elección presidencial anterior, en esta segunda vuelta tres millones y medio de personas votaron por él-; en el discurso de aceptación de su derrota se tomó el tiempo de agradecer a las mujeres que participaron de su campaña, nombrando e individualizando a algunas, tras hacer un uso intencionado de una retórica misógina, homofóbica y transodiante durante los meses anteriores a su campaña. Entre ellas nombró a su esposa (“el necesario complemento”, dijo) y, luego, a su familia.
Se emocionó -se le quebró la voz, asomó alguna lágrima- al aludir a su esposa y sus hijos.
En la segunda vuelta hubo un intento de moderación de su discurso, un paso “al centro” que se materializó en la incorporación de algunas mujeres a la campaña, de algunos gestos de reconocimiento condescendiente a algunas colectividades y comunidades políticas: en el discurso de cierre de campaña se vieron un par banderas LGBTIQ y una bandera mapuche, efectivamente dispuestas entre otras banderas del nacionalismo y aquellas con su nombre -todas parecidas, todas homogéneas, producidas en serie-.
Pienso que esa emoción -esa muestra de humanidad ante lo que considera bueno y justo: la familia- debe ser leída en este contexto, como una operación entre otras (la moderación del discurso; el uso superficial de símbolos colectivos y comunitarios; el reconocimiento retórico del trabajo de las mujeres) pertenecientes a una estrategia política meditada pues es cierto, aunque perdió ganó y esa ganancia está -como una herida- abierta.
Escuchar de la boca de los jóvenes que atienden el almacén o del hombre de la verdulería de la esquina la palabra amigo cuando me interpelan es para mí tan raro como cuando en otra ciudad en otro tiempo los tenderos me llamaban capo campeón. Preferiría que me llamasen señor pues entendería entonces que hay una distancia irremontable que nada me conocen ni un ápice. La cosa es que no soy como ellos no me siento como ellos y prefiero que me digan cariño amor cuando estoy de ánimo u oiga.
Tengo unas cosas que contarte, entre ellas, mis sueños. La beatífica presencia de un niño, C., quien nos enseñó a nadar, a surfear la timidez, el sexo, el urgente deseo de ser otrx. Con calma, tibia, respetuosamente. Estábamos en la playa y el cielo caía en la forma de un tsunami. Esa era para todxs nuestra muerte más segura y más hermosa, embobadxs ante la calamidad del cielo.
Pero dijo -y obedecimos- hay que tirarse al mar, capear la ola, sumergidos girar bajo el agua en dirección contraria a la corriente. Y lo hicimos. Y contuvimos la respiración. Y cuando el mar estuvo calmo vimos uno a uno aparecer nuestros rostros como una sola cara amorosa.
Tengo unas cosas que contarte. Mi vida durante los últimos meses. El confinamiento nuevo. Las decisiones que se imponen. La apuesta por la revolución del cuerpo. La honestidad consigx mismx por añadidura.
En la tostaduría me atiende la señora mayor, a quien compro dátiles y almendras. Al despedirme soy excesiva / mente amable pues ciertamente / no debería estar trabajando, aunque quisiera, para unx u otrx jefx, sino en cualquier otra cosa, en otra parte cualquiera, escribir / tal vez el libro de su vida, imaginada o vivida. Pero qué sé yo y qué me meto también.

975

Luego de hablar brevemente con mi papá, pienso que pronto debe jubilar. Vivir esa etapa transitoria. Comenzar a despojarse -entre otras cosas- del miedo ante el deterioro del cuerpo. Supongo que en algún momento aquella experiencia, que llamamos, a veces, simplemente, vida, se transforma en otra cosa. Quizás en un reconocimiento. La muerte está aquí, indisociable del cuerpo que recibe el calor del sol, el calor de otros cuerpos, la satisfacción de la comida y la bebida, el sentimiento amable de la comodidad, el placer sexual, el goce sensitivo que ofrece el viento, el olor del mar, el pasto o la primera lluvia del año. Todo aquello por lo que sonreímos, abrimos la boca, los ojos; las pupilas se dilatan, las manos se abren los brazos, extendemos la espalda, se tensan los músculos, transpiramos, se relajan; hablamos bajito o para adentro palabras amorosas. Pero luego tiembla la voz de tu padre al otro lado del teléfono, como la tuya a este extremo, y piensas que es difícil, porque nunca han sabido comunicarse de esta forma, pero lo intentan aunque no puedan el uno ni el otro decir lo que callan: es el cuerpo, su exultación, parte del miedo.

968

Hoy pasó algo hermoso. El primer
impulso fue correr / a escribirlo pero
me detuve. Tanto por
la modorra de la mañana del domingo como por-
que estas cosas pasan todo el tiempo
y nadie las cuenta las escribe o las
registra y está bien.

957

Era aún de día, a la intemperie, cubiertos por pieles de conejo, nos preparábamos a dormir a la orilla del lago, sobre la piedra más plana. Fumarola del volcán, corona del horizonte los montes verdes. Más allá el mar de montes verdes. Cada pétalo lleno, de agua cada yema vegetal. Tú explicabas todas estas cosas a la recién nacida, y nosotros escuchábamos, inadvertidos:

monte verde
cuero del conejo
pupila lacustre
piedra plana
sacrificial.

Mi hermano y yo sabíamos del calor que habita al centro del frío. Todo estaba limpio, lavado por la lluvia.

933

Savasana es la asana del muerto. En el momento de finalización de la práctica, acostados en la oscuridad, con todo el peso del cuerpo sobre la tierra, tratamos de dejar de pensar, concentrándonos en la respiración.
En ese momento, en el que uno desea dejar de pensar, asaltan imágenes. Primero, las preocupaciones del día que, más o menos inmediatamente, se cancelan cuando la atención se sitúa en el aire que entra por las fosas nasales. Después, se avecinan recuerdos frecuentes. Otras veces, uno cree descubrir alguna cosa, algún matiz, una nueva cara entre esos recuerdos.
Hoy recordé la imagen de una persona. Más específicamente, recordé y ese recuerdo fue un reconocimiento: alguna vez la amé, en el pasado, como la amaba ahora, sin saber, mientras permanecía muerto.
Por supuesto, ese recuerdo también perdió importancia.

