Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ tiempo

769

Luego de acabar de afeitar esa barba rala que cada vez me parece menos mía, veo mejor las manchas que con el pasar del tiempo han marcado mi piel.
Cuando niño, a los siete u ocho años, acompañé a la mamá a visitar a un doctor que, auscultando el iris del ojo (ventana del alma), podía diagnosticar enfermedades biliares, padecimientos del páncreas y el apéndice, y curarlas con yerbajos e infusiones.
Notó el rostro manchado de la madre (por el sol, los metales presentes en el agua potable del desierto, los cambios del cuerpo tras dar a luz a una hija y dos hijos, la injusticia) y diagnosticó que yo (empequeñecido por esa mirada torva que me reducía a una metonimia de mi madre) padecería en la edad adulta de sus mismos achaques:
mal estómago coyunturas
débiles manchas
en el rostro nubes
tras las ventanas de los ojos.

738

“No cree así quien haya tenido la fortuna, alguna vez, de ver al alba despertar a un caballo o a unas llamas, en ese primum tempus de la aurora, tiempo primero que repite un tiempo primordial, cuando los lomos tiemblan, los cuellos se estiran, los ojos grandes entran en sintonía con el mundo”.

714

¿Cómo escribir el tiempo
Entre dos textos
Entre la nota y el libro?

707

Luego de encontrarnos una vez al mes en la peluquería, hablar del frío y de la lluvia que nunca llega, con la tibia mordida del calor en los tobillos que se arrastra fuera de la estufa, hoy podemos decir que ha dejado de hacer frío.
Es un día azul de primavera.
Hablamos después sobre la avaricia y el dinero. Dice en algún momento de esa conversación que me preocupo de mantener con leves movimientos de cabeza y afirmaciones, que el problema de las personas es creer que han nacido solo para una cosa: subir en la escala social / conseguir más posesiones materiales / llegar más lejos que sus padres: la vida como vía aditiva.
Hoy –es la mañana del martes–, cuando creo que debo ensimismarme en la escritura del otro libro, entiendo que no nací para una u otra cosa. Hay tiempo para todo.

691

Escribir
No lo que pasaba / qué se decía por esos años.
Ni la cronología o el léxico de un pasado irremediable por incomunicable.
Sino cuál es la lengua de ese tiempo.
Cuáles sus formas y giros.
Sus sonidos.
Sus onomatopeyas.
Su ritmo.

659

Cuando el mundo esté rodeado por los vientos y nada se imponga, habrá en el-final-de-los-tiempos un testigo impotente.

641

La experiencia de despertar: a la vida, el presente, la historia; con el cuerpo cortado, la cabeza pesada, tras haber dormido poco y mal sobre una superficie cualquiera, parecida a una cama.
En una conversación entre Marguerite Duras y Elia Kazan en 1980 –Barbara Loden ha muerto recientemente o está por morir debido a un cáncer de mamas que se extendió hasta su hígado–, Duras manifiesta su identificación con Wanda: “Personalmente, abusando de la palabra, me siento muy cercana a ella”. Como ella, ha conocido la vida nocturna, ha frecuentado los bares y cafés que permanecen abiertos cuando todo está cerrado, ha bebido y experimentado el tiempo que se deja escapar de noche, sin otra razón que experimentar el paso del tiempo. Dice en un momento: “Conozco muy bien el alcohol, muy intensamente, como si conociera a alguien”.

633

Entre los escasos fragmentos que alcancé a escribir conservo los siguientes:

“Y el juego consiste en darle a los postes a pesar de que la noche es inminente o, por lo mismo, por tanta luz inútil, tanta luminaria y tanto camino iluminado. Sus nombres eran bíblicos: Zacarías, Saulo, Manuel, José. De alguna manera, yo soy todos ellos”.

