Hacia el año 2011 o 2012, comencé a anotar el presente, sin mayor propósito, sin ninguna rigurosidad o frecuencia preestablecida. He decidido, ahora, exponer esos apuntes que brotan cuando se “deja de escribir”, la escritura que media la distancia entre un libro y otro, bajo la condición de continuar con esta práctica y publicar esas notas durante un tiempo indefinido.

Mostrando entradas de 2013

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El reto de mirar las cosas y no ver el rostro de Cristo.

¿Qué quiero decir? La crítica (no a esa crítica) tiene una paranoia por el sentido, cuando interpreta se esfuerza en encontrar un sentido que quizás haya que aceptar como inexistente. 

Una crítica que es búsqueda del otro / o intenta rondar la pregunta que alienta la segunda parte de La preparación de la novela: ¿Cómo comprender / identificarse con / el deseo del otro?

112

El sol se levanta y el paisaje se abre. Despertamos.

111

La crítica como la forma más arrogante, el crítico como un moralista. Asco sin duda frente a quien me dice qué leer, frente a quien dicta subjetividades, quien me dice cómo vivir.

Por esto no a la crítica, forma mezquina cuando es arrogante, pero si quiere leer, ir allí donde la imagen se forja, la creencia cristaliza, cuando hiere el modo que pensamos correcto de conocer el mundo, sí.
Una crítica que es búsqueda del otro, una crítica como autosuperación.

110

Este es el punto donde comienza nuestra historia. Este otro punto representa el fin.
El segmento en medio es nuestra vida juntos. La imagen de una playa desierta, 24 fotogramas de una película perdida.

109

Nuestro hogar aquí ya no existe, solo permanece la imagen de nosotros frente a la cámara. De fondo, la cordillera, la inmensidad del mar, marcan sus límites.

108

He encontrado una imagen: una pequeñísima cuadrícula de 5 milímetros cuadrados. En medio, una línea surca de cabo a cabo ese territorio abstracto.
Su trazo es un enigma, la posibilidad en sí misma.
Yo quiero imaginar que es el fotograma de la película sobre una playa en el desierto de Atacama. Y en medio de esa playa, hay una carpa, nada más.
Encontramos esa imagen: el mar extendido hasta perderse de vista.

106

Leo en el libro de M. G.:

“el suelo está lleno de cientos de tortugas
que se mueven con absoluta parsimonia en direcciones
ambiguas e inverosímiles”

Inmediatamente recuerdo haber soñado con una tortuga herida sobre el cuello. De su herida salía baba. Era la baba de dios.

105

Son las nueve de la mañana y el sol lucha con las nubes por imponerse. Yo sufro los destellos de su lucha desde mi mesa, apretado contra los muros.

104

Matar definitivamente ese cuerpo que permanece como una dimensión agregada a las cosas.

Nos amamos y odiamos a través de las cosas, de los productos que consumimos. Queda entonces un montón de restos, un montón de basura a la mañana siguiente: Este es el vaso que recibió una boca, la ropa que cubrió un cuerpo, las sábanas que conservan su olor. Esta es la casa, el territorio en el que puedo reconstruir sus pasos: la manera en que un cuerpo ocupa el balcón, sobrepasado de luz, para volver a ese ámbito excesivo al que pertenece.

103

La cámara comienza con planos bastante cerrados. Hacia el final el plano es amplísimo, como aquel de la fila por el pan en The goat de Buster Keaton.
Todo es muy luminoso. Es muy temprano.

102

La imagen de su corazón es una escritura incomprensible. Una escritura sin código.

La dimensión agregada. Una imagen que habitar. Una tienda en medio de la playa.

“Es el mismo amor, solo que dividido en dos”.

Decido tras nuestra reunión cambiar el título del libro por una promesa: Para cuando vivamos juntos.

100

Almorzamos junto a P. Hablamos largo sobre ella. Está constantemente ahogada, con ganas de decir algo que aún no piensa, o algo que de tan dicho pudiera parecernos innecesario escuchar: “Me gustaba que me quisiera”.


99

“Si hubiésemos mandado el cubrecamas a la lavandería, si hubiésemos comprado un colchón nuevo, quizás todavía estaríamos juntas”.
Una historia de amor; de los objetos que permiten amarnos

98

Ayer, tras largas horas frente al computador, conseguí una horrenda irritación del ojo derecho.
Recordé una vez que leía a oscuras y R., me sorprendió en mi secreto: enciende la luz y me reta, suavizado su cuerpo.