928

La verdad, para mí, es que unx se encuentra con pocos libros en su vida. Pero unx se esmera en escribirlos y leerlos con el deseo de que las palabras pesen. Como quería Nuno Ramos, que las imágenes sean cosas, “con propiedades físicas que las hiciesen hundirse” / dejar “una cicatriz física de su paso por el mundo”.

914

Hoy al ver a una mujer con un cabestrillo
recordé que cuando niño caí encima de otro
niño y mi cuerpo quebró su brazo en dos
mi mamá me obligó luego a visitarlo
y llevarle un cabestrillo blanco para su brazo
traté después de recordar sus gritos de dolor
pero no lo conseguí. Recordé sin embargo otra
cosa: que me agradecieron por ir a presentarle
mis respetos al cuerpo muerto de la tía muerta.

895

El argumento general de la discontinuidad entre representación y realidad. El argumento de la opacidad de las imágenes funciona (cuando funciona / cuando es funcional) como una verdad que apunta a la desnaturalización de las relaciones entre lenguaje y mundo: relaciones tradicionalmente entendidas como indiciales, de referencia, de correspondencia, de semejanza, de identidad. Pero no todo se reduce a eso, al vínculo del signo con su objeto.

Es cierto. El lenguaje no es el mundo. Puede muy bien no referir, ser inefectivo en su relación de continuidad con la realidad (cuando se dice –de noche–: una hoja en blanco; no se dice, por ejemplo, alguna hoja blanca), pero el lenguaje –a pesar de su trivial arbitrariedad (que dice: la relación entre significante y significado es inmotivada, convencional)–, el lenguaje cubre el mundo.

Discontinua, arbitraria, esta distancia marca otra distancia ontológica: la ausencia de correspondencia entre hecho del lenguaje y hecho del mundo (una hoja no es una hoja / blanca), pero el lenguaje es el mundo de una vez por todas, aunque no se corresponda con él (una hoja en blanco es un gran manto / blanco, una sábana blanca). El lenguaje cae lento, atajado por el aire, sobre todos los cuerpos, los envuelve: nieve / que cae blanca sobre las cosas.

El lenguaje es uno con el mundo. No se le opone. No corresponde a una realidad abstracta, otra, por la que la brutalidad de los hechos (la brutalidad policial, por ejemplo) se imponga sin mediación, como violencia pura y natural.
Lenguaje versus mundo; realidad versus representación, imagen versus referente. Son distinciones teóricas, abstractas, fundadas en intereses políticos y económicos.

890

Cuando se dice –de noche–
Una hoja en blanco. No se dice
Alguna hoja blanca. Se dice

Cae la nieve blanca de noche

Sobre los cuerpos y las cosas
Que reciben los golpes
De la nieve

En el campo abierto
En el monte verde.

881

Amanece. La mañana me toma en sus brazos para ponerme en la calle. Camino suspendido sobre el día, segundo del nuevo año. Las paredes recién pintadas la noche anterior. La noche que deja –refugiada en su propia penumbra– una huella de olvido y violencia sobre las cosas.

878

“Filología es ese honorable arte que exige de quien lo cultiva sobre todo una cosa, distanciarse, darse tiempo, hacerse silencioso, volverse lento, es el arte y la pericia del orfebre, que debe realizar un trabajo finísimo y atento y no dar por alcanzado nada que no se haya alcanzado lentamente”.
Termino de leer esta cita de Nietzsche y levanto la cabeza: veo los brazos de la enredadera que se extienden, durante meses, para alcanzar su objeto inalcanzable.

856

En medio del sueño, en medio / de la tarde –las cortinas abiertas (los ojos entrecerrados) para que la luz entre– veo caer la nieve. Blanca, cenicienta, sobre cada cosa.
Me elevo de la cama y levito hasta la ventana, enamorado de la nieve y todo lo que toca.

El barullo de la calle me despierta, los gritos de la calle / me despiertan, los disparos, / el fuego; / la ceniza del árbol viejo que transporta el viento y llena el aire a la falda del cerro.

853

El marpat –camuflaje de patrón de pixeles, también conocido como patrón digital, usado por los marines estadounidenses– supone “una realidad en la que una lámina de ruido estático o nieve ya ha caído sobre las cosas. Esta es una de las primeras pruebas de que, en la actualidad, los medios de comunicación han cubierto el mundo con una finísima capa de nieve con la que debemos camuflarnos si queremos adaptarnos a la realidad”.

Hito Steyerl

843

En la ribera, los arbustos se levantan, levantan sus sombras negras y parten. Son los hombres que viven alrededor del Gran Sauce, a la orilla del río, defecan entre los arbustos, esconden en los arbustos el preciado oro de sus cosas o se levantan con negras bolsas en primavera, parten a lavar sus vestidos en las fuentes cercanas, cuando el sol es amable.

838

En el sueño mi papá me contó sobre sus nuevos amigos. Amigos que han conseguido pues se han preocupado –él y la mamá– de pequeñas cosas, como por ejemplo la ropa, como por ejemplo cierta nueva actitud amistosa. Han hecho nuevos amigos porque están viejos y los amigos se van muriendo. Me cuenta en particular que han aprendido algunos chistes y, gracias a ellos, tienen nuevos amigos, chistes muy fomes que ha escuchado de otros, dad jokes que comparte con otros padres de familia. Despierto del sueño con la certeza de que muchas cosas comienzan con un chiste.

811

Cuando era un cuerpo lanzado a la espesura. Cuando era un cuerpo sometido a la violencia. La fuerza del aire y el viento, del resto de los cuerpos y las cosas. Cuando sentía cada cosa, cada cuerpo y, con ellos, cada vello, cada respiro, el movimiento interno de los órganos, el sonido de la piel, estresada por la tensión o conmovida por las patas de la mosca que se posaban sobre ella.