“Ocho y media de la tarde, ni siquiera nueve. Hora del día, y era esto un consenso entre los niños perdidos para siempre el mes de junio de 1990, en que la sombra de una persona alcanzaba su mayor dimensión, especialmente en el solsticio de verano.
Saulo siempre fue el más alto de todos, lo seguían la Caty y la Olga, José, de menor edad, aún no alcanzaba un desarrollo satisfactorio, era más bien bajo. Saulo, por lo tanto, lograba abarcar una mayor extensión de terreno con su sombra. Con los brazos abiertos, se extendía calle abajo llegando al mar, o eso decía, a los mil años, cuando fuera un gigante.
El mundo no tiene sino doscientos a los once: por eso no andaban gigantes por la calle; a lo más un tipo de dos metros y tanto que habían visto por televisión: ‘¡El hombre más viejo del mundo!’ (y más alto), de una edad cercana a los ciento veinte. Desde aquí se desprendía que el ser humano (niñas y niños, todos), aproximadamente a los setenta u ochenta años de la formación del planeta, recién había proliferado. Antes, bajo la forma de animalejos diversos vagaba por los océanos. Las montañas no existían. Nunca se preocuparon de ellas. Eran un espejismo. No existe la distancia. Esto lo afirmaba Olga. José creía en cambio que el mar era lo que no existía. Una vez leyó que las ratas en transatlánticos arribaban a islas lejanas, caminaban por una crisneja, escalaban por las cadenas de las anclas, nadaban hasta un barco, partían. José decía que los marineros eran todos unas ratas; el mar, una forma especial de decir montañas (había muchas maneras de decir una misma cosa y eso lo aterraba). Las ratas venían de las montañas entonces. Él y toda su familia vivían en una ínsula. Su madre le recriminaba que leyera tanto: te vas a quedar ciego… Leer, concluyó, es malo para la vista.
Saulo, en cambio, afirmaba que era solo el sol lo que existió. ¿Y la lluvia?, a veces llueve en invierno o otoño… La lluvia no es sino otra forma del sol. El sol tiene dos formas extremas si más condensado o disperso. El sol es un círculo en el cielo y uno que baja subiendo de nuevo y para siempre. O dos anillos entrelazados, que giran. Todo el desarrollo del humano era explicado por el principio de giro perpetuo de dos anillos entrelazados.
Olga en realidad no creía en estas cosas, con el año y medio que le llevaba a Saulo tenía todo muy claro. El mundo era el mundo simplemente”.

“Y en el presente están todos muertos, perdidos sus cuerpos en algún lugar de la playa, arrastrados por los tumbos.
Ahí los veo emerger de entre el resto de los cuerpos de la fosa, entre esos brazos y torsos sin dueño, enverdecidos por el mar, el rostro de Saulo, la ropa de Zacarías, la mano que llevaba el reloj de Manuel todavía marcando el tiempo”.

“Que el planeta fuera plano o redondo, un disco flotante o cualquier otra de las teorías del resto, no fue nunca una de sus preocupaciones. La elipse que el sol dibujaba sobre el cielo como la de los astros menores o la luna; la curvatura de las nubes; el ineludible descender de los viajeros que es su ascender, recortados por el horizonte; la difícil imaginación del borde, juntura de mar y cielo; o la vez que subieron el cerro esperando ver la pared del mundo y solo descubrieron más y más cerros, otros convertidos montañas, planicies, pampas salares desierto bosques ciudades, costa, mar tomando altura y vuelta a dar con el primer hito, por el mismo camino, pasando fuera de la casa, repitiendo la ruta que soñaron. Podrían haber dicho: primera vez que emprenden aventura, primera vez sin supervisión, la primera de vuelo los padres, a no mediar la amplitud racionalista del rostro de la Olga, su ceño de inteligencia, las trenzas que disimulaban buenamente bajo un aspecto infantil, largas tardes al sol, prolongadas jornadas de observación atenta, incontables días e incontables noches de arduas evaluaciones del comportamiento de aquellos niñitos, niños que fueron sus amigos, sus enemigos, su familia; a no mediar su amor, sus casi dos años menos de juventud.
La redondez de la tierra, para Olga, la naturaleza de su acción, manifestaba su evidencia. Pudo deducir, sin mitologías, cada proceso y explicarles, de haber querido, el ineludible movimiento circular, indeterminado e infinito del mundo y sus estratos. Y más particularmente, que la sombra de una persona se alargaba tanto cuánto su relación con la orientación de la luz del sol se lo permitía y que –en un momento de su ciclo diario– la sombra coincidía con la altura exacta de sus cuerpos; que pasado el mediodía era el momento preciso para saber cuánto más crecidos estaban; que las ocho y media de la tarde durante el solsticio de verano era por completo una ilusión, un simulacro de sus futuras medidas; que incluso José podría ser más alto que todos si más cercano al crepúsculo vespertino se confrontaba con la sombra que Saulo proyectó a media tarde; que el ser humano no alcanza los mil años; que los cuerpos vuelven al mar, donde todo después se cierra”.

