Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ hoja

606

Gonzalo Millán desea (escribe: en este plano, escribir es manifestar un deseo / fantasear) pasar agosto, morir en primavera: “En primavera hay que vencer las ganas de treparse a los árboles, el llamado de la madre arbórea a participar en el brote, partero de las hojas sin orejas” (Veneno…, p. 307).

568

Ante este montón de hojas, ¿cuál es el factor que decide qué pertenece al diario, qué al ensayo, qué al poema, qué entra en el libro?
Estas notas, formas breves que de lejos parecen sino un montón de hojas, no pretenden ser una escritura homogénea o, menos, el producto de una subjetividad “fuerte”, “anclada”. Muy por el contrario.

552

Entre otras de sus maravillas y peligros, se creía que la fotografía podía arrebatarle al sujeto fotografiado la esencia misma de la vida.
De acuerdo con Balzac, todo cuerpo estaba hecho de fantasmas, múltiples filmes o láminas que a manera de hojas puestas una sobre la otra envolvían un cuerpo ligero como el aire.
A través de la técnica fotográfica, una de esas capas espectrales era capturada para la posteridad, lo que conducía a una inevitable pérdida de ser.

551

El sol marca el cuerpo de bañistas y albañiles, penetra en las hojas de las plantas, modifica el color de las cosas, funde el plástico, quema el pasto. En la capa fotosensible de la tierra se imprime la luz y el tiempo.

503

Imagina un bosque
si digo verde
peciolo
hoja

la oscuridad desaparece.

499

Camino arriba, hacia la casa, el conserje, el portero, aquel que se ocupa de mantener limpio el edificio, el suelo donde camino, quien quiere hacerme feliz, riega el asfalto en un día caluroso. El agua baja por la calle y llega a donde estoy, cerca de la esquina.
Antes de que el agua arrastre pequeñas piedras y algunas hojas, basura y cuerpos muertos, antes de que inunde la superficie, dibuja formas que admiro, se separa, vuelve a unirse más allá, muestra el relieve del territorio.

479

Savasana

Soñé que estaba acostado bajo la sombra de un limonero imaginando el cielo tras las hojas cuando supe:
Toda la lluvia y el mar están contenidos en la hoja del limón.

457

Dos concepciones ya tradicionales del texto:

-un lugar donde se amontonan niveles
-un espacio donde se tejen redes.

Esta distinción descansa sobre una dicotomía operativa: profundidad y superficie. Como en toda opción hay, por cierto, una moral que la garantiza: la que determina lo profundo como objeto de interpretación: la verdad de un texto, figura de la sustitución, ideología del referente. Es obvio, la vigencia de la idea de la red nos hace más deseables, pensar en redes interconectadas donde el sentido se disemina es más legible hoy que pensar en niveles de profundidad. Pero una hoja

¿cuál es el sentido de una hoja?
Una hoja, professor,
es “una superficie infinitamente profunda”.

450

Miro los borradores del libro próximo por encima del hombro, con recelo o una especie de miedo a no tener ya más que decir. Me distraigo en tareas inútiles antes de enfrentarme a ese montón de hojas tiradas sobre el escritorio. Escribo entonces: "Miro los borradores del libro próximo por encima del hombro…"
Entre dos modos de escritura (la escritura del proyecto vital, arrojada al futuro e imposible y la escritura del diario, atacada por lo inmediato) pasa la tarde como un fantasma amado e indiferente.

449

FOLIOLO

Hoy vi un video de la Mimosa pudica, que recoge sus foliolos al sentir el más mínimo contacto de un dedo.
Leí, luego, algunos estudios sobre el proceso de habituación de la Mimosa a una misma clase de estímulos en un ambiente controlado.
La habituación no es más que el decrecimiento de la respuesta frente a un estímulo que, por su repetición, se considera inofensivo.

En condiciones de baja luminosidad, la Mimosa deja de recoger sus hojas considerablemente antes que en condiciones de luminosidad alta, frente a estímulos repetidos. Con el propósito de no desperdiciar energía de manera innecesaria, la Mimosa se habitúa con mayor rapidez a estímulos inofensivos, como el de la brisa tibia de la tarde.

Tras seis días de ausencia de estímulos, el proceso de habituación de la Mimosa continúa intacto. No recoge sus hojas ante el contacto de un dedo o la caída de una gota.

Tras veintiocho días, si acariciamos sus hojas o una gota de lluvia impacta sobre ellas, la Mimosa no recoge sus foliolos.

