Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ imágenes

865

El sol que sube por el cerro. El viento que baja por su falda. Ejercen presión sobre mi cuerpo, cuando camino de vuelta, esta tarde.
Resiste al comienzo la presión el cuerpo, pero cede. Se abre cada uno de sus poros. Respira el tejido aireado, de pronto nuevo, recompuesto. Absorben el sol las papilas que experimentan el mundo. Cada agujero recibe y da, convive en el aire con las partículas de luz cálida, del viento tibio. Tocan los surcos de los pies los surcos de la goma del zapato, tocan / los surcos de la tierra, bajo el asfalto, sobre las raíces y la vida subterránea.
Consigo entrar, de vuelta a la casa. Me siento, como lo hago siempre, sobre la imagen de un cuerpo que lee.

862

Anoche, mientras se acordaba la idea de una nueva constitución para Chile, se utilizó la metáfora de la "página en blanco" para dar cuenta del carácter radical del nuevo pacto. Hoy la Plaza Italia amaneció cubierta por una sábana blanca (una capa de nieve), así como el siguiente día hábil, luego del fin de semana del 18 de octubre, edificios estatales fueron pintados, como bancos y otras instituciones han sido pintadas y repintadas para cubrir rayados y otras imágenes.
Es difícil no leer la hoja en blanco, la sábana blanca, los muros pintados, como imágenes

854

Entre todas esas imágenes, una me ronda, persiste. Es 19 de octubre, camino rumbo a la Vega Central, es la mañana siguiente a la primera noche de toque de queda. Los “sin techo”, los alcohólicos, los desaforados, los locos, los hombres perdidos, continúan durmiendo en la Iglesia de la Recoleta Franciscana, en los dinteles de los edificios, bajo el puente, envueltos por sus pequeñas jaurías, sobre las bancas del Parque Forestal, con los zapatos como almohada y la mano en la entrepierna, agarrados de sus penes tibios como único abrigo. Esta imagen cotidiana me asalta otra vez, en esta mañana, tras despertar.
Estos hombres están fuera del horizonte político de la movilización.
Cuando se restringen las libertades de movimiento y reunión, estos hombres solitarios continúan durmiendo junto a sus perros, con las manos en sus penes tibios.

849

Las imágenes se registran, se superponen y exhiben de manera desordenada; se distribuyen bajo las lógicas y en los canales de las redes sociales, por un lado, y en la televisión y la radio, por otro; son reorganizadas, repetidas en loop, comentadas por periodistas y expertos; palabras se les adhieren –imágenes ruidosas, que suenan en las calles, dentro de los edificios y en las casas; imágenes ruidosas que desplegadas una tras otra, una encima de otra, le dan cuerpo al ruido y, de pronto, nieva.
Es 23 de octubre y está nevando en Chile.

847

Hoy confundí mi imagen con otro / cuerpo / disponible como la araña / Portia que pulsa / en un hilo de la tela / el ritmo de muerte de la mosca / y atrae la otra / araña cazadora / sin mosca / canibal / ciega presa de su espejo.

840

La película fue estrenada casi un año antes del atentado a las Torres Gemelas. Luego de que dos aviones se estrellaran en el corazón de esas imágenes en las que el pasado siglo permanece intacto. Imágenes de una ciudad en la que una familia se forma, en la que los amigos se quedan, en la que los niños crecen, en la que la memoria de los domingos de verano en el Central Park es todavía un motivo de alegría.
Imágenes como estas, de la vida familiar, de la vida íntima, de la vida cotidiana, posteriormente, vinieron a colmar nuestra relación con lo visible. Todos participamos de este régimen de la nostalgia y la presentación de sí. Tras ese atentado (tras el atentado en el corazón de lo visible) se ha vivido un proceso de intensificación de la producción de imágenes y su procesamiento digital, un uso por el que se han despojado del vínculo familiar en la serialización, en la construcción de perfiles políticos y de consumo; imágenes utilizadas para nutrir el miedo a perder la vida, para nutrir discursos conservadores, alimentar la violencia de quien ve en el otro al enemigo.
Imágenes que en su proliferación (en su aluvión intolerable) ya no se dirigen a nadie, que nadie puede ver, pero que se encadenan con otras imágenes similares y se hacen partes integrantes de procesos políticos de reconocimiento e identificación. Imágenes destinadas a la acumulación de dinero y poder, a la especulación que sacude el sustento de una realidad superviviente a la imagen, ya como reverso, ya como referencia, ya como experiencia religiosa o familiar.
Son imágenes bellas, sin embargo, emocionantes, los últimos diecisiete minutos del milenio, que nos hacen sentir más humanos.

