Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ sueños

Siempre un espacio oscuro de noche - iluminado apenas por una tenue luz cálida. Nunca un espacio abierto:

al día
una playa
el claro de un bosque.

Son sueños, maneras del recuerdo - que el olvido esculpe en la mente.
Le veo ir y volver del sueño esta mañana. La luz del sol entra por la ventana e ilumina ese espacio en el que duerme tirada en el sillón. Imagino un punto de vista más amplio. En el que los movimientos de su nariz al olfatear el sueño son imperceptibles. Un punto de vista preexistente a la mirada humana. Donde el día y la noche forman parte de una misma vibración. Veo la luz ir y volver sobre un complejo de puntos blancos y grises, tonalidades claras y oscuras. Mantos de luz y sombra que el viento mueve. Es la respiración del mundo, me digo, su sueño.
Al anochecer – cuando figura se confunde con el fondo oscuro – cuando los altos picos de los edificios, las altas cumbres se confunden – cuando paulatinamente por la ventana – que es mi punto de vista – comienza a penetrar el agua – y sigue su curso y colma todo el espacio – cuando la noche nos sumerge en el sueño: un ojo se abre, imitando el día.
En el calor inmenso de esta tarde los comerciantes sentados bajo sus tiendas dormitan. Cierran los ojos, bajan la cabeza y se entregan al sueño. Entre ellos, en el portal de la galería, el vendedor de flores cruza los brazos, cierra los ojos y deja caer la cabeza en la luminosa noche del día. A un lado, de su parlante suena "Paisaje" de Gilda.
A diferencia del resto, cuyas bocas abiertas o cerradas hacen muecas al mundo despierto, sus labios esbozan una sonrisa. No es el sueño el que lo envuelve en la noche del día, es la música.

Se recupera el sueño y con él, los sueños. Se recupera el sueño y con él, el relato de los sueños. 

Como en esos poemas en los que la nieve parece cumplir la función de reafirmar la magnitud del paisaje: “Blanca de nieve está la lejanía, / blancas de nieve todas las alturas”; después de soñar la mañana quieta es una parcela, un pedazo propio de tierra donde el sol nos ampara del frío.

Cuando no se duerme en cambio –o se duerme apenas– los días son inmensos espacios vacíos, difíciles de contemplar o navegar. Densos, caóticos, profundos mares correntosos en los que todo esfuerzo por nadar es inútil.

El día cuando no se duerme ofrece una verdad distinta. Mientras el sueño funciona como escala de lo real, la vigilia o el insomnio pueden ser un parpadeo a lo inmenso, allí donde por un instante es posible verse en lo que no tiene imagen.

Pietà [pjeˈta] (piedad)

Suspendido en el aire
Abrazado por la caída
Que es una madre dulce
Sueña dormido pues
Otro de los obsequios
Del mundo es la posibilidad
De soñar despiertos.

Está bien / son los sueños
Naves que nos llevan
A nuestro destino ideal.
Así como un cuerpo tendido
-Un tronco un remo los restos
De un naufragio- puede ser
Nave de nuevos anhelos.

Está bien está bien
Tocará ahora ponernos serios

Es dolorosa la desgracia
Humana es motivo de rabia
Angustia e indignación
Y en el mejor de los casos
Los poemas son injustos

Tradicionalmente / dispositivos
De disciplinamiento aparatos
Judiciales. Somos nosotros quienes
Apostamos demasiado a su cierto
"Coeficiente emancipatorio" demasiado

Al inmediato placer
De leer y escribir.
Soñé con un poema que leí antes de dormir. Vuelvo a tomar el libro por la mañana, con los delicados dedos del sueño.

En estas circunstancias acotadas y específicas, despertar es la continuidad entre poema y sueño.
De pronto nos asalta una imagen
Sueños se superponen a otras
Imágenes y sueños:

Luego de un día lluvioso
Tras un año seco
Animales beben del charco
Un pedazo de cielo.

Los sueños debiesen contar como realidad. Al menos algunos sueños.