625

Él era un niño unos años menor que yo, enorgullecido de su padre por su fuerza y su destreza, porque era capaz de defenderte, porque prestaba ropa como un amigo grande con el que nadie se mete.
Hablaba siempre de él, quien lo cuidaba solo –su mamá era un fantasma del que más valía no hablar por miedo a invocarlo: en algún sentido el silencio la mantenía presente, para sí mismo, al menos. Pero especulo, soy injusto, no debieran los procedimientos de la literatura embargar su memoria–. Su papá había estado en la cárcel un tiempo o eso contaba para espantarnos. Era para mí un hombre terrible y, para todos, un objeto de admiración, con su chaqueta de cuero negra unas tallas más grande.

596

“Trato de acostumbrarme a la idea de que ya no emprenderé aventuras nuevas. En adelante solo retoco y corrijo lo escrito, completo los libros inconclusos. Me faltará seguramente el tiempo. Recibirán esos títulos la marca de lo incompleto y lo truncado” (Veneno de escorpión azul, p. 24). La marca del tiempo que falta: que es el único del que se dispone.

594

“Me dedicaré a escribir mi epitafio en los ratos libres”. ¿Cuál es ese tiempo libre?
Un tipo especial de tiempo (la ausencia del futuro como proyección) y un tipo especial de escritura (la que no se puede anhelar o recordar, por demasiado íntima, demasiado presente).
Sin futuro o pasado, este deseo: que el encuentro entre tiempo y escritura posibilite la libertad.

~

¿Cuándo?: el epitafio, por un lado; el tiempo de la libertad, por otro.

585

Existen momentos en que las notas parecen indicar no más que el hecho de estar siendo escritas, por ejemplo:
"2 de septiembre de 2006
(…)
16.00
Después del almuerzo (pizzas de Telepizza).
16.30
Fin galleta".
Hay sin embargo una diferencia entre ambas anotaciones, mientras a las 16:30 se indica una acción realizada en un tiempo preciso, la nota de las 16 horas pareciera simplemente constatar que “escribo esto, que (todavía) estoy aquí”.

584

Frente al sentimiento de transitoriedad, de lo efímero de la vida, reflejado en las breves formas del jisei, la escritura del diario da la sensación de querer prolongar el tiempo, anotando la rutina diaria del moribundo.

572

“Gonzalo buscaba algo, por eso repetía, por eso coleccionaba. Quizá nunca lo encontró, y nosotros, yo en este caso, no sé muy bien qué era, tal vez era solo salvarse o curarse de una obsesión. Tomó al fin la oportunidad de confrontarse con el umbral vida/muerte. Se le hizo corto el tiempo, pero le opuso palabras, las palabras de Veneno de escorpión azul. Quizá solo buscaba hacer una llamada, como esa llamada que esperaba Marilyn Monroe en el poema de Ernesto Cardenal. Acaso por eso, al revés, en alguna tarjeta del Archivo Zonaglo, hay anotados números telefónicos de personas que quizá aún esperan la llamada de Gonzalo, ese umbral o abismo ante el cual nos detenemos” (Walter Hoefler, p. 72).

Santa Águeda
“sueña que está desnuda
palpándose los pechos y buscando algo,
algo duro como un botón o un hueso”.