781

La notación como procedimiento estético / como actitud vital, como trance.
La notación es tiempo. Antes que otra cosa, una relación especial con el tiempo, un tiempo múltiple:
-el de lo inminente (aquello que amenaza con presentarse / lo que llega sin llegar, bajo una forma fugaz);
-el tiempo de la sobrevivencia de la imagen, por el que la nota se ensambla con otras unidades frágiles, precarias, a partir de huellas y marcas;
-el tiempo blanco de la hoja, vacío: la cesura entre cita y cita, el aire.

774

Terminamos de ducharnos. Es un día caluroso tras la práctica de Educación Física. Agradecemos la usual ausencia de agua caliente en los camarines. Volvemos a la larga banca sobre la que hemos dejado nuestros bolsos con la ropa del liceo público. El compañero nuevo entra tarde a la ducha. Nos espera para quitarse la ropa frente a todos. Tiene un pene grande y semierecto, pálido como el resto de su cuerpo. Con el pelo largo sobre los ojos, deja sus cosas y nos mira. De inmediato nos cubrimos al verlo y caemos sobre la banca, apresados entre el vaho que expelen los cuerpos desnudos y la pared del camarín. Por un segundo contemplamos esa revelación. Él está ahí, parado y blanco en medio del vaho, resplandeciente como un animal mítico.

763

Cibus, somnus, libido, per hunc circulum curritur. “El hambre, el sueño, el deseo, ese es el círculo en cuyo interior giramos” (Séneca. Epístola LXXVII).

Rodeamos la pista de aterrizaje como una gran ave rapaz a su huidiza presa.

Rompemos una nube. El sol proyecta la sombra del avión sobre esa otra sombra opaca.

Las nubes huyen de la ciudad para cubrir el bosque.

Carreteras, caminos, senderos que penetran la espesura conducen hacia el claro del bosque, de donde los animales huyen.

Volamos sobre el vellón de nubes. El cielo es el gran lomo de la blanca alpaca.

El cielo continúa en el río invertido. En el río, vemos el rostro del asombro y el espanto.

En el bosque, surcos por donde el humano ha abierto camino, claros donde deidades y daimones aparecen, donde nos sentimos arrojados e inermes, donde el animal viejo va a morir.

Rodeamos y rodeamos la pista de aterrizaje a la espera de que escampe. Mientras, miro las nubes lejanas y visualizo formas de animales gloriosos a los que temo y amo como a un padre muerto, proyecto mi ego sobre las nubes, creo ver a dios como un hombre desesperado por la soledad ve a dios en todas las cosas, el sol me toca tras sortear las nubes y el sagrado gran ojo de este pájaro de incontables ojos. Me vuelvo loco.
La voz del capitán interrumpe esta manía. Han autorizado una nueva aproximación a la pista de aterrizaje. El aire sube por las alas y descendemos.

Somos esa sombra que remonta los verdes cerros. Allá abajo, en algún claro, un animal mira al cielo con miedo y corre.

735

“La naturaleza es la ‘telaraña de la vida’, que se extiende en todas direcciones, uniendo las cosas vivas con el resto de las cosas”.

725

“A thought so passionate and alive that like the spirit of a plant or an animal it has architecture of its own, and adorns nature with a new thing”
Emerson, “The poet”.

707

Luego de encontrarnos una vez al mes en la peluquería, hablar del frío y de la lluvia que nunca llega, con la tibia mordida del calor en los tobillos que se arrastra fuera de la estufa, hoy podemos decir que ha dejado de hacer frío.
Es un día azul de primavera.
Hablamos después sobre la avaricia y el dinero. Dice en algún momento de esa conversación que me preocupo de mantener con leves movimientos de cabeza y afirmaciones, que el problema de las personas es creer que han nacido solo para una cosa: subir en la escala social / conseguir más posesiones materiales / llegar más lejos que sus padres: la vida como vía aditiva.
Hoy –es la mañana del martes–, cuando creo que debo ensimismarme en la escritura del otro libro, entiendo que no nací para una u otra cosa. Hay tiempo para todo.

671

Motivos de dolor:
-que el otro no pueda vivir el paraíso que deseo para él
-el crimen por inconsciencia / el crimen de arrogancia: dañar sin querer (a quien lo quiere a unx)
-que no encuentres refugio
-mantenerme callado cuando es necesario decir cualquier cosa: está bien / el sol cae / el día comienza / se abre el poema
-no tener nada que escribir.

645

Kazan (el traidor) –quien fue el marido de Loden entre 1968 y 1980–, responde, ante las palabras de Duras sobre la coincidencia entre sujeto biográfico y personaje, que Barbara Loden (de larga experiencia como actriz en el teatro y el cine) siempre incluía algún elemento de improvisación en su trabajo, “una sorpresa” que le otorgaba vida a su actuación.
Sin embargo Duras se refiere a otra cosa. El milagro de Wanda supera la interpretación actoral: “Ella es más auténtica en la película que en la vida”, dice, sin haber llegado a conocerla.
El milagro no parece radicar entonces en la actualización de contenidos biográficos, la fidelidad, naturalidad o realismo de la interpretación, es un asunto de “autenticidad” por el cual se hace legible, como idéntica, la relación entre el cuerpo de una mujer específica y un discurso particular sobre las mujeres.

640

La vida, como toda ficción que simula la vida, comienza con la salida del sol.
Wanda (1970), la primera y única película de Barbara Loden, empieza por la mañana, en una casa empobrecida, ubicada en las cercanías de un yacimiento de carbón al norte de Pensilvania.
Dentro de la casa un niño llora; el llanto se superpone al ruido de camiones y excavadoras. Wanda duerme sobre un sillón en la casa de su hermana y, a medida que el ruido del día comienza a iluminar las cosas, despierta.

633

Entre los escasos fragmentos que alcancé a escribir conservo los siguientes:

“Y el juego consiste en darle a los postes a pesar de que la noche es inminente o, por lo mismo, por tanta luz inútil, tanta luminaria y tanto camino iluminado. Sus nombres eran bíblicos: Zacarías, Saulo, Manuel, José. De alguna manera, yo soy todos ellos”.

