Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ ver

Abren los arbustos sus ramas para acompañar el paso del viento. Animales pequeños le siguen. Adheridas a su pelaje, transportadas por el viento, semillas y esporas se unen a la caravana. Muchas semillas van a dar a un suelo demasiado seco o demasiado húmedo, otras hunden su brazo en la tierra y crecen arbustos en el sendero.
Vistos desde las alturas próximas, simulan a la gran serpiente, que el movimiento agitado de las ramas hace visible como una amenaza: no interrumpas el camino del animal mítico, no quieras ver aquello que es invisible; pero la ciudad crece con las semillas, todo parece al alcance de la mano.
Ayer, durante halasana, la postura del arado -el peso del cuerpo depositado en la parte superior de la espalda, el cuello y los hombros formando una base triangular, las piernas sobre la cabeza hasta el suelo- sentí la apertura del pecho. Fue una apertura tanto física, de los huesos y los músculos, como de la memoria. La apertura a un recuerdo difuso o, más bien, a una sensación olvidada, de seguridad y calma.
Hoy. Hablamos con la mamá por teléfono, de la pandemia y la representación bienintencionada de la violencia en la tele. Luego, del humedal de La Chimba en Antofagasta, de los animales endémicos de la zona, diminutos caracoles y arañas, como murmurados al desierto. De las aves que en sus viajes migratorios bajan al humedal a descansar y alimentarse. De otros pájaros vistos por la ventana, de los que apenas sabemos sus nombres, pero son siempre una sorpresa, un regalo íntimo que atesoramos y compartimos.

988

Hoy recordé
El siguiente poema
Del Bosque Zen:

"Una luna
En cada charco;
En cada charco
La luna".

Al ver frente al blanco
Palacio de La Moneda el carro
Lanzaaguas blanco.

987

En “Nos han dado la tierra” de Juan Rulfo leo:
“Somos cuatro. Hace rato como a eso de las once
éramos veintitantos; pero puñito a puñito se han ido
desperdigando hasta quedar nada más este nudo
que somos nosotros”. Hace rato había estado viendo
en Google Maps el lugar que ocupo en el mundo
(un punto aproximado en ese mapa es mi lugar en el mundo),
rodeado por líneas punteadas que representan calles,
puentes, autopistas, límites comunales, regionales,
largos ríos quebradizos y fronteras. Así como algún
punto del mapa señala el lugar aproximado de mi cuerpo,
otros indican esos puñitos, puñados, nudos de mujeres,
hombres jóvenes y viejos, en los puntos de ilegalidad
que dibujan las líneas de las naciones.

971

Levanto la cabeza del computador y veo la algarabía de las moscas que me rodean.
Digo: las moscas que me rodean, como si fuera yo el centro de su mundo satelital.
Miro nuevamente y allí estamos juntos: revoloteando ellas y moviéndome yo, a mi propio ritmo.

945

Escucho el aleteo de las palomas y giro la cabeza.
Veo el reflejo de su vuelo en la ventana, sobre la malla de metal de la jaula que las atrapa.
Esta imagen dura un segundo.
Un segundo tardo en ver la estructura metálica de las ventanas del alto edificio en frente, reflejado también en esta ventana.
Pero no toda jaula es aparente.

938

Al despertar, sentado sobre la cama, veo en la pared las líneas de pintura craquelada, sus formas y patrones:
rayo – tormenta
raíz – micorriza
ola - mar.
El sol, que choca con el muro exterior sobre el marco de la ventana, proyecta luz y sombra en la pared.
Forma y patrón, luz y sombra son la materia del mundo aquí dentro.

936

Todo
Lo que veo
Y dejo
De ver

Todo
Lo que veo
Y dejo.

929

¿Por qué una imagen debería hundirse?

Sin peso, las imágenes son sutiles, gaseosas; las palabras: cáscaras, láminas. Juntas: un aparato sagrado que olvidó el peso
de un cuerpo muerto.

Un cuerpo muerto. Pocas veces vemos un cuerpo muerto,
sino cifras, bajas, datos / políticas
de la muerte, discursos

sobre el bienestar,

que ocultan los cuerpos,

su peso / su capacidad de hundirse.

914

Hoy al ver a una mujer con un cabestrillo
recordé que cuando niño caí encima de otro
niño y mi cuerpo quebró su brazo en dos
mi mamá me obligó luego a visitarlo
y llevarle un cabestrillo blanco para su brazo
traté después de recordar sus gritos de dolor
pero no lo conseguí. Recordé sin embargo otra
cosa: que me agradecieron por ir a presentarle
mis respetos al cuerpo muerto de la tía muerta.

879

De noche
El centinela
Ve llegar la mañana

Una flor negra
Que abre sus pétalos
Uno a uno.

878

“Filología es ese honorable arte que exige de quien lo cultiva sobre todo una cosa, distanciarse, darse tiempo, hacerse silencioso, volverse lento, es el arte y la pericia del orfebre, que debe realizar un trabajo finísimo y atento y no dar por alcanzado nada que no se haya alcanzado lentamente”.
Termino de leer esta cita de Nietzsche y levanto la cabeza: veo los brazos de la enredadera que se extienden, durante meses, para alcanzar su objeto inalcanzable.

