Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ pequeño

Carmela Jeria Gómez y Manuel Schuman Hasin viajan de campo en campo para vender las telas que este traía de sus tierras

De noche separamos ciertos libros
De la estantería o el librero

-Una pequeña montaña se yergue-

Abrimos cada uno y los volteamos
Sobre la mesa o el suelo.

Grupos de viajeros levantan
Sus tiendas de campaña

En el descampado levantan
Un campamento.

Arrancan otros viajeros

Páginas y fragmentos
En caso de que el viento
Arrecie o escasee
el alimento -del espíritu-.

Es vasto el territorio de una mesa
Para los que no dormimos.
El pothus trepa por la pared unos cinco metros. Hacen falta algunas hojas en algunos segmentos, ciertas hojas son más pequeñas, grandes hojas oscuras algunas, ralean también hojitas amarillentas a punto de caer, nacidas casi muertas. Como el diario, la planta trepadora tiene formas propias de anotar su vida: los momentos de abundancia, la escasez, el descuido, el paso de las estaciones, los cambios de maceta y de vivienda.

una idea una sensación aparece /

un cuerpo tendido en luz y sombra

pero tambalea entre dos imágenes:

la de un cuerpo enorme
irremontable

la de un cuerpo pequeño
tibio y frío

hoy que el sol despunta sobre un campamento
improvisado en la línea de la frontera /

Cordillera Cuerpo Tendido

El cuidador de autos
Sacude su paño húmedo
Golpeando el aire

Salen despedidas
Pequeñas gotas
Que caen luego
Sobre el pavimento
O se evaporan
Un día de febrero
Con 33 grados.
Un helecho dormido

sueña la perra bajo
la sombra del helecho
corre sobre el campo
abierto de su lomo
como corre el animal
pequeño de la brisa
sobre ese otro animal
pequeño que es mi mano.
La escritura, su presencia, mi presencia se cuidan la una a la otra. Me cuido de reducir al máximo el ruido de mis pasos, practicar una presencia leve y respetuosa cuando duerme, que es la mayor parte del día. Hace un tiempo me había pasado que al verla en la calle a distancia, arrojada, tuve un sobrecogimiento: estaba allí, con toda la fragilidad de su cuerpo pequeño. Ayer me pasó cuando después de comer me hizo fiesta, se acercó simplemente para que la acariciara, y sentí algo que puedo llamar ternura. Entiendo que es muy difícil volver cuando se toma este camino: el camino del cuidado mutuo; pero también que no es necesario volver.
Para calmarme en algún momento de angustia, me recuerda que de entre las junturas de cemento o los adoquines donde la tierra y la humedad se acumulan, sucede a veces que pequeñas plantas o malezas crecen a pesar de las condiciones desfavorables del entorno.
1903. Julius Neubranner diseñó una pequeña cámara que se montaba en el pecho de palomas mensajeras para la Bavarian Pigeon Corps.
1897. La primera fotografía aérea realizada con una cámara montada a un pequeño cohete fue tomada por el inventor sueco Alfred Nobel.
Abren los arbustos sus ramas para acompañar el paso del viento. Animales pequeños le siguen. Adheridas a su pelaje, transportadas por el viento, semillas y esporas se unen a la caravana. Muchas semillas van a dar a un suelo demasiado seco o demasiado húmedo, otras hunden su brazo en la tierra y crecen arbustos en el sendero.
Vistos desde las alturas próximas, simulan a la gran serpiente, que el movimiento agitado de las ramas hace visible como una amenaza: no interrumpas el camino del animal mítico, no quieras ver aquello que es invisible; pero la ciudad crece con las semillas, todo parece al alcance de la mano.

995

Por el sonido -que esta mañana vuelve a desconcentrarme de la lectura- reconocemos la distancia y el espacio / ocupado por grandes cuerpos sólidos, como el cerro y los edificios; lugares de paso abiertos por donde fluye el cardumen mecánico de los automóviles; espacios densos como las copas de los árboles en las que centellean más allá pájaros pequeños. El sonido es
profundo
extenso
visual esta mañana.

977

El mundo continúa. Son pequeños signos. Es la noche del sábado. Algunas personas vuelven a sus casas. El ruido de sirenas a lo lejos se aproxima, mientras los pesados pasos se detienen frente a un umbral. Voltean la cabeza. Una patrulla o un carro de bomberos deja una estela de sonido y luz. Todo continúa. Pero el camino es pesado. Las lágrimas son inevitables. Tiraron un niño desde el puente al río.