“Ocho y media de la tarde, ni siquiera nueve. Hora del día, y era esto un consenso entre los niños perdidos para siempre el mes de junio de 1990, en que la sombra de una persona alcanzaba su mayor dimensión, especialmente en el solsticio de verano.
Saulo siempre fue el más alto de todos, lo seguían la Caty y la Olga, José, de menor edad, aún no alcanzaba un desarrollo satisfactorio, era más bien bajo. Saulo, por lo tanto, lograba abarcar una mayor extensión de terreno con su sombra. Con los brazos abiertos, se extendía calle abajo llegando al mar, o eso decía, a los mil años, cuando fuera un gigante.
El mundo no tiene sino doscientos a los once: por eso no andaban gigantes por la calle; a lo más un tipo de dos metros y tanto que habían visto por televisión: ‘¡El hombre más viejo del mundo!’ (y más alto), de una edad cercana a los ciento veinte. Desde aquí se desprendía que el ser humano (niñas y niños, todos), aproximadamente a los setenta u ochenta años de la formación del planeta, recién había proliferado. Antes, bajo la forma de animalejos diversos vagaba por los océanos. Las montañas no existían. Nunca se preocuparon de ellas. Eran un espejismo. No existe la distancia. Esto lo afirmaba Olga. José creía en cambio que el mar era lo que no existía. Una vez leyó que las ratas en transatlánticos arribaban a islas lejanas, caminaban por una crisneja, escalaban por las cadenas de las anclas, nadaban hasta un barco, partían. José decía que los marineros eran todos unas ratas; el mar, una forma especial de decir montañas (había muchas maneras de decir una misma cosa y eso lo aterraba). Las ratas venían de las montañas entonces. Él y toda su familia vivían en una ínsula. Su madre le recriminaba que leyera tanto: te vas a quedar ciego… Leer, concluyó, es malo para la vista.
Saulo, en cambio, afirmaba que era solo el sol lo que existió. ¿Y la lluvia?, a veces llueve en invierno o otoño… La lluvia no es sino otra forma del sol. El sol tiene dos formas extremas si más condensado o disperso. El sol es un círculo en el cielo y uno que baja subiendo de nuevo y para siempre. O dos anillos entrelazados, que giran. Todo el desarrollo del humano era explicado por el principio de giro perpetuo de dos anillos entrelazados.
Olga en realidad no creía en estas cosas, con el año y medio que le llevaba a Saulo tenía todo muy claro. El mundo era el mundo simplemente”.

“Y en el presente están todos muertos, perdidos sus cuerpos en algún lugar de la playa, arrastrados por los tumbos.
Ahí los veo emerger de entre el resto de los cuerpos de la fosa, entre esos brazos y torsos sin dueño, enverdecidos por el mar, el rostro de Saulo, la ropa de Zacarías, la mano que llevaba el reloj de Manuel todavía marcando el tiempo”.

“Que el planeta fuera plano o redondo, un disco flotante o cualquier otra de las teorías del resto, no fue nunca una de sus preocupaciones. La elipse que el sol dibujaba sobre el cielo como la de los astros menores o la luna; la curvatura de las nubes; el ineludible descender de los viajeros que es su ascender, recortados por el horizonte; la difícil imaginación del borde, juntura de mar y cielo; o la vez que subieron el cerro esperando ver la pared del mundo y solo descubrieron más y más cerros, otros convertidos montañas, planicies, pampas salares desierto bosques ciudades, costa, mar tomando altura y vuelta a dar con el primer hito, por el mismo camino, pasando fuera de la casa, repitiendo la ruta que soñaron. Podrían haber dicho: primera vez que emprenden aventura, primera vez sin supervisión, la primera de vuelo los padres, a no mediar la amplitud racionalista del rostro de la Olga, su ceño de inteligencia, las trenzas que disimulaban buenamente bajo un aspecto infantil, largas tardes al sol, prolongadas jornadas de observación atenta, incontables días e incontables noches de arduas evaluaciones del comportamiento de aquellos niñitos, niños que fueron sus amigos, sus enemigos, su familia; a no mediar su amor, sus casi dos años menos de juventud.
La redondez de la tierra, para Olga, la naturaleza de su acción, manifestaba su evidencia. Pudo deducir, sin mitologías, cada proceso y explicarles, de haber querido, el ineludible movimiento circular, indeterminado e infinito del mundo y sus estratos. Y más particularmente, que la sombra de una persona se alargaba tanto cuánto su relación con la orientación de la luz del sol se lo permitía y que –en un momento de su ciclo diario– la sombra coincidía con la altura exacta de sus cuerpos; que pasado el mediodía era el momento preciso para saber cuánto más crecidos estaban; que las ocho y media de la tarde durante el solsticio de verano era por completo una ilusión, un simulacro de sus futuras medidas; que incluso José podría ser más alto que todos si más cercano al crepúsculo vespertino se confrontaba con la sombra que Saulo proyectó a media tarde; que el ser humano no alcanza los mil años; que los cuerpos vuelven al mar, donde todo después se cierra”.

623

Es el final de la práctica. Savasana, jugamos al cadáver. Con los ojos cerrados, el cuerpo sobre el suelo. Los estímulos externos (las cosas, los dioses, los filmes de los que el aire está lleno) no penetran, la mente se blanquea, me dejo llevar por la respiración, me someto a la deriva incolora de la somnolencia.
De pronto un deseo emerge: quiero que alguien me sostenga cuando caiga desesperado por la autoconmiseración. Comprendo que al igual que los huesos y los músculos que sostienen el cuerpo (“flexível armação que me sustenta no espacio / que não me deixa desabar como un saco vazio”) necesito desarrollar los músculos que sostengan el espíritu. Este reconocimiento me produce alegría y, muerto, sonrío.