Tras cuarenta días, si besamos un foliolo o la caída de una gota de lluvia la estremece, la Mimosa pudica no recoge sus hojas.

La Mimosa es capaz de retener información sobre ciertos estímulos a los que se encuentra ya habituada. Esta habituación a situaciones consideradas inofensivas es, para algunos, una especie de memoria.

La memoria de la Mimosa dura al menos por cuarenta días.

No-me-toques
Sensitiva
Moriviví
Vergonzosa
Adormidera o Dormilona
la planta de la humildad y del rezo
hierba del sueño
planta de la vergüenza o Makahiya
también,
la planta de la memoria.

411

Aquel árbol, de flor roja de apariencia carnosa, florece en septiembre, mantiene sus flores durante todo octubre. Es 14 de noviembre y sus flores se pudren en el suelo. La hoja nueva, verde, resplandece junto al sol de la mañana.

410

En inglés una palabra para foliolo es leaflet: un folleto, pequeña publicación de un número reducido de hojas.

409

Foliolo, cada una de las “hojuelas de una hoja compuesta”. A partir de esta definición, habría que pensar en comunidades politizadas cuyos individuos actuaran como los foliolos de la Mimosa pudica o pensar un cuerpo (deseante) compuesto de foliolos, ligero y verde, quisquilloso.

376

4 de octubre.
Me veo a la vuelta de la esquina en la cara de otro, es la presencia de mi demonio.

Continúo, el viento estremece el árbol, las hojas del ciruelo me devuelven al mundo.

304

En una de sus cartas a Isolda (él viaja por el sur de Chile, está en Valdivia), Óscar Castro escribe: “…mientras los niños se vestían, yo me encaminé hacia el invernadero del hotel. Conocí allí la Mimosa pudica, una planta semejante a un helecho común que encoje todas las hojas de la rama cuando uno la toca. Luego pude admirar trescientas variedades diferentes de quiscos. Los había de todas las formas y caprichos que pudo inventar la imaginación. ¡Y yo, Isolda, pensaba intensamente en ti al contemplar aquellos prodigios de la naturaleza!”

291

Salgo por la mañana. Veo los brotes de la hoja nueva, la exuberancia de la primavera que se pronuncia. No puedo evitar un sentimiento ridículo: son los signos de algo que comienza.

211

En frente y a los costados, veo tras pequeñas ventanas la actividad de lxs vecinxs que descuelgan la ropa seca de los tendederos, barren los balcones o salen a fumar, todavía en pijamas, despeinados y, supongo, con la densidad olorosa de la noche impregnada en sus barbas y cabellos, la piel pegajosa. Son los cuerpos abatidos del domingo.
Una mujer mira los maceteros de su minúsculo jardín, huele la tierra húmeda y toca las hojas de las plantas para atisbar, quizás, la vida lenta que sobrevive a la vida que vivimos, más allá de las obligaciones familiares y los vaivenes de la economía.
Los árboles roncan cuando el viento arrecia, se cierra el cielo, las ventanas se cierran.

194

Una libreta en el velador para cuando despierto, agobiado por el fantasma que ronda el sueño; un cuaderno sobre la mesa ratona para los fines de semana en los que me complazco de mi sola presencia dulce; otras libretas y cuadernos escondidos en los cajones a lo largo y ancho de la casa; listas de recetas que me asaltan encima de la mesada, mientras practico la gastronomía del alma y del cuerpo (para sanar desde dentro, para estirar las raíces); anotaciones sobre la consistencia de las verduras y el fulgor de la fruta; papeles tirados en pasillos de supermercados y farmacias en los que leo mi suerte; la blanca paloma de la hoja rasgada, el mural del cielo; también otras libretas y cuadernos que perdí en lugares a los que ya no soy bienvenido y está esta manta y el chaleco que tejo para protegerme del invierno, miniaturas del tapiz de Gerona en los que anoto la vida.

137

Soñé que entrabas a la pieza donde he estado escribiendo por días, borradores del poema de mi vida, el suelo está lleno de hojas rasgadas, poemas sobre mí mismo que dificultan tu paso.

95

Gómez Rojas pidió un libro para sobrellevar su tiempo en la cárcel y murió quizás sin llegar a tocar otro más que el libro que estaba escribiendo, Ricardo Ahumada llevaba un libro en su bolsillo cuando le dispararon desde el edificio de la DC y Juan Pablo Jiménez un montón de hojas. ¿Qué cargaremos, amigxs, en el momento de nuestra muerte?