931

Los grandes movimientos armoniosos. Las pequeñas fugas violentas. Un hueso se rompe. Una rama. La convulsión de un cuerpo. Las nubes avanzan en el cielo. El mar se eleva y desciende. La Tierra es atraída por la gravedad inmensa. Del sol que curva el tiempo y el espacio. Y no hay dolor. No hay angustia.

916

Soñé que mi papá me iba a buscar por allá, a esos lugares donde me escondo del mundo, los amigos y la familia. Me sacó del grupo de desconocidos en el que estaba para contarme sobre la muerte de su hermano. Tenía la punta de la nariz tiznada, manchada de carbón. Mirándome a la cara se lamentaba profusamente sobre la muerte de su hermano, se frotaba el rostro, se limpiaba los ojos que lloraban. Esta fue la primera vez que lo vi llorar. Para calmarlo, le dije que O., había vivido una buena vida, que su muerte era una ocasión de celebrar su vida. Tras mis palabras, me dio la espalda y partió. Lo perseguí pues pensé que era lo correcto: ir tras de él, como él se fue tras mis palabras. Él, que me dio un lenguaje que rechacé, se iba herido por mi lenguaje nuevo. Entré a una pequeña sala de teatro o un cine destruido. Estaba sobre el escenario. Alguien lo presentó a la audiencia que esperaba su acto. Sentado, en su rodilla descansaba una guitarra gris, de cuerdas rotas. Comenzó a tocar un blues acerca de su hermano muerto. Ese fue a mis ojos el momento de su redención.

898

Despertar en medio de la noche – agobiado por la picadura del mosquito. Despertar afiebrado por la hinchazón en la coyuntura de las falanges, media y proximal, del índice izquierdo: pequeño bulto, duro y rojizo, que palpita en la mano, mientras afuera las brigadas del conservadurismo cubren rayados e imágenes; tachan, escriben PAX ET BONUM sobre otras frases, tratando de usar las estrategias del enemigo. Inscriben su versión del bien, su versión de la felicidad.

854

Entre todas esas imágenes, una me ronda, persiste. Es 19 de octubre, camino rumbo a la Vega Central, es la mañana siguiente a la primera noche de toque de queda. Los “sin techo”, los alcohólicos, los desaforados, los locos, los hombres perdidos, continúan durmiendo en la Iglesia de la Recoleta Franciscana, en los dinteles de los edificios, bajo el puente, envueltos por sus pequeñas jaurías, sobre las bancas del Parque Forestal, con los zapatos como almohada y la mano en la entrepierna, agarrados de sus penes tibios como único abrigo. Esta imagen cotidiana me asalta otra vez, en esta mañana, tras despertar.
Estos hombres están fuera del horizonte político de la movilización.
Cuando se restringen las libertades de movimiento y reunión, estos hombres solitarios continúan durmiendo junto a sus perros, con las manos en sus penes tibios.

838

En el sueño mi papá me contó sobre sus nuevos amigos. Amigos que han conseguido pues se han preocupado –él y la mamá– de pequeñas cosas, como por ejemplo la ropa, como por ejemplo cierta nueva actitud amistosa. Han hecho nuevos amigos porque están viejos y los amigos se van muriendo. Me cuenta en particular que han aprendido algunos chistes y, gracias a ellos, tienen nuevos amigos, chistes muy fomes que ha escuchado de otros, dad jokes que comparte con otros padres de familia. Despierto del sueño con la certeza de que muchas cosas comienzan con un chiste.

778

Es domingo por la mañana. Camino a la Vega, tras todas las esquinas, pequeñas estructuras precarias parecidas a casas, nos protegen del frío.

722

Como pequeñísimas esferas. Burbujas cayendo por el aire hasta dar con alguna superficie sólida.
Así imagino el libro.

703

Recuerdo. En las oscuras paredes de las rocas, que rodean playas artificiales y breves entradas de agua, se adhieren pequeños moluscos en veda, choritos y lapas, anémonas de un rojo brillante sobre los inmensos prados de algas diminutas, estrellas en las paredes nocturnas y frías de esas rocas.