615

Un libro sobre el aire que rodea las cosas, una vez acabado el mundo, acabados los discursos. Un lenguaje descriptivo, acotado, discreto como cada cosa, despojada de su relación con el resto de las cosas.

551

El sol marca el cuerpo de bañistas y albañiles, penetra en las hojas de las plantas, modifica el color de las cosas, funde el plástico, quema el pasto. En la capa fotosensible de la tierra se imprime la luz y el tiempo.

546

La fotografía, como imagen fija de las cosas y los seres, representó para la mentalidad del siglo XIX la realización de una utopía.
Según Oliver Wendell Holmes, el daguerrotipo hizo realidad un efímero deseo: hacer permanente lo fugaz, reflejar la realidad como un espejo, fijarla como una pintura: capturar la identidad de las cosas y los cuerpos en su “permanente, substancial verdad” (Branka Arsic. “The home of shame”. Cities without citizens, 2003).

545

Las emanaciones de las cosas penetran el organismo, lo inflaman de delirio, manía o inspiración. Un cuerpo abultado por la naturaleza y sus átomos es el cuerpo del poeta.
El aire está lleno de las cosas y los dioses.

544

A través de la luz, las imágenes que se desprenden del cuerpo de los seres y las cosas viajan hasta los órganos sensoriales.
La teoría de los eidola de Demócrito se basaba en la certeza del conocimiento sensible, en la absoluta verdad del mundo que, afuera, se ofrecía en corpúsculos brillantes, sonidos y sensaciones que se venían a imprimir en un cuerpo.

498

El silencio de las cosas no está destinado a nadie.
Encapsuladas en su propia inmovilidad, sobre las cosas el día pasa.

489

Savasana

Un montón de piedras al lado del camino es para el viajero un signo de que, antes, otro estuvo allí. Un montón de piedras no significa otra cosa: alguien anduvo por allí, allanó el camino.
Quizás bajo ese montón de piedras yazga aquel que fue amado tanto como para que ese otro, de cuerpo tenso, amontonara piedras.
En cualquier caso, ya sea para mantener alejado el cuerpo muerto de los animales carroñeros y de la imprudencia de los brutos, ya para indicar un hito en el camino, un montón de piedras va adosado al borde del planeta.

469

Por resistirse a hacer legibles las voces que dictaban su política revolucionaria, Juana fue condenada a la hoguera.
Recordando La pasión, Adrienne Rich escribió sobre el deseo de un poema desnudo, en el que nada quede por decir:

“If there were a poetry where this could happen
not as blank spaces or as words
stretched like a skin over meanings
but as silence falls at the end
of a night through which two people
have talked till dawn”.

El lenguaje deja caer un velo sobre cada cosa. De ahí el privilegio de la significación, la paranoia que compele a encontrar sentido hasta en el más insignificante de los hechos.
Más que el incesto, la culpa de Edipo fue desconocer el decir de la Esfinge, al relacionar su significante enigmático con un significado velado. El lenguaje tiende sus señuelos.
Hay una especie de fuerza que atrae y repele en las cosas, una especie de bello silencio, distinto al silencio que cae a la llegada del alba ("al levar! / qu’ieu vey l’alba e l jorn clar"), cuando no hay más que decir; otro que la resistencia a hacer legible el misterio (de Dios: “La luz viene en el nombre de la voz”).
Como la Esfinge, las cosas aluden a la fractura de la significación, exponen la cesura al interior de cada palabra, el corte (la “talla” para Raúl Ruiz fue otro modo de manifestar la discontinuidad constitutiva del cine: “La talla es una forma de montaje”).
Las cosas se resisten a encontrar sentido aunque, al mismo tiempo, son recuperadas siempre como sentido: todo signo es una cosa doble y abierta, diferente. Frente a las cosas quizás no quede más que asumir que son naturaleza.

464

“Como un monje, el escritor de la novela debe obsesionarse con las pocas cosas que le están permitidas. En realidad, nada le está simplemente permitido, sino que a todo está obligado, porque cumplir el deseo de la novela implica la suspensión (la abolición) de otros deseos”.
Beatriz Sarlo, a propósito de La preparación de la novela.

463

Insistencia del día

El nombre verdadero es i, no "uno", ni "yo", sino i. Se sigue: “Insistencia del día” es una máscara, una especie de ortopedia del habla.

La imagen i en la mente quiere ser impronunciable, es a su vez un resto ( ) y un suplemento ( ): el aire que rodea (i).

Entre yo que escribe (i.e.: quien se arroga la posición de sujeto) y lo que escribe, descansa (duerme) el deseo de escribir.

Es el libro de la esperanza (y la espera), escrito antes de incorporarse por completo, con los ojos de quien sueña.

Distinto, sin embargo, del libro de los sueños.

i es un libro de amor. Del amor entendido como diferencia, que es una forma política de amar.

Existen ciertas utopías:
-dormir “sobre ambas orejas”
-ver el mundo como un proceso de constante formación y destrucción
-la continuidad de las cosas en todas las cosas.

Y algunas frustraciones:
-la necesidad de que la declaración de amor se renueve constantemente
-que no pueda el otro vivir el paraíso que deseo para él.

La escritura de i comenzó hace un par de años a partir de cuatro o cinco versos:

"Se escriben libros para decir que uno está solo en el mundo
que el día se hace más largo cuando uno está solo
se escriben libros para constatar la presencia de las cosas
para decir
estoy por fin conmigo
rodeado por las cosas",

pero concluyó en cuarenta días, dos años más tarde.

El método: escribir por cuarenta días como la primera cosa que haga al despertar (pues toda tarea que se emprenda por cuarenta días queda por siempre).

Como todo libro, i es un libro fundamentalmente incompleto –a lo sumo finge comenzar y terminar–. Alegría: la posibilidad de continuar (viviendo), reescribir, sobreescribir como práctica de una escritura inacabable.

i es una forma incompleta, que podría ser parte de ese libro pura escritura que todavía no es alguno, incansablemente otro; i.e.: el diario abierto, futuro, “no el último, sino el suplementario, el más íntimo y el más querido”.

