Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ lleno

sone ante el limite de la playa con un mar de letras y palabras alfabetos e idiomas desconocidos para mi declaraciones de propiedad amor y odio la espuma era el espacio blanco de las orillas de la gran pagina cuerpos malheridos por una u otra letra estaban tumbados sobre la arena con arena en los dientes y entre las unas llena de arena la herida donde algun acento circunflejo cedillas y tildes desprendidas permanecian incrustadas yo era alli otro herido otro perdido mas

972

Qué con las bolsas de agua las
Botellas transparentes llenas
De agua en los umbrales de
Algunas casas para espantar
Las moscas los domingos frutales

Pues ven su reflejo y se asustan
Me dijeron una vez cuando chicxs.

957

Era aún de día, a la intemperie, cubiertos por pieles de conejo, nos preparábamos a dormir a la orilla del lago, sobre la piedra más plana. Fumarola del volcán, corona del horizonte los montes verdes. Más allá el mar de montes verdes. Cada pétalo lleno, de agua cada yema vegetal. Tú explicabas todas estas cosas a la recién nacida, y nosotros escuchábamos, inadvertidos:

monte verde
cuero del conejo
pupila lacustre
piedra plana
sacrificial.

Mi hermano y yo sabíamos del calor que habita al centro del frío. Todo estaba limpio, lavado por la lluvia.

935

Tomo un vaso de agua lleno.
Inclino la cabeza y con ella el cuerpo.
Atraviesa el sol el vaso.
Se disuelve en el agua. Bebo.
Ilumina el sol el resto
del departamento / a mi espalda.

920

De noche las nubes quebradas
La luna llena quebrada
En las ventanas
De la torre
Más alta.

~

De día una larga cola
De mujeres y hombres
Alrededor del alto
Edificio de la AFC
Espera
Para cobrar el seguro
De cesantía.

884

El viernes inmediatamente posterior al Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, la Plaza Italia, rebautizada Plaza de la Dignidad, amaneció cubierta por un manto blanco; la estatua de Baquedano, coronada por la palabra paz. Esta, como tantas otras acciones de despolitización (las capas de pintura que cada cierto tiempo aparecen sobre las paredes para tapar rayados, el discurso de la criminalización) tienen el propósito de volver al “orden social”, censurar, silenciar, negar, ya no la validez, sino la posibilidad misma del disenso y sus expresiones políticas.
Hoy los muros de la calle Moneda, camino a la Biblioteca Nacional, amanecieron de nuevo pintados de blanco, gris o amarillo. Cada día parece más racional, más lógico y premeditado el discurso de la política que, por un lado, blanquea la violencia del Estado y, por otro, cubre las expresiones de lo político.
Entiendo que tras estas acciones hay un diagnóstico preciso del riesgo que corre la ciudad propia / la ciudad ilustrada con la reverberación de estas expresiones llenas de vida beligerante: el de exponer la fisura que constituye lo común, como objeto de la política; la comunidad, como opción afirmativa de la democracia frente al desmoronamiento de las lógicas de representación; la sociedad, como manifestación del Estado. Imágenes todas de la división, la separación de quien no quiere reconocer su parecido con quien considera inferior y deja debajo; de quien no quiere reconocer su cercanía con quien tiene al lado y deja afuera, desplaza y aleja.
La sociedad se funda en una piedra rota (wut walanti, lo irreparable - Rivera Cusicanqui) y la política no puede sino negar esta realidad, no puede sino encubrir su propia violencia (caracterizada como orden, control, seguridad, democracia, bien) pues arriesga su colapso.
La ciudad está edificada sobre la base de la violencia de sus distancias, sobre la violencia de sus jerarquías, la violencia que, en sus versiones más simples, necesita acabar con el otro (gestionar su vida) convirtiéndolo en enemigo, en el mal. Pero otro asunto vibra en las imágenes del manto, del velo que cubre las murallas de noche, cuando dormimos, idealmente, en nuestras propias camas. En términos simbólicos, el manto, el velo blancos funcionan como los amuletos, conjuros, los objetos rituales, tienen una función apotropaica: mantener alejado el mal en la cercanía de su práctica.

868

Es el hombro
izquierdo

la boca del hombro izquierdo

la boca
del corazón

de donde brota
negro

un pelo negro
una cabeza
negra

un brazo

una mano llena
de sangre llena

brazo de la suculenta
brazo del agave
del aloe lleno.

