Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ encontrar

Algunas palabras adquieren un sentido preciso y urgente en la boca de ciertas personas.
La palabra hambre, por ejemplo, que no llena la boca de nadie que la pronuncie honestamente.

Las metáforas –aunque idénticas- difieren si pastan en uno u otro campo.

En “Idea de la lingüística” de F. S. Astaburuaga, se dice de la Gramática comparada de Bopp, que es una "guía luminosa para echarse en el campo de la investigación y clasificación del habla humana".

La investigación del habla humana es un campo / verde en el que el sujeto se tiende calma, bucólicamente a mirar el cielo.

En Stone Butch Blues de L. Feinberg, ellx niñx en su vagabundaje infantil da con un campo en el que retoza y se revuelca bajo el cielo

azul
como un
crayón
azul.

En ese momento, humedecida la espalda, siente el abrazo de la naturaleza que no encuentra ninguna falta que reprocharle.

Quizás, en lugar de pensar en elegir entre una u otra, el asunto se trate simplemente de una disposición ante las imágenes pues, si el lenguaje es un camino, las ideas de destino o paisaje son determinadas por el deseo.
Sobre esta tierra dormimos. 
Contemplamos el paso 
Del tiempo:

La vida abierta al mar 
Parecida a la vida 
Colorida de la flora endémica 

Lila de la dicliptera 
Amarilla del michay azul
De la flor azul de la dalea; 

Tuvimos tiempo de estar solos 
Sobre esta tierra 
-El tiempo del aprendizaje 
Y del juego-

Encontramos compañía en otros 
Que compartieron nuestra afición 
Por las cosas de la tierra. 

Hicimos el amor sobre esta tierra

Tras la partida otros 
Ocuparon el suelo en el que dormimos
Y soñamos. Elevaron 

Improvisados asentamientos 
Casas de madera y nailon 
De madera y latón casas
De madera y concreto.

Para quienes aseguran que en esta 
Tierra no hay nada, que nada 
Brotará de estas ruinas / digo

Bajo esta tierra descansan 
Los huesos queridos.

Sería incorrecto decir:
Se hunde en la negra noche
Naufraga en el mar más oscuro
Se pierde en la sombría espesura.

Entre tantas cosas, sin duda un árbol
No es parecido al niño o el loco
Que desviándose del camino se pierde

Ni un tronco es similar a una embarcación
-Aunque tradicionalmente sean
Los árboles / madera
De travesías y aventuras-

Son cosas que se dicen en poemas / cosas
Que surgen cuando hablamos desde el entusiasmo.

Sucede que hoy hemos estado por largas horas
Mirando el viento golpear las hojas de la Melia
-Conocido también como árbol de los rosarios-
Y nos ha encontrado la noche.
Tesoro

Por ríos de aroma
Se pierden
En busca
De un tesoro modesto

Descansan después
Bajo el sol

Con la barbilla
Y el corazón latiendo
Sobre el pasto

Uno pensaría
Que a diferencia
De los humanos
Los perros
No tienen el problema

De encontrarse
A sí mismos.
Después de tomar la decisión de no escribir. El diario va adquiriendo modos nuevos.
Aparece la nota en la mente, se delinea y define, encuentra su forma de imagen y pasa / indiferente a la fijación de la escritura. No deja huellas

sino estas y el silencio
los espacios blancos
y los saltos de tiempo.
De pronto bajo el árbol una ráfaga de viento sacude la copa y caen hojas sobre el pasto. Cada una mira: ya la hoja, ya el viento dibujado por la caída de la hoja, ya el pasto o el espacio oscuro entre brizna y brizna de pasto.
Pensamos: la escritura aparece como las briznas del pasto conforman una alfombra verde un manto verde sobre ladera o monte. Mirada de lejos o arriba, como un paisaje plano aparece / rico por razones diversas a las de las breves relaciones fugaces entre significado y sentido, signo alfabético y no alfabético, letra y contraforma.
Los ojos encuentran consuelo en las grandes superficies de escritura, abiertas como el horizonte tras la colina, tras el camino amurallado que lleva al mar abierto.
Hay allí perfectamente nada, y por tanto corremos en cuatro o dos patas, en seis o dos ojos, con la almohadilla de las patas ejerciendo presión sobre la letra y su contraforma sobre la brizna de pasto y su contraforma, ambas oscuridad y vacío de cerca / ambas gris vibrante de lejos.
Miramos abajo y arriba estirando la espalda.

Con el propósito de detener la expansión sin control de terrenos tomados en el sector Costa Laguna al norte de Antofagasta, el día de ayer el Ministerio de Bienes Nacionales dio la orden de "recuperar" las 13 hectáreas de terrenos fiscales tomados.
Uno de los factores que detonaron el desalojo y demolición de esas viviendas precarias fueron las denuncias de ventas ilegales de terrenos de desierto. 

En el reverso de esas imágenes / aéreas de los macrocampamentos, de los planos generales y contrapicados de maquinaria pesada / está el negocio / de la división de la tierra / desierta, la compartimentación de las casas / por las que el desierto / arenoso / improductivo encuentra / un valor suplementario. 

En esas imágenes es visible el abuso, la necesidad y la exclusión social con las que -¿es posible decir?- el vacío de representación se llena.