97

Cada vez que creo sanarme de alguna alergia, aparece otra: pequeños corpúsculos en la espalda, en los dedos. A veces, las mismas alergias que creía superadas vuelven atenuadas o más fuertes. Este año: una inmensa incomodidad en la mollera, un emblandecimiento.

95

Gómez Rojas pidió un libro para sobrellevar su tiempo en la cárcel y murió quizás sin llegar a tocar otro más que el libro que estaba escribiendo, Ricardo Ahumada llevaba un libro en su bolsillo cuando le dispararon desde el edificio de la DC y Juan Pablo Jiménez un montón de hojas. ¿Qué cargaremos, amigxs, en el momento de nuestra muerte?

94

José Ricardo Ahumada Vásquez murió asesinado mientras marchaba por el frontis del edificio de la Democracia Cristiana el 27 de abril de 1973 en Santiago de Chile. La bala fue disparada desde los balcones del alto edificio y el obrero Ricardo Ahumada llevaba un libro en la mano, no un arma, sino un libro. Juan Pablo Jiménez murió de un disparo en la cabeza el 21 de febrero de 2013 en dependencias de la empresa Azeta, era presidente del Sindicato N°1 de trabajadores. Llevaba en sus manos un montón de documentos relacionados con su actividad sindical, al día siguiente tenía una audiencia para denunciar abusos laborales.

93

Gómez Rojas escribió en la cárcel:
“27 de agosto, 1920. Hoy empiezo a conocer ‘La dicha de no pedir nada a nadie’.
A nadie, estando en la cárcel, se le ha ocurrido traerme un texto de estudio, un libro, una gramática, ¡unos apuntes siquiera! Problema, ¿qué es más útil: una aguja o una carretilla de hilo?”

92

Encuentro en mi largo regreso a la casa, La oscura vida radiante, un libro en medio de otros tantos libros destinados a cruzarse en mi camino. En las últimas páginas leo la historia de Daniel Vásquez, el poeta anarquista, encarcelado por subversivo, vuelto loco a punta de torturas y muerto en su celda como solo un dictador envejecido debe morir en su celda. Daniel Vásquez es en verdad José Domingo Gómez Rojas, fallecido el 29 de septiembre de 1920 en la casa de Orates por una meningitis no diagnosticada a tiempo. Otras versiones dicen que murió en medio de las botas ensangrentadas de los gendarmes en la Penitenciaría de Santiago. La cuestión es que apenas tenía 24 años.
En medio de una guerra inventada por el Presidente Sanfuentes para impedir la elección de Alessandri, ese año de 1920, Gómez Rojas, joven estudiante de Derecho y Pedagogía, fue apresado después del asalto a la Federación de Estudiantes de Santiago y acusado de antipatriota por oponerse a la guerra con Perú.
En La oscura vida radiante Gómez Rojas se llama Daniel Vásquez, seudónimo con el que firmó un par de poemas, pero el Ministro José Astorquiza Líbano conserva su nombre. El Ministro Astorquiza condenó a Gómez Rojas por “vendido al oro peruano” y –por encender un cigarrillo en su presencia- lo mandó a la cárcel bajo completa incomunicación. Encerrado allí, sin contacto con el mundo, en la oscuridad de la justicia chilena, perdió la razón y luego la vida. El día de su entierro, Alessandri fue declarado vencedor de las elecciones presidenciales y la tristeza se extendió un milímetro más sobre la historia de Chile.

91

Soñé con una ciudad inclinada. Ahí estaba yo sobre la azotea de un edificio altísimo. Hermosos caballos habitaban los departamentos de la ciudad.

90

Incontables hogares en las esquinas. Por la noche diluvia y los hogares se destruyen.

88

R., me escribe desde el río Puelo. Me cuenta de su viaje a la montaña junto a J. También que nos han extrañado y pregunta por nuestra casa. Le cuento que todavía no llegamos, recién mañana viajaremos, en bus, por largas horas a través de las montañas.
Concluyo: “No me he sentido muy bien últimamente. Tengo una crisis existencial por ahora, aburrimiento, spleen, vacío sincero. Debo pensar largamente en mí”.
Todo como si fuera lícito ser honesto con alguien.

