204

Le cuento a J., y me entiende. Nos juntamos luego de unas horas en las que ha tenido que atravesar la ciudad para atajar esta caída sostenida. Tomamos sopa de zapallo y comemos diversas ensaladas verdes. Quiero concluir la noche rodeado por desconocidos para acabar con la ilusión de toda suficiencia que me invento. La mañana es maravillosa. Por supuesto deja de serlo. Recién ahora vuelvo después de quedarme retrasado en incontables esquinas, entre el boliche y la casa.