839

La película de Jonas Mekas fue estrenada en noviembre del año 2000. Utilizó en ella décadas de filmaciones de videos familiares y registros de audio, que van más o menos desde fines de la década del sesenta hasta los últimos minutos del año 1999. Dice que no pudo simplemente dejar de filmar. Que no es un cineasta sino alguien que filma, no un filmmaker, sino un filmer. Su trabajo no es tanto el producto de una deliberación como de una actitud de disponibilidad frente a las imágenes, frente a la memoria. En alguno de los momentos de esta larga película de casi cinco horas, les pregunta a sus hijos ya crecidos, en los últimos diecisiete minutos del milenio, si las imágenes que ha registrado de sus respectivas infancias coinciden con la vida que recuerdan. Son ellos, sin embargo, afirma, son ellos vistos por él, pero también es el recuerdo de su propia infancia el que ha filmado en las experiencias de esos niños que descubren el mundo.

834

Hoy. La nostalgia de hacer algo hermoso. Más precisamente, la melancolía de hacer algo hermoso, sin objeto / incomprensible, enraizado al bienestar de mi cuerpo, adecuado al placer. Una suerte de tristeza por no estar haciendo –el lenguaje habla en la luz–, de no vivir sumergido en el ritmo del verso que se parece al ritmo orgánico de lo que crece y se multiplica o transforma, de manera más o menos violenta, a su propio tiempo imperceptible.
A cambio, la vida falsa, la doble vida, inútil, fuera de ritmo.

828

Hace una semana murió David Berman. Mi tía murió hace siete semanas. Tenían la misma edad.
Tres o dos días después de su muerte (y enterarme de sus causas), escuché una entrevista realizada en junio pasado en la que hablaba de Purple Mountains, su disco próximo, la próxima gira de promoción.
En la entrevista responde a cada pregunta con sinceridad, habla de su depresión con una honestidad vergonzosa.
Al día siguiente no tengo fuerzas; aun la más superficial interacción la siento como un ataque personal que me deja abatido. P., luego, de noche, me escucha y reconforta por el chat. La honestidad es antisocial. En algunos contextos, frente a los desconocidos, a quienes no pueden verte sino como la imagen de lo otro. Me preocupa este reconocimiento tras recordar mi honestidad frente a personas que recién conozco; en relación con mi sexualidad, con mis dolores y alegrías.
Hoy desperté y leí el libro de B., –el sueño es otro libro, que nunca acaba de comenzar, interrumpido por el sol–. Me emociona su lectura. Descubro en él la expresión de una vida calma, preocupada por su cuerpo que envejece y el ambiente en el que se desenvuelve, lleno de una sabiduría tibia y silenciosa que no por eso carece de voz. Es la voz de un cuerpo que nutre y educa los cuerpos de los que ama en un mundo estragado, como este en el que vivimos.
Recuerdo haber leído sobre el trabajo que realizó Juan Downey con los yanomami, caníbales endogámicos que, al morir sus cercanos, queman sus cuerpos en una pira y comen sus cenizas, como una forma de asegurar la inmortalidad de sus seres queridos. Todo cuerpo es, entonces, un hogar (el fuego en la palabra hogar), un edificio, una villa / un montón de otros cuerpos que participan del mundo a la manera de la masa.
No sé qué quiero decir. No hay nada definitivo en estas palabras sobre la muerte o el amor por los que mueren. Está bien.

