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Por las mañanas tomo la bicicleta y me voy a la playa. Señoras y hombres jóvenes practican ridículos deportes bailables de nueve a diez, algunos bañistas toman desayuno sobre la arena, armados de sándwiches y termos resplandecientes. Solo los viejos se internan en el mar. Más allá de las boyas, descansan flotando de cara al cielo porque el sol es todavía gentil a esta hora de la mañana. Yo floto junto a ellos, cuando una gran nube esparce su sombra sobre la cordillera de la costa.

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