Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ abierto

Siempre un espacio oscuro de noche - iluminado apenas por una tenue luz cálida. Nunca un espacio abierto:

al día
una playa
el claro de un bosque.

Son sueños, maneras del recuerdo - que el olvido esculpe en la mente.
El aleteo repentino de un pájaro al interior de una casa produce alteración entre sus habitantes. Al interior del cuerpo se alborota el espíritu. Nada debiese hacer un pájaro entre muros o rejas, aun cuando este hecho pudiese ser considerado buen augurio.
Una vez, llegué de regreso a una hora poco habitual. Al abrir la puerta, encontré un gorrión sobre la mesa y me quedé petrificado. Tras la impresión, moví lentamente mi cuerpo, pegado a las paredes del departamento para abrir cada una de las ventanas. Decidí volver a salir para darle espacio al gorrión y que, así, encontrara tranquilo su propia salida. Al regresar a la hora habitual, ya no estaba.
Yo pensé, entonces, que tampoco el espíritu debería ser restringido por las barreras del tiempo y el espacio y que –como el pájaro– debía salir de ese edificio y de toda otra jaula. El verdadero problema era que no había donde salir.
En el calor inmenso de esta tarde los comerciantes sentados bajo sus tiendas dormitan. Cierran los ojos, bajan la cabeza y se entregan al sueño. Entre ellos, en el portal de la galería, el vendedor de flores cruza los brazos, cierra los ojos y deja caer la cabeza en la luminosa noche del día. A un lado, de su parlante suena "Paisaje" de Gilda.
A diferencia del resto, cuyas bocas abiertas o cerradas hacen muecas al mundo despierto, sus labios esbozan una sonrisa. No es el sueño el que lo envuelve en la noche del día, es la música.

De noche el viento
Hace girar las hojas del libro
Abierto sobre la mesa.

Pasa por entre las líneas
De texto por entre las letras
Y cada carácter oscuro

Como si acariciara al bagual
Que de pronto se deja aguachar
En medio de la libertad del monte.

Las manos mueven las nubes
No son los ojos. Son las manos
Las que les dan forma
De cúmulo y estrato de gran

Ciudad a lo lejos. Forma incluso
De mano abierta de párpado de
Abrazo. Recuerdo esto hoy que

Blancas huestes se enfrentan
En el cielo. Hoy que animales
De cuerpo caliente huyen

De la piedra labrada la punta
Filosa de la flecha o el proyectil
Que rasga el azul del cielo.

No son los ojos.
Son las manos deseosas
Las que dan forma a las nubes.

Las mullidas manos de un bruto
Que aún no sabe mucho del dolor.

La ventana da a un muro alto que entorpece la mirada.

La ventana -antes que al paisaje- está abierta al ruido: al trino

De los pájaros al ruido: de las máquinas

A la rueda -esa otra máquina simple-.

La ventana está cerrada al ojo.

Quizá como la piedra antigua -la piedra
De Seikilos por poner algún
Ejemplo intencionado-
Guarda para sí la música que le acompaña.

Ahora bien / en este mundo de
Comparaciones arbitrarias

No podemos saber qué misterios
Encierra un muro -si acaso algún misterio guarda-
Ni de qué lado / del muro estamos.

De pronto bajo el árbol una ráfaga de viento sacude la copa y caen hojas sobre el pasto. Cada una mira: ya la hoja, ya el viento dibujado por la caída de la hoja, ya el pasto o el espacio oscuro entre brizna y brizna de pasto.
Pensamos: la escritura aparece como las briznas del pasto conforman una alfombra verde un manto verde sobre ladera o monte. Mirada de lejos o arriba, como un paisaje plano aparece / rico por razones diversas a las de las breves relaciones fugaces entre significado y sentido, signo alfabético y no alfabético, letra y contraforma.
Los ojos encuentran consuelo en las grandes superficies de escritura, abiertas como el horizonte tras la colina, tras el camino amurallado que lleva al mar abierto.
Hay allí perfectamente nada, y por tanto corremos en cuatro o dos patas, en seis o dos ojos, con la almohadilla de las patas ejerciendo presión sobre la letra y su contraforma sobre la brizna de pasto y su contraforma, ambas oscuridad y vacío de cerca / ambas gris vibrante de lejos.
Miramos abajo y arriba estirando la espalda.
En estos días de calor en esta ola de calor entra aire por la ventana abierta y rodea las hojas del helecho plumoso de la monstera deliciosa la cinta y la palmera / como si un fuego propio -brotado / nacido desde dentro- las elevara. Por la mañana -entrometida en la luz de las 8 AM- la perra parece vestida de un chaleco de pelusilla luminosa. Así recuerdo –un poco / más o menos- una sensación / el tiempo en que se reciben las palabras escuchadas sin distancia sin suspicacias -así como al paso- y suenan y brillan y se pierden.
Leo bajo el sol y conmigo lee la perra los mensajes de la hierba, la lengua de los chincoles y las raras, no poco frecuentes en el litoral, el ruido de sirenas y bocinas lejanas transportado por el viento. Todo se confunde entre briznas polen y semillas que abren surcos en la materia del aire. De la boca de la a, de la abierta boca de la u que aúlla al cielo, escucho el sonido de las hojas, el sol entre las hojas, su sombra sobre la hierba.
Un helecho dormido