828

Hace una semana murió David Berman. Mi tía murió hace siete semanas. Tenían la misma edad.
Tres o dos días después de su muerte (y enterarme de sus causas), escuché una entrevista realizada en junio pasado en la que hablaba de Purple Mountains, su disco próximo, la próxima gira de promoción.
En la entrevista responde a cada pregunta con sinceridad, habla de su depresión con una honestidad vergonzosa.
Al día siguiente no tengo fuerzas; aun la más superficial interacción la siento como un ataque personal que me deja abatido. P., luego, de noche, me escucha y reconforta por el chat. La honestidad es antisocial. En algunos contextos, frente a los desconocidos, a quienes no pueden verte sino como la imagen de lo otro. Me preocupa este reconocimiento tras recordar mi honestidad frente a personas que recién conozco; en relación con mi sexualidad, con mis dolores y alegrías.
Hoy desperté y leí el libro de B., –el sueño es otro libro, que nunca acaba de comenzar, interrumpido por el sol–. Me emociona su lectura. Descubro en él la expresión de una vida calma, preocupada por su cuerpo que envejece y el ambiente en el que se desenvuelve, lleno de una sabiduría tibia y silenciosa que no por eso carece de voz. Es la voz de un cuerpo que nutre y educa los cuerpos de los que ama en un mundo estragado, como este en el que vivimos.
Recuerdo haber leído sobre el trabajo que realizó Juan Downey con los yanomami, caníbales endogámicos que, al morir sus cercanos, queman sus cuerpos en una pira y comen sus cenizas, como una forma de asegurar la inmortalidad de sus seres queridos. Todo cuerpo es, entonces, un hogar (el fuego en la palabra hogar), un edificio, una villa / un montón de otros cuerpos que participan del mundo a la manera de la masa.
No sé qué quiero decir. No hay nada definitivo en estas palabras sobre la muerte o el amor por los que mueren. Está bien.

823

Fueron las bibliotecas de los amigos y amigas, cuando llegué a Santiago, fue la biblioteca de R., y la de la Facultad de Filosofía, las reuniones en las que leímos el Canto del macho anciano o, sentados fuera de los salones llenos de humo, Trilce y la vanguardia peruana, Magda Portal y Martín Adán, fue la vanguardia internacional, Los campos magnéticos y Una semana de bondad. También El diablo en el cuerpo, Elvira Hernández y Epifanía de una sombra.

690

Martes y jueves a las siete de la mañana imita el cuerpo al árbol que se enraíza en el suelo y quiere abrazar el sol.
Entre los beneficios de esta práctica matinal está la inmediata conciencia del cuerpo que durante el día persiste como memoria. Caminar o estar sentado es, entonces, una actividad llena de vida, mirar es la posibilidad de ver el horizonte estético del mundo.
Y existe también otra cuestión quizás hermosa. De alguna manera, la práctica es una extensión del sueño.

641

La experiencia de despertar: a la vida, el presente, la historia; con el cuerpo cortado, la cabeza pesada, tras haber dormido poco y mal sobre una superficie cualquiera, parecida a una cama.
En una conversación entre Marguerite Duras y Elia Kazan en 1980 –Barbara Loden ha muerto recientemente o está por morir debido a un cáncer de mamas que se extendió hasta su hígado–, Duras manifiesta su identificación con Wanda: “Personalmente, abusando de la palabra, me siento muy cercana a ella”. Como ella, ha conocido la vida nocturna, ha frecuentado los bares y cafés que permanecen abiertos cuando todo está cerrado, ha bebido y experimentado el tiempo que se deja escapar de noche, sin otra razón que experimentar el paso del tiempo. Dice en un momento: “Conozco muy bien el alcohol, muy intensamente, como si conociera a alguien”.

634

Comencé a escribir pensando que este texto (lleno de huesos y músculos), que yo en tanto que texto, tejido de nervios y carne y huesos y músculos, sería la armazón flexible que evitara la caída de los hombres-niños, pero no soy sino un cuerpo que mira y que siente y recuerda, que escribe. Solo puedo ofrecerles este oído que escribe.

623

Es el final de la práctica. Savasana, jugamos al cadáver. Con los ojos cerrados, el cuerpo sobre el suelo. Los estímulos externos (las cosas, los dioses, los filmes de los que el aire está lleno) no penetran, la mente se blanquea, me dejo llevar por la respiración, me someto a la deriva incolora de la somnolencia.
De pronto un deseo emerge: quiero que alguien me sostenga cuando caiga desesperado por la autoconmiseración. Comprendo que al igual que los huesos y los músculos que sostienen el cuerpo (“flexível armação que me sustenta no espacio / que não me deixa desabar como un saco vazio”) necesito desarrollar los músculos que sostengan el espíritu. Este reconocimiento me produce alegría y, muerto, sonrío.

607

“Deseo morir en primavera
bajo las flores de cerezo
cuando la luna está llena”.
Saigyo (1118-1190)

565

Tuve dos encuentros con Gonzalo Millán o más propiamente uno.
En el auditorio Rolando Mellafe de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, quizás en el año 2004, asistí a una lectura pública de poesía, seguramente propiciada por la profesora Soledad Bianchi, en la que Millán leyó en solitario.
El auditorio estaba relativamente lleno y relativamente sombrío, era un día brumoso de invierno en Santiago. Me impresionó su manera de fumar un cigarrillo tras de otro: “No un hombre, ¡una nube en pantalones!”.
En el año 2006, unas semanas después de su muerte, me invitaron a participar en calidad de joven poeta en el Congreso de Poesía de la Universidad de Chile. En esa oportunidad, otros de los invitados recitó un hermoso poema luctuoso en su memoria, frente a un auditorio conmovido.