Caminando -no todas, sí muchas cosas valiosas se ofrecen caminando- encuentro una imagen: una mujer escribe, semiacostada en medio de la calle, a la sombra del edificio del Archivo Nacional. Entre la luz y la sombra -en el inventario ilegible, perdido una vez escrito- registra el paso del tiempo.
Caminando por una feria de Santiago -entre loza vieja, ollas, sartenes y cientos de utensilios plásticos- encontré 7 ejemplares de Tristura de Floridor Pérez. El tendero me contó que había dado con un montón de copias del mismo libro y que la gente los compraba. No quise indagar más sobre cómo los había obtenido. Floridor ha muerto hace ya más de un año, unos meses antes del inicio de la pandemia.
Recordé que un par de años atrás un amigo me envió una fotografía de unos libros que estaban siendo vendidos en una cuneta del paseo peatonal del centro de Arica, entre los cuales había un par de libros que escribí. La sorpresa, la incertidumbre sobre cómo esos libros habían llegado hasta allí se disipó cuando supe -casi de inmediato- acerca de la muerte de Rodolfo Kahn, otro poeta viejo, a quien una vez visitamos con Daniel y Rodrigo. Es la respuesta inesperada para una pregunta que nunca me había hecho: ¿dónde van a dar los libros de los poetas muertos?
De la flora ruderal me muestra la ortiga, el amaranto, la flor de la mostaza. De esos obstinados brazos verdes recuerdo: la hierba perenne, la avena hirsuta o la semilla de la Erodium cicutarium, que tuerce su cuerpo y gira hasta encontrar un pedazo de tierra.
Comienzan los días y las noches fríos
cuerpos vencidos se arrastran
a la siga de otros cuerpos arrasados

una mano busca su reverso y juntas
encuentran una piedra tibia.
Una nota antigua, que olvidé y releo. Luego de encontrarme atrapado en el tiempo largo del duelo, recuerdo ese sueño de hace unos meses (días o años, el tiempo del diario -a pesar de su cronología- es siempre el presente) en el que mi papá me buscaba para contarme sobre la muerte de su hermano. Yo le decía que su muerte era una oportunidad para celebrar su vida. Hoy -despierto- entiendo que la vida siempre es poca y toda muerte injusta para quienes continúan viviendo.
En medio de savasana, la tierra comienza a temblar y no tiembla porque esté mi cuerpo tendido. Sino porque la fricción entre dos placas tectónicas cedió algún milímetro y, con ellas, las ondas energéticas que reverberaron -como cotidianamente lo hacen- hasta encontrarse con mi espalda, sobre el suelo, donde, muertos, ondeamos. En la sacudida recordé las palabras dichas con sorna, aquellos insultos juguetones, esos chistes, esas bromas que mediaban la relación entre mi abuelo y sus nietxs, yo entre ellxs, como un sincero intento de comunicación.
1991. Durante la Guerra del Golfo, un dron estadounidense captura imágenes de un soldado iraquí rindiéndose con las manos en alto ante la que pensaba era una nave pilotada. “Encontrar prisioneros de Guerra”, según Adam R. Fein, representante de la AAI Corp., “no era uno de los usos previstos” para sus drones, “pero estamos muy contentos de que también puedan llevar a cabo esa función” (Ted Shelsby. “Iraqi soldiers surrender to AAI's drones”. The Baltimore Sun, 2 de marzo de 1991).
El miedo de no encontrarnos con nuestro reflejo al levantar la cabeza o doblar la esquina hacia el edificio de metal y vidrio, confrontado con el miedo ese de no reconocer en otrx a unx semejante, señalan, primero, una relación con el hábito y, segundo, una concepción del cuerpo como unidad y, de allí, de la subjetividad por las que cuerpo y sujeto coinciden. La raíz de esos miedos está precisamente en la falta de coincidencia, la ausencia de identidad por la que no solo yo sino también lxs otrxs se disuelven o pierden peso. Esposito enfatiza que en las representaciones de la violencia originaria los humanos no se mataban por sus diferencias sino por una intolerable semejanza: “Aquellos que combaten a muerte entre sí no lo hacen a pesar de que, sino precisamente porque son hermanos”.
El peor miedo: ver en otrx tu propia desnudez.
Después de no poder encontrar objetos tan diversos como una antigua libreta de apuntes o un destornillador, temo un día levantarme en medio de la noche y no encontrar el espejo, colgado en el baño. Temo aún más mirar por la ventana y descubrir que mi reflejo ya no está, desaparecido el vidrio que aísla el departamento del frío en invierno, del calor en los veranos.

994

Desde el gobierno califican de “utensilios” a las armas (revólveres automáticos, entre ellas, subametralladoras, una UZI), cascos, escudos y chalecos tácticos con el signo de Patria y Libertad que encontraron en el allanamiento de las viviendas del grupo fascista que amenazó de muerte a la fiscal Chong.
Siempre me ha llamado la atención esta confianza que la política en general (y la derecha chilena en particular) deposita en el lenguaje. Así como se dijo que el adolescente “cayó” al río, por ejemplo, no demasiadas medidas prácticas o efectivas se tomaron en el momento en que se cambió el nombre al sistema de transportes Transantiago por RED, conservando su estructura y funcionamiento.
Es una confianza adánica, casi ingenua, que haciendo uso de su palabra [de su voz de mando] quiere volver a crear el mundo.

928

La verdad, para mí, es que unx se encuentra con pocos libros en su vida. Pero unx se esmera en escribirlos y leerlos con el deseo de que las palabras pesen. Como quería Nuno Ramos, que las imágenes sean cosas, “con propiedades físicas que las hiciesen hundirse” / dejar “una cicatriz física de su paso por el mundo”.

883

La ciudad, no existe ningún lugar en la Tierra para quien la busque. Está bosquejada en los cielos, como un patrón para quien quiera verla. Para que, al verla, encuentre la ciudad en su interior.

877

Encuentro una rama rota / verso de cabo roto que suspende el sonido, que resuena en la cabeza.