781

La notación como procedimiento estético / como actitud vital, como trance.
La notación es tiempo. Antes que otra cosa, una relación especial con el tiempo, un tiempo múltiple:
-el de lo inminente (aquello que amenaza con presentarse / lo que llega sin llegar, bajo una forma fugaz);
-el tiempo de la sobrevivencia de la imagen, por el que la nota se ensambla con otras unidades frágiles, precarias, a partir de huellas y marcas;
-el tiempo blanco de la hoja, vacío: la cesura entre cita y cita, el aire.

779

Las manchas de orina en las paredes descienden como un gran chorro y se expanden para luego ramificarse en líquidas raicillas, avanzar por entre las ranuras de los adoquines y llegar hasta el asfalto / la huella / la calle: metáfora del mar (que sobre todo después se cierra).

765

Desperté en medio de la noche y apresurado balbuceé el siguiente sueño:
Caminaba por las calles con grandes trozos de grasa. Una grasa blanca y sólida. Me habían dado alguna droga y llevaba muy contento esos grandes trozos blancos y firmes. Volvía al hogar –el hogar es donde no se vive solo–. Sobre el refrigerador había una nota en la que me decían que habían ido a dar un paseo, pero volverían pronto. Yo escalé el refrigerador que era inmenso para quedarme en lo alto a contemplar la remota arquitectura de la cocina y el living. Bajé luego y me miré al espejo. La piel de mis brazos era quebradiza y violácea, tenía grandes moretones de vidrio por piel, en el dorso de las manos, en el pecho, en la frente. Me sacudí y cayeron pedazos del vitral de mi imagen al suelo. Este era un sentimiento de felicidad, estaba cambiando de piel. Me quedaba dormido después. Llegaron de vuelta cargando sus propios muertos. Acostado en la cama leía una nueva traducción de Moby Dick que tenía ciertas interrupciones del traductor, notas y glosas, largos poemas al final de los capítulos en los que reflexionaba sobre su oficio. Me tapaba la cara con el libro para no ver a esos fantasmas, también para no ser visto. Te acercabas a la cama tratando de quitar el libro de mi cara, me hablabas tranquilamente para despertarme por fin. Tú me acariciabas entonces la pierna, sentada más atrás, a los pies de la cama. Yo estaba enfermo y necesitaba toda esa atención. Esa era precisamente mi enfermedad.

734

“‘Parasítico’. La palabra es interesante. Sugiere la imagen de la ‘lectura obvia o unívoca’ como la de un roble o un fresno imponente y masculino, enraizado en la tierra sólida, que es, sin embargo, puesto en peligro por el insidioso zigzagueo de la enredadera (femenina, secundaria, dependiente), que solo puede vivir arrebatando la sabia vital de su huésped, quitándole su luz y su aire”.

709

Llevo el brazo a la altura del pecho, presiono la palma contra el pecho, el cuerpo se yergue y aparece el horizonte.
Por un instante, la mano coincide con la mano, el brazo coincide con la imagen de mi brazo, la palma con el pecho, como si alcanzara por fin el movimiento de mi cuerpo, como si me pusiera al día conmigo mismo.

694

¿Por quién hablo, en lugar de qué entidad sin habla?
¿Qué cuerpo pasado viene a ocupar el lugar de mi cuerpo bajo la forma de una imagen?
¿Qué fantasma soy ahora que escribo lo que escribo?

687

Mi opresor, ese que no quiero ser. Quien me enseñó el habla (mi vocabulario, mi lengua, pruebas de que estoy vivo), ahora viejo, intenta imponer orden en la mesa.
Esta imagen me entristece. Quisiera verlo recio imponerse sobre el caos del mundo. Deseo ver su poder restablecido.
Una abierta fascinación por el opresor, por el otro potente, quien me subyuga, quien me muestra el mundo, quien me quiere.

663

Nadie dijo que debes ser siempre el mismo: una misma imagen acomodada a un cuerpo inalienable, el pie de un único zapato, un pie o un zapato.