549

El índice, determinado por la sensación, asegura la relación entre signo y objeto como experiencia del mundo. Para Charles S. Peirce el mundo se insinúa a través de la violencia de los hechos. Siempre excesivo, golpea los sentidos y la infinita máquina semiótica se activa.
El aire está lleno de signos.

545

Las emanaciones de las cosas penetran el organismo, lo inflaman de delirio, manía o inspiración. Un cuerpo abultado por la naturaleza y sus átomos es el cuerpo del poeta.
El aire está lleno de las cosas y los dioses.

518

Durmiendo recordé haber sido un niño lleno de confianza hasta que un día llegó la gran vergüenza.

506

Entre la publicación de Perro del amor en 1970 y Fábulas ocultas pasaron 36 años. En este tiempo Oliver Welden junto a Alicia Galaz dieron vida a la revista Tebaida en Arica, donde Galaz dictó clases de literatura. Luego del 11 de septiembre del 73, se autoexiliaron en Estados Unidos.
Durante esas tres décadas, Alicia Galaz prosiguió su carrera académica, publicó Oficio de mudanza y Señas distantes de lo preferido, también sus trabajos sobre Góngora y Gabriela Mistral y fue incluida en alguna antología de poetas latinoamericanas, mientras Oliver Welden, sentado a la sombra amplia de ese árbol pequeño, se mantuvo en silencio, como buen perro, como paisano.
Perro del amor es un libro profundamente erótico, de un deseo activo y robusto, abultado como la primavera, hecho desde la pura fascinación. Perro del amor es hermano del primer libro de Galaz, Jaula gruesa para el animal hembra. En ambos libros, alejado de la posesión, el sexo no está sublimado por alguna idea del amor como bien superior, a lo sumo, se vive en su reverso como compañerismo, pero, en términos más simples, como animalidad en la figura del “amor desatado”, en la figura del animal hembra que vive su sexualidad, poderosa y política, como diferencia.
Fábulas ocultas, por otra parte, publicado tres años después de la muerte de Alicia Galaz, es también un libro lleno de erotismo. Son poemas, sin embargo, de un “amor oscuro”, del amor a una mujer muerta, poemas sobre la persistencia del deseo sexual tras la muerte de quien se ama.
Después vinieron Oscura palabra y The Sweden Poems, un total de 60 textos publicados en 2010 y 2014, respectivamente. Pareciera ser que tras la muerte de Alicia Galaz algo se desató en Welden, algo se abrió, algo brotó tras 36 años de silencio. Sin embargo, según sus propias palabras, durante esos años en los que perdió “el afán de publicar”, nunca dejó de escribir, pues, aunque se quiera, “no se puede dejar de escribir”.
Es inevitable, para mí, imaginar a Oliver Welden como un hombre viejo, montado sobre la circunferencia de su estómago, que ocupa toda la vida que le resta en escribir estos últimos tres libros.
Esta es una imagen con la que me identifico, una imagen que me complace, el horizonte que digo será mi futuro: escribir y amar como un anciano, con toda la vida que me resta.

434

La comunicación nunca ha sido entre un emisor y un receptor. Una carta de amor está dirigida a nadie, tiende puentes entre los vivos y los muertos, repercute en el tiempo. Como yo, un texto está lleno de fantasmas.

246

Nos abrazamos con delicadeza en el momento de la despedida. Yo recuerdo un cuerpo más fornido, lleno de vida. Me sorprende ahora esta inconcordancia, esa delgadez que me obliga a tenerlo más cerca para estrecharlo. Él me abraza también con cuidado, como quien toma un objeto invaluable y teme dejarlo caer.

207

Recuerdo un sueño que tuve de niño. Estamos con el hermano en la sala de espera de un consultorio. Ninguno está enfermo, pero esperamos sentados en esas ásperas sillas color vino. Al frente la sala de examen, a la izquierda hacia el fondo está la puerta de salida que es asaltada por una bruma de luz que entra por el vidrio tras inundar la mañana. Antes, justo al lado de la silla en la que estoy sentado, hay un macetero lleno de tierra seca y brillosa, sin raíces. El hermano menor escarba esa tierra y encuentra una moneda fulgurosa como el sol de su rostro, corre hacia la calle por el pasillo y se funde con la bruma. Desesperado escarbo entonces la tierra y también encuentro, no una, sino incontables monedas que apenas puedo sostener entre las manos, con los bolsillos llenos. De pronto la puerta del pabellón se abre y aparece la mamá que me había estado buscando por siglos. Me obliga a dejar que esas monedas germinen en la sala de espera del consultorio, salimos a la calle y el día nos cubre.

137

Soñé que entrabas a la pieza donde he estado escribiendo por días, borradores del poema de mi vida, el suelo está lleno de hojas rasgadas, poemas sobre mí mismo que dificultan tu paso.

106

Leo en el libro de M. G.:

“el suelo está lleno de cientos de tortugas
que se mueven con absoluta parsimonia en direcciones
ambiguas e inverosímiles”

Inmediatamente recuerdo haber soñado con una tortuga herida sobre el cuello. De su herida salía baba. Era la baba de dios.