sueña la perra bajo
la sombra del helecho
corre sobre el campo
abierto de su lomo
como corre el animal
pequeño de la brisa
sobre ese otro animal
pequeño que es mi mano.
En el discurso de aceptación de su derrota -una derrota que es para él, como dijo, una victoria, entre otras cosas porque en comparación con los 522.946 votos que obtuvo en la elección presidencial anterior, en esta segunda vuelta tres millones y medio de personas votaron por él-; en el discurso de aceptación de su derrota se tomó el tiempo de agradecer a las mujeres que participaron de su campaña, nombrando e individualizando a algunas, tras hacer un uso intencionado de una retórica misógina, homofóbica y transodiante durante los meses anteriores a su campaña. Entre ellas nombró a su esposa (“el necesario complemento”, dijo) y, luego, a su familia.
Se emocionó -se le quebró la voz, asomó alguna lágrima- al aludir a su esposa y sus hijos.
En la segunda vuelta hubo un intento de moderación de su discurso, un paso “al centro” que se materializó en la incorporación de algunas mujeres a la campaña, de algunos gestos de reconocimiento condescendiente a algunas colectividades y comunidades políticas: en el discurso de cierre de campaña se vieron un par banderas LGBTIQ y una bandera mapuche, efectivamente dispuestas entre otras banderas del nacionalismo y aquellas con su nombre -todas parecidas, todas homogéneas, producidas en serie-.
Pienso que esa emoción -esa muestra de humanidad ante lo que considera bueno y justo: la familia- debe ser leída en este contexto, como una operación entre otras (la moderación del discurso; el uso superficial de símbolos colectivos y comunitarios; el reconocimiento retórico del trabajo de las mujeres) pertenecientes a una estrategia política meditada pues es cierto, aunque perdió ganó y esa ganancia está -como una herida- abierta.

995

Por el sonido -que esta mañana vuelve a desconcentrarme de la lectura- reconocemos la distancia y el espacio / ocupado por grandes cuerpos sólidos, como el cerro y los edificios; lugares de paso abiertos por donde fluye el cardumen mecánico de los automóviles; espacios densos como las copas de los árboles en las que centellean más allá pájaros pequeños. El sonido es
profundo
extenso
visual esta mañana.

992

13.11.20 / 07.45

Una caja de cartón abierta
Crucificada
A la sombra
Del cerro.

915

La política es la continuación de la guerra por otros medios escribe Foucault invirtiendo el aforismo de Clausewitz que dice la guerra es la continuación de la política por otros medios.

La vida es
la guerra
silenciosa
contra
la vida. es

el amplio campo
abierto donde
continua
la vida
desnuda.

890

Cuando se dice –de noche–
Una hoja en blanco. No se dice
Alguna hoja blanca. Se dice

Cae la nieve blanca de noche

Sobre los cuerpos y las cosas
Que reciben los golpes
De la nieve

En el campo abierto
En el monte verde.

880

Continúa el año. No termina o empieza. El tiempo abierto: los 14 años de movilizaciones de los secundarios, los treinta años de democracia, los más de cuarenta de la dictadura, el gran tiempo de las divisiones históricas.
De pronto se acabó el calendario, se abrió la tierra y todos los tiempos mostraron la beligerancia del presente.

876

Escapábamos de la cárcel. Las circunstancias de nuestro encierro no interesan. Lo único relevante es que éramos inocentes. Un montón de niños y niñas que habían sufrido en sus cuerpos el mundo, los golpes del mundo, el abandono del mundo.
Abierta la puerta, abierto el horizonte abierto, el cielo, corrimos juntos cuesta arriba. Teníamos una pelota que pateábamos dando gritos mientras subíamos por las calles inclinadas a la falda del cerro.
Nuestras caras se encontraban de vez en cuando. Nos queríamos mucho, descubríamos en esas miradas rápidas, que ponían en riesgo nuestra fuga, una nueva forma de querernos, sin palabras, de manera libre, por la simple visión del cuerpo exacerbado.
Todos teníamos un brazo o una pierna más delgada que la otra, una pierna que sufría de alguna herida vieja, pero corríamos juntos de todas formas y los músculos -atrofiados por el encierro- se educaban en el movimiento. Estábamos ejercitando el cuerpo, estábamos sanando de a poco.

856

En medio del sueño, en medio / de la tarde –las cortinas abiertas (los ojos entrecerrados) para que la luz entre– veo caer la nieve. Blanca, cenicienta, sobre cada cosa.
Me elevo de la cama y levito hasta la ventana, enamorado de la nieve y todo lo que toca.

El barullo de la calle me despierta, los gritos de la calle / me despiertan, los disparos, / el fuego; / la ceniza del árbol viejo que transporta el viento y llena el aire a la falda del cerro.

848

Y está el poema que no escribo. Porque los poemas a veces se parecen a los sueños y los sueños, me han dicho, son deseos cumplidos.
Retardo la escritura del poema. Me quedo despierto a medias, para dejar la vida abierta, una ventana abierta, un ojo / permanentemente abierto. Para que todo pase. Para que nada pase / inadvertido.

846

allá. cuando hubo un mar. en lo alto. colmado. por lágrimas grandes. de grandes. animales. impresionados. en los cielos. blancos. animales esta tarde. acá. cuando abajo vuelven. a correr la pampa. abierta. oscuros. animales. de dorados lomos. visitan. a veces. ciudades. cercanas. y los vientos fríos. esta tarde corren. el sol. tibio intenta. domarlos. pero llueve.

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