La escritura que –por demasiado presente– no se puede anhelar o recordar.

448

Ayer me quedé dormido con la seguridad de no haber soñado nada hace mucho tiempo. Hoy desperté con la sensación de un sueño obstinado, pero no recuerdo nada más que pequeños fragmentos, cosas que caen, objetos apenas vistos tras un golpe de ojo, los restos de un naufragio (tratar de despertar).
No puedo otorgarle legibilidad a esos fragmentos, ligar cada una de esas cosas a la espera de un sentido narrable. No hay, como es sabido, nada detrás de cada uno de esos objetos fragmentados -ni el deseo de felicidad ni el miedo a perder aquello que llamamos propio-, sino una disposición inmotivada en el espacio de la memoria: el movimiento de las aguas que golpean el cuerpo y se abren para volver a reunirse más allá.
Recuerdo ciertas sentencias que nos ayudan a vivir:

“entramos y no entramos en el río pues somos y no somos” (el río);

“no solo estoy en mi cuerpo como el marinero en su nave”;

“every man is an island”;

y, también, un deseo: que vuelvan las nubes verdes a cubrir el territorio, como un (gran) “árbol solo que llega al mar”.

447

“Las fieras huyen de los peligros que ven, y cuando han huido están tranquilas: nosotros nos atormentamos por el futuro y el pasado. Muchos de nuestros bienes nos dañan, ya que la memoria nos presenta el tormento del miedo y la previsión la anticipa. No hay nadie que sea desgraciado solo por las cosas presentes. Consérvate bueno”.
Seneca. Carta V. “De la ostentación en filosofía”.

438

Amamos y vivimos en el mundo, sin embargo.
Entender lo que nos separa desde la angustia, la insatisfacción, no contribuye sino a pensar el amor, la vida alegre, como un espacio fugaz, “un placer extinguido apenas saboreado”, en el que se anula la diferencia por el pestañeo de lo absoluto inaccesible. Pero no, habrá que entender lo que nos separa (los motivos de dolor) no para reparar esa distancia, sino para, desde ella, mirar de nuevo las cosas.

401

A veces me es difícil “dejar ir” las cosas. De ahí un sentimiento de vergüenza. Deseo, entonces, como respuesta definitiva, renunciar a todos y todo, volver a comenzar / renacer. ¿Acaso no se trata, el ejercicio del diario, siempre de volver a comenzar?

397

Sueño que nos bañamos en un río amplio, profundo, atardece. El agua que no vemos se divide cuando nos golpea para volver a unirse más allá, donde la noche comienza.

En el mismo río entramos y no entramos / pues somos y no somos los mismos.

Un cuerpo nunca es idéntico a sí mismo.

Hay un hombre durmiendo detrás de cada arbusto, detrás de cada cosa.

396

Leo el reverso de los 40 días. Me parecen las notas de una persona “deprimida”. Sin embargo, fueron 40 días en los que pude sentirme entregado. El amor (que acá solo debería significar esto: el deseo de vivir la vida con respeto) requiere entregarse a lo que esta ofrece, sin pensar, arrojarse.

388

17 de octubre.
La constancia del hastío hace insoportable frecuentar a las personas que no estimo –el resto / los otros–. Ahora un deseo inmenso de dormir para despertar / renacer a una vida simple, de cara a las cosas que configuran este espacio.

Por la tarde vi 4 ejemplares de tordos, 2 machos y 2 hembras.

¿Cómo hablar del dolor de los otros?

Si digo lluvia, ¿llueve en tu cabeza?

Le digo a R., tras estar apenas unos minutos presente: “Me tengo que ir un poco”. Bromea con esta forma que uso para trasmitir, apenas, que tengo cosas que hacer, cosas que impiden que me quede, pero que de no ser por ellas me quedaría a gusto, también que no me voy del todo, pues uno siempre deja una imagen tras de sí.

382

11 de octubre.
Existe sin embargo una distancia inexplicable entre nosotros y cada cosa, entre las cosas y las plantas, entre estas y los animales: la monumental indiferencia de la mirada.

La relación no es entre las palabras y las cosas, sino entre esa multiplicidad que percibimos como cosa y su enunciación. Esta relación no es necesaria, completamente, lingüística.

378

6 de octubre.
Las marcas del agua están por todas partes. No hay cosa que escape al tiempo: ese murmullo estruendoso de lo derruido.

Todos los discursos que uno produce a lo largo de la vida son catalogables.

Al final de la vida no queda más que un conjunto de textos.

373

1 de octubre.
La ficción es la siguiente: el alba es aquel momento en el que es posible ver las continuidades entre las cosas, continuidades que el sol –según nuestra concepción diferencial del ser, del sentido, del tiempo y el espacio– cancela.
Las continuidades no desaparecen, son visibles para quien ve con los ojos del alba, quien todavía sueña o no despierta del todo, para quien ofrece la cara amable.

369

26 de septiembre.
El libro sobre las cosas, la relación luctuosa con las cosas, el libro de la esperanza.

Cómo las cosas determinan nuestra soledad, el espacio que habitamos.

Una mirada que va desde las cosas –baja hacia su fundamento– y sube al cielo extranjero.

Hay sentido en el mundo, si entendemos por sentido una relación mínima entre dos cosas; pero no aquel sentido por el cual podemos decir que ambas se relacionan.

368

25 de septiembre.
El rumor / el sonido / el canto dan forma a todas las cosas.

El cuenco donde la vida se acumula excesiva, lama, lodo sonoro.

La anulación en el otro. Ahora soy nada / un cuerpo sin sentido / el cuenco del mendigo, la forma de quien pide, la forma de quien comparte.

366

23 de septiembre.
Hay nuevas horas, nueva luz, espacios amplios, un mundo nuevo.

Hoy escribí casi exactamente lo mismo que ayer. El décimo día, día del hastío, de la repetición, número de la vida vieja.

A veces siento que emprender esta, como toda otra tarea, carece de sentido. Este es el mundo, “¿hay sentido en él?”