86

Alguna idea obvia y pretensiosa como esta: las posibilidades estratégicas de la presentación de sí definen las relaciones de poder.
Entonces, dos cámaras, una en mi rostro, la otra en el rostro de P.

85

La luz del sol –exactamente a las 7:55 AM- proyecta la figura de unos árboles en el ventanal. Lo demás es una ausencia preocupante de luz en esta casa en la que nos encontramos. Tú continúas tu sueño por unas horas más, admiro esa capacidad para dormir en situaciones adversas. Hay un calor inmenso, sofocante aquí dentro. Las cortinas se mueven con un urgente deseo de acabar con la casa

84

Se yerguen las nuevas torres del comercio. Se aniquilan los espacios públicos y los bosques arden.

83

La banalidad de mi vida en Santiago. Es difícil dar un sentido a todo esto. ¿A quién escribo?
Mientras, los electrodomésticos clausuran el silencio.

81

Quieren sacar la palabra dictadura de los textos escolares.

80

Esta vez me acaricia la frente y es bueno.

79

De pronto me descubro siendo despiadado.

78

He tenido que ir al dentista para superar mis problemas de sueño y de conciencia. La asistente, mientras me pasa la factura, pregunta qué hago para ganarme la vida. Le digo que estudié literatura. Habla entonces de ciertos escritores que no he leído. No digo nada y parto mientras me dice que quizás podamos seguir hablando en la próxima sesión.
Abomino de su cercanía, de la manera en que me acaricia la mano cuando el doctor administra la anestesia.

76

Dinamitar mi cómoda existencia en el mundo.

Vanos intentos de cambiar la grasa y el petróleo.

Darnos permiso para ser superficiales.

75

Y mi propio placer, ¿dónde, en todo esto, cabe mi placer?

74

Mientras dice que quiere reanudar su vida con X (donde X representa al objeto amado), se encuentra con Y. O está con X mientras ve a Z, V, W. A su vez V, W y Z pretenden o creen ser X (donde X representa la dispersión del objeto). Sin embargo, ella misma es X. La X es igual a Ulises.

73

En la micro. Leyendo algunos poemas de Rodrigo. Me asalta de pronto la angustia de comenzar con las filmaciones hoy, montar mañana.
Una idea: repartir Compost. Decir: yo te he contado mi historia, ahora tú cuéntame la tuya.

72

La pregunta que dio comienzo a esta investigación es P. Yo, a su espalda, llevo registro de nuestras reuniones. Quizás el proyecto consista solo en esto: el mero registro de su persona.

71

Por ahora me niego a pasar en limpio estos apuntes. Quiero ver hasta dónde llega esta escritura, qué desborda, qué contamina, de qué se inunda. Dejar que los proyectos se dispersen y cambien sea quizás la única honestidad de una escritura. Al menos para mí.

70

Es poco lo que recuerdo de esa época. Flachazos de risas, de peleas, rostros grises. Todos confundidos en un tiempo improbable: C., J., R., tomando té con Graham Greene. 
Solo nos importaba el amor en nuestra lucha por ser nosotros mismos.

69

El sábado vimos su trabajo de los secretos: convocatoria – secretos anónimos – proyección de estos por una banda automática – Providencia con Eliodoro Yáñez y los transeúntes riendo de lo que otras personas guardan para sí mismas. En el video aparece X, concentrada en leer los secretos.
¿Es medible la presencia de nuestros seres queridos en las imágenes que proyectamos?

68

Hemos pensado en unas entrevistas. El único requisito para los entrevistados es no dejar de mirar a la cámara. Por ningún motivo dejar de mirar a la cámara, so pena de muerte.


67

Vino P., –trípode y cámara en mano- hablamos del proyecto: pensar en el arco imaginario entre Jean Rouche y Eduardo Coutinho. Pensar en el arco que se dibuja entre Crónica de un verano y Jogo de cena. Pensar en el arco entre la representación como ilusión de realidad y la realidad como conciencia de la representación.
Luego: tú y P., hablan, consolidan su amistad o qué sé yo. Esos son momentos a los que no puedo acceder.

66

¿Qué vergüenza es esa que impide ser frente a los otros?

65

Me dice príncipe, mi amor salvaje, para contarme los últimos sucesos. Yo contesto el e-mail, aproximadamente, con estas palabras:
“Creo que si lo vuelvo a ver lo abrazaría como si no me quedara más que despedirme”.
No responde. A partir de esto, este diario debiera cambiar totalmente.