649

Según Bérénice Raynaud, Barbara Loden representaba, para un hombre realizado, ya maduro y exitoso como Kazan, el objeto de una fascinación, de un nuevo brío vital.
En su autobiografía Kazan escribió: “Conocí a una joven actriz que, varios años después se convirtió en mi esposa… Ella era enérgica con los hombres, en las calles no le tenía miedo a nada, de principios éticos cuestionables”. Concebida como una mujer atrevida en lo sexual e inestable en lo emocional, apasionada, maniática, Raynaud enfatiza en que esta caracterización –como toda habla, como toda predicación que cristaliza en imagen, como todo discurso arrogante, diría Roland Barthes– no considera los deseos, las necesidades, el trabajo artístico de Loden, pues solo es del interés de Kazan hablar de sí mismo.

647

Duras se interpreta a sí misma en Le camion (1977). Esta película se filmó 7 años después de Wanda y tres años después de Je, tu, il, elle de Chantal Akerman.
Todas estas películas fueron protagonizadas por sus directoras, todas tratan de historias sobre mujeres. Je, tu, il, elle muestra a una joven que, tras permanecer enclaustrada en un pequeño departamento por alrededor de un mes, mientras escribe cartas y come azúcar, decide emprender un viaje del que no sabemos nada. Viaja con un camionero, beben, comen, ella lo masturba y después escucha el monólogo más o menos previsible de su masculinidad. La joven llega a su destino y el camionero desaparece, acabada su función en la película.
Toca la puerta de una antigua amante. Inmediatamente ella le dice que no se puede quedar a pasar la noche. Entonces la joven, en lugar de manifestar directamente su deseo, le pide algo de comer y se sienta a la mesa, luego algo de beber y ella le sirve. Después hacen el amor sobre una cama tan grande como la pieza en la que juegan, miden sus fuerzas, se frotan y aprietan, se retuercen y besan, acariciándose la cabeza.
Le camion, por otro lado, es la historia de Duras y Gérard Depardieu. Sentados a la mesa leen el guión de una próxima película. Sin el primer o tercer acto de Je, tu, il, elle, Le camion se centra en el viaje de una mujer desclasada, que presumiblemente se ha escapado del manicomio. En este viaje por la costanera, la película dentro de la película es un diálogo análogo al diálogo entre Depardieu y Duras, que discurren sobre la libertad, los privilegios de clase, el individuo y la mujer en una escena discursiva e intelectual más amplia que la inmediatez del recorrido, entre un punto cualquiera de la cartografía de Francia y otro.
Allí donde Je, tu, il, elle muestra a una mujer segura de sí misma y su deseo, allí donde Le camion dibuja a una mujer dueña de su saber y sus palabras, Wanda ofrece una imagen contraria, a contrapelo de esa versión de la historia de las mujeres: una mujer insegura, que no sabe nada y que es inútil para todo. Una subjetividad apenas, que existe apenas en el vagabundaje, que tras salir de su casa, tras salir de los tribunales, en términos amplios, de las instituciones sociales, está como lanzada a la deriva.

589

La forma del haiku, por otro lado, encuentra sus raíces en la introducción del poema encadenado o renga, una especie de poesía que se escribía entre dos o más poetas. Los poemas encadenados del renga se componían por turnos, siguiendo estructuras de tres versos de 17 sílabas (5-7-5) y de dos versos de 14 sílabas (7-7). Cada poema se entrelazaba con el otro de distintas maneras, a partir de las imágenes representadas, asociaciones o juegos de palabras. Con el tiempo, estos poemas encadenados derivaron en dos estilos en la tradición del renga: primero, el que seguía reglas formales y trataba asuntos “graves” o “serios” con un lenguaje refinado; y segundo, un estilo formalmente menos riguroso y de tono más popular, conocido como haikai-no-renga, cuyo impulsor de mayor renombre en Occidente fue Basho.
De este último estilo habría nacido la forma de 17 sílabas distribuidas en 3 versos (5-7-5) conocida como haiku.