Luego de la alegría –inmensa, me atrevo a decir– caigo en este hastío, dudo de todo, de mis intenciones declaradas de benevolencia. Llego a pensar que necesito estos estados de autoconmiseración, de esta morbidez que se manifiesta contra la vida activa. Ahora mismo el cuerpo frío de las cosas me consuela. Un sentimiento persiste: la mística desaseada de la anulación, del anonadamiento, del llanto, de eso que a los ojos del mundo –que son mis propios ojos– es nada más que depresión.

Un sentimiento horripilante llega como corolario: ¿quién es esa persona?

364

20 de septiembre.
La montaña surge de la noche.

Hay preguntas fundamentales, que apuntan al fundamento de las cosas. Así, la pregunta por el tiempo que tarda en formarse una piedra, el suelo que sostiene los edificios que nos sostienen.
Sin duda, podemos atisbar esa temporalidad a través de las marcas que ha dejado sobre la materia, pero esa pregunta por los fundamentos no pretende analizar, reconstruir o explicar lo plegado (las capas de tiempo denso).
La pregunta por el fundamento es una pregunta sin propósito: ese tiempo es inaccesible. A la deriva del conocimiento intelectual, esta pregunta tiende puentes entre tiempos diferentes, diferentes materiales, para explorar sus continuidades. La pregunta por el fundamento de las cosas es, en este sentido, una pregunta por sus relaciones amistosas. Una pregunta que actúa (quizás) como crítica a la concepción diferencial del ser, de lo individualizable, del individuo frente a eso que llamamos naturaleza.
De manera esencial, ese tiempo –el tiempo del fundamento– nos es vedado, pero no la capacidad de imaginar, la capacidad de simulación.

Camino de vuelta a la casa, veo a un niño venir de la mano de su padre, una alegría inexplicable me golpea: me emociona todo lo que le queda por vivir.

363

20 de septiembre.
El cielo vedado parpadea en las habitaciones, capa tras capa, vida tras vida, resquebraja la piedra. En el alba su rumor sube. En el alba nada es diferente.

Hay preguntas fundamentales, que apuntan al fundamento de las cosas.

La pregunta por el fundamento de las cosas debiese actuar como crítica a la concepción diferencial del ser, del individuo frente a eso que llamamos naturaleza.

Puede ser que el tiempo, el cielo, nos sea vedado, pero no la capacidad de imaginarlo.

Como el habla del enamorado de los Fragmentos… que no analiza, simula.

358

12 de septiembre.
Toda tarea que uno emprenda por 40 días queda por siempre. A partir de mañana, escribir por cuarenta días como la primera cosa que haga al despertar.

El procedimiento: levantarse antes de la salida del sol. Escribir en ayuno. 40 días hasta el 23 de octubre, el día en que nací hace 33 años.

343

día 26. Es domingo. Se escucha el trinar de las cosas, rumor de la noche que cuida el sueño de quien duerme.

339

día 22. La luz del sol se expande sobre la superficie de la tierra, velo invisible que descubre cada cosa.

338

día 21. Una última gota cae, hace visible la superficie de las cosas, el dolor que comparten. Aunque todo permanezca de pie, ya ha empezado a derrumbarse. La tierra es generosa.

332

día 15. Las cosas permanecen en sí mismas (en su revés oscuro, cuando nada es diferente), se preparan para contener el sol.

329

día 12. El canto de los pájaros transporta el rumor de las cosas; sin destino, se embelesa, tuerce, expande y contrae, llena el cuenco del mundo.

328

día 11. Todo me es indiferente, bajo el sol cada cosa hiere. No hay continuidad alguna entre las cosas, solo bordes, límites, líneas que dañan el paso del cuerpo.

319

día 2. La escritura del ayuno, la escritura blanca del alba, la que comienza al fondo de las cosas, sonido destinado a perderse con la marcha del día.

318

día 1. El sonido brota desde el fondo de las cosas, aumenta. En algún punto, revienta el día, se expande.

296

La distancia que permite ver las continuidades entre las cosas, eso que vulgarmente llamamos belleza.

245

Y no es solo que me haya alejado físicamente, que me haya ido el tiempo que tarda un desierto. Estoy lejos también de una manera familiar de llamar a las cosas, propias. De un lenguaje -estoy tentado a escribir- menos “frondoso”, menos “diverso”, más “pobre”. O, más bien, de un lenguaje que no necesita (como yo, el que escribe, quien tiene poder), para explicarse, es decir, para exponerse de manera completa, más que un conjunto limitado de signos: el este, el coso, ¡bah!, eso.
El amor allá me es más simple, está atado de manera directa a esas sílabas, a esos ruidos plenos de sentido e insignificantes, interjecciones y onomatopeyas que rodean la mesa, que rondan, como fantasmas amistosos, la casa.

240

Me contó por qué me odiaba hace tanto, con una memoria admirable para un niño. Según él, alguna vez, yo lo traté mal. Por supuesto yo no recuerdo nada. Me odia todavía y le pido disculpas. De inmediato se aligera, pierde un peso de años. Acepta sin pedir otra cosa y me aligera, de paso, a mí, de un peso que no conocía.

234

A veces vuelve la sensación de ese milímetro excesivo; ese milímetro del mundo desplazado que me deja de lado o detrás: el milímetro en el que las cosas se alejan a una distancia irremontable o, a veces, se acercan demasiado. Y todo cae o se desliza entre los dedos: las ventanas se avecinan, las puertas se cierran en las narices, los peldaños me tienden trampas. Son noches de vasallo, noches en las que me pierdo en el vasto territorio de la cama, camino a la mañana.

217

“Pero quizás si esta pausa era un poco necesaria”, le escribe Moisés a Humberto, “ya que debíamos darnos cuenta verdaderamente de que ya no estábamos cerca, de que ya nuestras cosas no iban totalmente una al lado de la otra. ¿Y quiere creerme? Puedo decirle con mi propia lengua que en cuanto a lo imperecedero de nosotros nada ha cambiado, en nada podrá ya cambiar. Hay un destino entre nuestras buenas frentes. Un destino bello e implacable. En lo que a mí se refiere, me someto a él con alegría. Y es que nuestras ‘soledades’ parecen verdaderamente hacer una sola, querámoslo o no”.

