En medio de savasana, la tierra comienza a temblar y no tiembla porque esté mi cuerpo tendido. Sino porque la fricción entre dos placas tectónicas cedió algún milímetro y, con ellas, las ondas energéticas que reverberaron -como cotidianamente lo hacen- hasta encontrarse con mi espalda, sobre el suelo, donde, muertos, ondeamos. En la sacudida recordé las palabras dichas con sorna, aquellos insultos juguetones, esos chistes, esas bromas que mediaban la relación entre mi abuelo y sus nietxs, yo entre ellxs, como un sincero intento de comunicación.
savasana
acostado en el suelo
por un segundo inmóvil
como un sudor de agua que
ante la inminente llegada
de la manada sedienta
comienza a temblar.
Savasana es la asana del muerto. En el momento de finalización de la práctica, acostados en la oscuridad, con todo el peso del cuerpo sobre la tierra, tratamos de dejar de pensar, concentrándonos en la respiración.
En ese momento, en el que uno desea dejar de pensar, asaltan imágenes. Primero, las preocupaciones del día que, más o menos inmediatamente, se cancelan cuando la atención se sitúa en el aire que entra por las fosas nasales. Después, se avecinan recuerdos frecuentes. Otras veces, uno cree descubrir alguna cosa, algún matiz, una nueva cara entre esos recuerdos.
Hoy recordé la imagen de una persona. Más específicamente, recordé y ese recuerdo fue un reconocimiento: alguna vez la amé, en el pasado, como la amaba ahora, sin saber, mientras permanecía muerto.
Por supuesto, ese recuerdo también perdió importancia.
Savasana
La práctica, como esa escritura apresurada, apenas despierto, es una extensión del sueño.
Es el final de la práctica. Savasana, jugamos al cadáver. Con los ojos cerrados, el cuerpo sobre el suelo. Los estímulos externos (las cosas, los dioses, los filmes de los que el aire está lleno) no penetran, la mente se blanquea, me dejo llevar por la respiración, me someto a la deriva incolora de la somnolencia.
De pronto un deseo emerge: quiero que alguien me sostenga cuando caiga desesperado por la autoconmiseración. Comprendo que al igual que los huesos y los músculos que sostienen el cuerpo (“flexível armação que me sustenta no espacio / que não me deixa desabar como un saco vazio”) necesito desarrollar los músculos que sostengan el espíritu. Este reconocimiento me produce alegría y, muerto, sonrío.
Savasana
“Meu corpo
que deitado na cama vejo
como un objeto no espaço
que mede 1,70 m
e que seu eu”.
Ferreira Gular
Savasana
El cerebro de un individuo adulto pesa más de 1 kilo. Un corazón promedio, 300 gramos. ½ kilo cada uno de los pulmones, la piel de un humano de mediana estatura (1,70 m.), aproximadamente 5 kilos.
Todo cae (atraído de manera irresistible) en lo otro. Todo, cuando cae, libera energía, esa energía es mensurable, tiene también su propio peso.
Savasana
Un montón de piedras al lado del camino es para el viajero un signo de que, antes, otro estuvo allí. Un montón de piedras no significa otra cosa: alguien anduvo por allí, allanó el camino.
Quizás bajo ese montón de piedras yazga aquel que fue amado tanto como para que ese otro, de cuerpo tenso, amontonara piedras.
En cualquier caso, ya sea para mantener alejado el cuerpo muerto de los animales carroñeros y de la imprudencia de los brutos, ya para indicar un hito en el camino, un montón de piedras va adosado al borde del planeta.
Savasana
Recordé una calle inclinada en medio del desierto
o rodeada de cerros.
Recordé o imaginé
contra el cielo azul los pájaros negros que rondaban la cancha de tierra.
Luego el volantín negro
de bolsas de basura negra que los niños persiguen
porque, a veces, si el tiempo es favorable
la muerte es también un juego.
Savasana
Nada de lo que digo es cierto.
Savasana
Un pequeño cosquilleo sobre el pecho florido. Imagino
un animal más pequeño retozando allí en el pecho
la ampolleta encima lo ilumina todo
como buen sol bajo el que retoza como yo
recostado sobre la tierra.
Savasana
No hay necesidad de decir nada.
Savasana
“Como la gente antigua
construyo en mí misma
una gran casa con fantasmas”.
Ximena Rivera
Savasana
Soy túmulo para mi propio cuerpo.
Savasana
Acostado bajo la sombra del limón (que es símbolo de mi pertenencia al mundo) soy como una piedra, un peso atraído al centro del planeta.
Savasana
Soñé que estaba acostado bajo la sombra de un limonero imaginando el cielo tras las hojas cuando supe:
Toda la lluvia y el mar están contenidos en la hoja del limón.
Savasana
Pegado al suelo o al sueño, arraigado me levanté de a poco, como una planta imita –rezagada– la elipse del sol.
Savasana
En los brazos de yo que me dolía o sobre el suelo, jugando al muerto, recién afeitado como buen muerto, sentí
El aire de la almena
La mano serena
Que mi cuello hería.
Savasana
Hoy desperté con el cuerpo pesado por la práctica de un sueño atlético / a saltos. Tras la rutina de acomodar cada coyuntura, cada hueso con su vacío elástico, comprendo:
La calma
Ser un animal vulnerable, a salvo
De su interioridad pretenciosa.