Junto al cráneo
del perro la calavera
humana blanca
asexual
paradigmática

dentro
en el vacío que el lodo preserva
piedra de los sueños
flor calcárea
una brizna de hierba.
Un sueño. Una pesadilla.
La pieza. Domingo. Ocupado en mis propios asuntos: los asuntos del cuerpo; los asuntos de la imagen. Fascinado por las grietas que las imágenes
(azules de la desnudez,
blancas del camuflaje)
proyectaban sobre mi cuerpo: tomado mi cuerpo entre mis propias manos como objeto propio.
Por la ventana, primero, la mamá, segundo, la hermana grande hablaban acerca de mi desarrollo, mis nuevos gustos, reían sin tomarme en serio. Y yo refunfuñaba y hacía pucheros. Y yo me volvía bolita y me tocaba cada parte del cuerpo mientras las miraba por el rabillo del ojo a modo de venganza. Pero era tierno para ellas.
Tengo unas cosas que contarte, entre ellas, mis sueños. La beatífica presencia de un niño, C., quien nos enseñó a nadar, a surfear la timidez, el sexo, el urgente deseo de ser otrx. Con calma, tibia, respetuosamente. Estábamos en la playa y el cielo caía en la forma de un tsunami. Esa era para todxs nuestra muerte más segura y más hermosa, embobadxs ante la calamidad del cielo.
Pero dijo -y obedecimos- hay que tirarse al mar, capear la ola, sumergidos girar bajo el agua en dirección contraria a la corriente. Y lo hicimos. Y contuvimos la respiración. Y cuando el mar estuvo calmo vimos uno a uno aparecer nuestros rostros como una sola cara amorosa.
Una nota antigua, que olvidé y releo. Luego de encontrarme atrapado en el tiempo largo del duelo, recuerdo ese sueño de hace unos meses (días o años, el tiempo del diario -a pesar de su cronología- es siempre el presente) en el que mi papá me buscaba para contarme sobre la muerte de su hermano. Yo le decía que su muerte era una oportunidad para celebrar su vida. Hoy -despierto- entiendo que la vida siempre es poca y toda muerte injusta para quienes continúan viviendo.
de la mirada vertical
a veces oblicua
de un dron
penden dos mundos

de una mirada -que como cualquier otra / mirada que sin mirarnos nos representa: nuestros deseos y avaricias, nuestros miedos y esperanzas-
de una mirada fría, desembarazada del movimiento reflejo del ojo y, por tanto, desembarazada de sus sueños-.

un ojo como eje
de la balanza
entre
producción y destrucción.
Anoche me quedé dormido tras ver una cantidad perjudicial de videos en YouTube. Dormí muy mal. Hoy tengo un miedo nuevo: que las imágenes de esos videos impresionadas en mis retinas reemplacen mis sueños.
Recogía aparatos obsoletos
Que convirtió en partes funcionales
De mecanismos imaginarios

Recogió de la calle
Basura vibrante

Apreció también los frutos
Del mar y las tardes de descanso

De su descanso nada más supimos
Ni de sus sueños.

986

Volví a soñar con un perro negro. Este perro soy yo. O, más bien, yo soy él, perro en forma humana: a quien más ama y más teme. Estaba en mis brazos, yo era un niño, él, un perro grande. Le llamaba antes, con tristeza. Iba a morir. Él y yo. Estuvimos abrazados mucho tiempo -menos que una noche, lo que dura una vida en sueños-, consolándonos mutuamente, haciendo el duelo por la muerte del otro. Luego desperté, que es otra forma de morir, en sueños.

982

Mirando por la ventana, sin atención: el sueño de un libro antiguo. Que hojeo expectante, como quien se interna en el mar, inseguro de su destino o de sus fuerzas.

978

El río toma
A quien cae
En sus brazos
Le lleva consigo
Le mece le ayuda
A conciliar el sueño.

962

Desperté de mi sueño con la siguiente revelación:

Sé el cuerpo que espera
Porque siendo ese cuerpo
La espera acaba.

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