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Una mariposa llega a la ventana. Se deja ver por un segundo y vuela.
Las aves del cielo e insectos voladores como mariposas y chinitas (vaquitas de San Antonio, catarinas) son recibidas con alegría o asombro pues se las considera como portadoras de mensajes, usualmente prósperos, si llegan a ingresar a nuestro espacio cotidiano, la sala donde leemos, la pieza en la que descansamos o la mesa donde nos sentamos.
Ahora bien, una corneja volando a la izquierda en dirección contraria a tu camino puede ser signo de los más grandes pesares, de los peores augurios. Es la imagen del exilio en el Cantar de Mio Cid, por ejemplo.
En algún poema de Louise Glück los pájaros son visitantes burlescos, en Hearth of a dog de Laurie Anderson, las águilas que sobrevuelan el pequeño cuerpo blanco de su rat terrier son el recordatorio -en el mundo post 9/11- de que el peligro "puede venir desde arriba".

Por supuesto son todas supersticiones. Productos de la capacidad humana de fabular.
Aves del cielo e insectos voladores a veces se encuentran, para pesar de los insectos, quienes se convierten en presa, en épocas de escasez.

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Entradas aleatorias

El rey de Lidia echó a la suerte el destino de la mitad de su pueblo frente a una gran carestía. Los lidios son conocidos -eso se dice- por ser el pueblo inventor del juego de los dados. Los primeros dados fueron hechos con huesos de tobillos de oveja u otros mamíferos, pues estos huesos -llamados astrágalos- son similares a un cubo, en el que inscribían figuras o puntos. La suma total de los puntos de un dado de seis caras es 21. La suma de sus caras opuestas siempre es siete: 1+6; 2+5; 3+4. Tanto la decisión del rey de los lidios como la asignación de valor a los signos en las caras del astrágalo son arbitrarias. Esto sabía el rey de Lidia, que "se puso al frente de aquellos a quienes la suerte hiciese quedar en su patria".

09/2025 _ Conoce más