209

Camino perdido por la calle mientras lloro mirando a los extraños que me evitan o me ven pasar o paran para abrirme paso. Es mediodía y estoy aterrado por el ruido de las bocinas y el traqueteo del milenario chasis de los automóviles; arriba, el cielo cerrado por las líneas de los edificios. Doblo en una esquina y un hombre se arrodilla para atajarme de manera gentil, pregunta por mi nombre, mis apellidos, me pregunta dónde vivo, si acaso sé cómo volver a la casa. A todo respondo que no. Me toma de la mano y me conduce entre la gente hasta una comisaría. Allí se hacen cargo de mí, me dan postres para calmarme, jaleas, una sémola lánguida y desabrida que como porque no sé qué otra cosa hacer. Estoy sentado en un pabellón oscuro. Al fondo veo la puerta por la que entramos. Llevo aquí dos días o más en los que la noche se ha ausentado. La puerta se abre al tercer día y aparece la madre con una sonrisa hermosa de alivio en el rostro. El último bocado es dulcísimo. Después salimos a la calle rumbo a la casa. Me dice: fuiste muy valiente.

¿Este es el recuerdo que he estado buscando?

203

Mi hermana llama y no contesto. Estoy demasiado al filo como para sostener la voz un sábado a media tarde. Me escribe luego por el chat e insiste. Yo me preocupo de mantener el orden de esta casa que usurpo hasta que no puedo ya negarme a leer sus palabras.
Escribe de su dolor en palabras difíciles porque experimentar el dolor es difícil. De repente todo se suaviza y estamos juntos como hace mucho. Le propongo que nos veamos en un lugar hipotético a las 6 de la tarde de este invierno u otro y escribe: Sí, tomémonos un té a las 6 de la tarde mientras vemos el atardecer frente al mar y hablemos, porque somos hermanos y solo los hermanos pueden hablar de estas cosas.

156

Cuando desperté el otoño había llegado. Tengo la sensación de que dormí todo el verano y todas las cosas que tengo que hacer están acumuladas en el escritorio.

148

Visión periférica. En un mundo donde la colaboración se hace de la suma de proyectos personales, el decir del artista, del intelectual, está circunscrito entre dos enunciados límite: el silenciamiento del sujeto crítico y la carencia de financiamiento.
Por supuesto reduzco las cosas: el poeta es mezquino y se queja. Pero se ha construido toda una literatura desde la queja, las carencias económicas y de espíritu, problemas que solo se solucionan hablando, compartiendo conocimientos, enseñando y aprendiendo, en suma, colaborando. También, encontrando momentos de soledad. La lucha –la queja- es contra el aislamiento.

118

En su volverse a sí, al personaje le es vedado recordar o ficcionar, “escribir para construir este recuerdo”, solo puede conjeturar, exponiendo, a cada momento, el carácter especulativo de lo que se quiere como recuerdo.
O, quizás, el personaje no recuerda pues tal cosa no existe, sino una pura disposición de hechos o acciones sucesivas y simultáneas.
¿Cómo hacer de lo sucesivo simultáneo?
¿Cómo hacer de lo escrito imagen?

114

El reto de mirar las cosas y no ver el rostro de Cristo.

¿Qué quiero decir? La crítica (no a esa crítica) tiene una paranoia por el sentido, cuando interpreta se esfuerza en encontrar un sentido que quizás haya que aceptar como inexistente. 

Una crítica que es búsqueda del otro / o intenta rondar la pregunta que alienta la segunda parte de La preparación de la novela: ¿Cómo comprender / identificarse con / el deseo del otro?

104

Matar definitivamente ese cuerpo que permanece como una dimensión agregada a las cosas.

Nos amamos y odiamos a través de las cosas, de los productos que consumimos. Queda entonces un montón de restos, un montón de basura a la mañana siguiente: Este es el vaso que recibió una boca, la ropa que cubrió un cuerpo, las sábanas que conservan su olor. Esta es la casa, el territorio en el que puedo reconstruir sus pasos: la manera en que un cuerpo ocupa el balcón, sobrepasado de luz, para volver a ese ámbito excesivo al que pertenece.

61

Almorzamos los cuatro –el padre escarba la tierra esperanzado en encontrar algo, la silla de la hermana ahora la ocupa el sobrino-. No es importante la comida –digamos que es solo pan-. Es difícil comenzar una conversación cualquiera, aunque solo hayamos hablado de cosas sin importancia en nuestras vidas. Todo se reduce a alguna inútil prueba de fuerzas entre mi hermano y yo por la descarada falta de educación del sobrino que come con las manos, desparramando la comida por el suelo. El comedor es una pequeña plaza entre la cocina y la televisión
La mamá manifiesta, como siempre, un cansancio sincero por nuestra actitud y habla de la responsabilidad de los hombres.
Afuera los vecinos, impregnados de espíritu navideño, beben desde anoche en los jardines de la cuadra.

50

No me he sentido muy bien últimamente. Las cosas están mal, algunos amigos toman partido por los empresarios, por los hombres.
“La vergüenza de ser hombre, ¿hay alguna razón mejor para escribir?”

28

Hay fórmulas, secretos, palabras necesarias. La relación de identidad como recurso majadero. Debo comparar, por ejemplo, los días que cuenta un preso para salir de la cárcel con los días que faltan para nuestro reencuentro. Lo mismo resaltar tus cualidades en la semejanza con cosas "excelsas" o materias "puras" de la existencia. Como en Perceval, que al ver la sangre del cisne sobre la nieve recuerda las mejillas de su amada. Esa palidez también tiene que ver con la muerte y, allí, Eurídice y Orfeo, la ficción llamada Poe, Macedonio Fernández.
El principio de semejanza –como es y ha sido siempre- abre el paso, el camino a la representación.