“La conjunción de ambos textos [‘El presagio’ y ‘A story about the body’ de Claro/oscuro] sugiere sin sombra de duda la amenaza de un tumor cancerígeno, que sin embargo no se nombra: primero como presagio y luego como causa médica de una amputación de ambos pechos. Este motivo adquiere una resonancia diferente para quienes sabemos que Gonzalo Millán moriría de cáncer algunos años después de publicar estos poemas” (Pérez, p. 139).

556

En todos sus detalles, el daguerrotipo muestra el tiempo del rostro.

553

Según Walter Benjamin, “las viejas cajas con las que se hacían los daguerrotipos”, poco sensibles a la luz, requerían de un largo tiempo de exposición.
En el caso de los retratos, gracias a esta dificultad técnica, estos primeros aparatos producían una expresión “más universal y viva”, un resumen de esos rostros fotografiados (Libro de los pasajes, Y 8, 1).

551

El sol marca el cuerpo de bañistas y albañiles, penetra en las hojas de las plantas, modifica el color de las cosas, funde el plástico, quema el pasto. En la capa fotosensible de la tierra se imprime la luz y el tiempo.

506

Entre la publicación de Perro del amor en 1970 y Fábulas ocultas pasaron 36 años. En este tiempo Oliver Welden junto a Alicia Galaz dieron vida a la revista Tebaida en Arica, donde Galaz dictó clases de literatura. Luego del 11 de septiembre del 73, se autoexiliaron en Estados Unidos.
Durante esas tres décadas, Alicia Galaz prosiguió su carrera académica, publicó Oficio de mudanza y Señas distantes de lo preferido, también sus trabajos sobre Góngora y Gabriela Mistral y fue incluida en alguna antología de poetas latinoamericanas, mientras Oliver Welden, sentado a la sombra amplia de ese árbol pequeño, se mantuvo en silencio, como buen perro, como paisano.
Perro del amor es un libro profundamente erótico, de un deseo activo y robusto, abultado como la primavera, hecho desde la pura fascinación. Perro del amor es hermano del primer libro de Galaz, Jaula gruesa para el animal hembra. En ambos libros, alejado de la posesión, el sexo no está sublimado por alguna idea del amor como bien superior, a lo sumo, se vive en su reverso como compañerismo, pero, en términos más simples, como animalidad en la figura del “amor desatado”, en la figura del animal hembra que vive su sexualidad, poderosa y política, como diferencia.
Fábulas ocultas, por otra parte, publicado tres años después de la muerte de Alicia Galaz, es también un libro lleno de erotismo. Son poemas, sin embargo, de un “amor oscuro”, del amor a una mujer muerta, poemas sobre la persistencia del deseo sexual tras la muerte de quien se ama.
Después vinieron Oscura palabra y The Sweden Poems, un total de 60 textos publicados en 2010 y 2014, respectivamente. Pareciera ser que tras la muerte de Alicia Galaz algo se desató en Welden, algo se abrió, algo brotó tras 36 años de silencio. Sin embargo, según sus propias palabras, durante esos años en los que perdió “el afán de publicar”, nunca dejó de escribir, pues, aunque se quiera, “no se puede dejar de escribir”.
Es inevitable, para mí, imaginar a Oliver Welden como un hombre viejo, montado sobre la circunferencia de su estómago, que ocupa toda la vida que le resta en escribir estos últimos tres libros.
Esta es una imagen con la que me identifico, una imagen que me complace, el horizonte que digo será mi futuro: escribir y amar como un anciano, con toda la vida que me resta.

495

Dos escrituras, según su lector, según su tiempo. El libro del presente, ese que se está escribiendo, atacado por lo inminente. El libro de los sueños, no el último, sino el suplementario.
Un libro para quien fui y el libro para el que seré, nunca un libro para mí.

488

Savasana

Recordé una calle inclinada en medio del desierto
o rodeada de cerros.
Recordé o imaginé
contra el cielo azul los pájaros negros que rondaban la cancha de tierra.
Luego el volantín negro
de bolsas de basura negra que los niños persiguen
porque, a veces, si el tiempo es favorable
la muerte es también un juego.