875

En los sueños la casa familiar es un conjunto sin fin de habitaciones adheridas unas a otras sin mayor concierto ni consideración por las restricciones del espacio, otras veces un largo pasillo de muchas puertas, fragmentos materiales, en ocasiones, escombros de lecturas, del amor, del trauma, escombros del cariño y la violencia. Hoy despierto sobre mi cama, me levanto con más o menos fuerza que ayer o mañana, me ducho y salgo a la calle. Veo, a lo lejos, una polvareda.

856

En medio del sueño, en medio / de la tarde –las cortinas abiertas (los ojos entrecerrados) para que la luz entre– veo caer la nieve. Blanca, cenicienta, sobre cada cosa.
Me elevo de la cama y levito hasta la ventana, enamorado de la nieve y todo lo que toca.

El barullo de la calle me despierta, los gritos de la calle / me despiertan, los disparos, / el fuego; / la ceniza del árbol viejo que transporta el viento y llena el aire a la falda del cerro.

851

Es fácil ponerse sentimental, épico, simular el ceño intelectual que proyecta sus deseos en la movilización y su fuerza, referirlas al pasado o a un hipotético futuro en el que el poder es incontrarrestable. Simular / el rictus del periodista integrado que ve en el uso de la tecnología un arma contra la violencia y ratifica, de paso, la retórica cursi de los valores de la familia y la solidaridad. Ante las palabras –hoy agujereadas– solo queda poner el poco de cuerpo que resta.
P., me dijo: hoy yo me siento una delincuente más.

844

Veo capas
alineadas
con la línea
del ojo

las hojas
del plátano
oriental

sus frutos
y vilanos

un brote
de nubes
en el cielo

veo líneas
sobre un plano
luminoso

cuando
todo pasa

de inmediato
inadvertido.

842

Capas de sonido. Pájaros. Gorriones, tordos, chincoles. Máquinas. Autos que cruzan el camino que de antiguo rodea el cerro. El silbido opaco del computador. Se acoplan al sonido de otras máquinas de control, otras máquinas energéticas, a la máquina suave del cuerpo / débil del animal. Yo escucho estos ruidos, cantos que se enredan en una gran madeja gris y rosa. Veo de reojo sus sombras que se proyectan acá dentro, mientras leo: sin querer asir nada, sin querer incorporar nada.

840

La película fue estrenada casi un año antes del atentado a las Torres Gemelas. Luego de que dos aviones se estrellaran en el corazón de esas imágenes en las que el pasado siglo permanece intacto. Imágenes de una ciudad en la que una familia se forma, en la que los amigos se quedan, en la que los niños crecen, en la que la memoria de los domingos de verano en el Central Park es todavía un motivo de alegría.
Imágenes como estas, de la vida familiar, de la vida íntima, de la vida cotidiana, posteriormente, vinieron a colmar nuestra relación con lo visible. Todos participamos de este régimen de la nostalgia y la presentación de sí. Tras ese atentado (tras el atentado en el corazón de lo visible) se ha vivido un proceso de intensificación de la producción de imágenes y su procesamiento digital, un uso por el que se han despojado del vínculo familiar en la serialización, en la construcción de perfiles políticos y de consumo; imágenes utilizadas para nutrir el miedo a perder la vida, para nutrir discursos conservadores, alimentar la violencia de quien ve en el otro al enemigo.
Imágenes que en su proliferación (en su aluvión intolerable) ya no se dirigen a nadie, que nadie puede ver, pero que se encadenan con otras imágenes similares y se hacen partes integrantes de procesos políticos de reconocimiento e identificación. Imágenes destinadas a la acumulación de dinero y poder, a la especulación que sacude el sustento de una realidad superviviente a la imagen, ya como reverso, ya como referencia, ya como experiencia religiosa o familiar.
Son imágenes bellas, sin embargo, emocionantes, los últimos diecisiete minutos del milenio, que nos hacen sentir más humanos.

839

La película de Jonas Mekas fue estrenada en noviembre del año 2000. Utilizó en ella décadas de filmaciones de videos familiares y registros de audio, que van más o menos desde fines de la década del sesenta hasta los últimos minutos del año 1999. Dice que no pudo simplemente dejar de filmar. Que no es un cineasta sino alguien que filma, no un filmmaker, sino un filmer. Su trabajo no es tanto el producto de una deliberación como de una actitud de disponibilidad frente a las imágenes, frente a la memoria. En alguno de los momentos de esta larga película de casi cinco horas, les pregunta a sus hijos ya crecidos, en los últimos diecisiete minutos del milenio, si las imágenes que ha registrado de sus respectivas infancias coinciden con la vida que recuerdan. Son ellos, sin embargo, afirma, son ellos vistos por él, pero también es el recuerdo de su propia infancia el que ha filmado en las experiencias de esos niños que descubren el mundo.

836

Mientras veía la película (la vida) de Jonas Mekas: As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty; me asaltó la pregunta sobre cuál es –para mí, ¿cuál será?– la materia en la que en algún momento se impondrá el desorden armónico de las relaciones humanas. Aquellos materiales heterogéneos que mostrarán eventualmente la forma en que serán leídos, por mí y por otrxs.
¿Cuál es para mí –¿el diario?– ese soporte en el que sin pensarlo se inscriben y habitan las personas que he amado?