Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ siguiente

Sorprendidos por la sombra de la araña de rincón, tras no poder sacarla de la casa sin dañarla, escribimos juntxs el siguiente poema:

araña

dos versos de
cuatro patas.

988

Hoy recordé
El siguiente poema
Del Bosque Zen:

"Una luna
En cada charco;
En cada charco
La luna".

Al ver frente al blanco
Palacio de La Moneda el carro
Lanzaaguas blanco.

962

Desperté de mi sueño con la siguiente revelación:

Sé el cuerpo que espera
Porque siendo ese cuerpo
La espera acaba.

862

Anoche, mientras se acordaba la idea de una nueva constitución para Chile, se utilizó la metáfora de la "página en blanco" para dar cuenta del carácter radical del nuevo pacto. Hoy la Plaza Italia amaneció cubierta por una sábana blanca (una capa de nieve), así como el siguiente día hábil, luego del fin de semana del 18 de octubre, edificios estatales fueron pintados, como bancos y otras instituciones han sido pintadas y repintadas para cubrir rayados y otras imágenes.
Es difícil no leer la hoja en blanco, la sábana blanca, los muros pintados, como imágenes

854

Entre todas esas imágenes, una me ronda, persiste. Es 19 de octubre, camino rumbo a la Vega Central, es la mañana siguiente a la primera noche de toque de queda. Los “sin techo”, los alcohólicos, los desaforados, los locos, los hombres perdidos, continúan durmiendo en la Iglesia de la Recoleta Franciscana, en los dinteles de los edificios, bajo el puente, envueltos por sus pequeñas jaurías, sobre las bancas del Parque Forestal, con los zapatos como almohada y la mano en la entrepierna, agarrados de sus penes tibios como único abrigo. Esta imagen cotidiana me asalta otra vez, en esta mañana, tras despertar.
Estos hombres están fuera del horizonte político de la movilización.
Cuando se restringen las libertades de movimiento y reunión, estos hombres solitarios continúan durmiendo junto a sus perros, con las manos en sus penes tibios.

828

Hace una semana murió David Berman. Mi tía murió hace siete semanas. Tenían la misma edad.
Tres o dos días después de su muerte (y enterarme de sus causas), escuché una entrevista realizada en junio pasado en la que hablaba de Purple Mountains, su disco próximo, la próxima gira de promoción.
En la entrevista responde a cada pregunta con sinceridad, habla de su depresión con una honestidad vergonzosa.
Al día siguiente no tengo fuerzas; aun la más superficial interacción la siento como un ataque personal que me deja abatido. P., luego, de noche, me escucha y reconforta por el chat. La honestidad es antisocial. En algunos contextos, frente a los desconocidos, a quienes no pueden verte sino como la imagen de lo otro. Me preocupa este reconocimiento tras recordar mi honestidad frente a personas que recién conozco; en relación con mi sexualidad, con mis dolores y alegrías.
Hoy desperté y leí el libro de B., –el sueño es otro libro, que nunca acaba de comenzar, interrumpido por el sol–. Me emociona su lectura. Descubro en él la expresión de una vida calma, preocupada por su cuerpo que envejece y el ambiente en el que se desenvuelve, lleno de una sabiduría tibia y silenciosa que no por eso carece de voz. Es la voz de un cuerpo que nutre y educa los cuerpos de los que ama en un mundo estragado, como este en el que vivimos.
Recuerdo haber leído sobre el trabajo que realizó Juan Downey con los yanomami, caníbales endogámicos que, al morir sus cercanos, queman sus cuerpos en una pira y comen sus cenizas, como una forma de asegurar la inmortalidad de sus seres queridos. Todo cuerpo es, entonces, un hogar (el fuego en la palabra hogar), un edificio, una villa / un montón de otros cuerpos que participan del mundo a la manera de la masa.
No sé qué quiero decir. No hay nada definitivo en estas palabras sobre la muerte o el amor por los que mueren. Está bien.

765

Desperté en medio de la noche y apresurado balbuceé el siguiente sueño:
Caminaba por las calles con grandes trozos de grasa. Una grasa blanca y sólida. Me habían dado alguna droga y llevaba muy contento esos grandes trozos blancos y firmes. Volvía al hogar –el hogar es donde no se vive solo–. Sobre el refrigerador había una nota en la que me decían que habían ido a dar un paseo, pero volverían pronto. Yo escalé el refrigerador que era inmenso para quedarme en lo alto a contemplar la remota arquitectura de la cocina y el living. Bajé luego y me miré al espejo. La piel de mis brazos era quebradiza y violácea, tenía grandes moretones de vidrio por piel, en el dorso de las manos, en el pecho, en la frente. Me sacudí y cayeron pedazos del vitral de mi imagen al suelo. Este era un sentimiento de felicidad, estaba cambiando de piel. Me quedaba dormido después. Llegaron de vuelta cargando sus propios muertos. Acostado en la cama leía una nueva traducción de Moby Dick que tenía ciertas interrupciones del traductor, notas y glosas, largos poemas al final de los capítulos en los que reflexionaba sobre su oficio. Me tapaba la cara con el libro para no ver a esos fantasmas, también para no ser visto. Te acercabas a la cama tratando de quitar el libro de mi cara, me hablabas tranquilamente para despertarme por fin. Tú me acariciabas entonces la pierna, sentada más atrás, a los pies de la cama. Yo estaba enfermo y necesitaba toda esa atención. Esa era precisamente mi enfermedad.

633

Entre los escasos fragmentos que alcancé a escribir conservo los siguientes:

“Y el juego consiste en darle a los postes a pesar de que la noche es inminente o, por lo mismo, por tanta luz inútil, tanta luminaria y tanto camino iluminado. Sus nombres eran bíblicos: Zacarías, Saulo, Manuel, José. De alguna manera, yo soy todos ellos”.

“Ocho y media de la tarde, ni siquiera nueve. Hora del día, y era esto un consenso entre los niños perdidos para siempre el mes de junio de 1990, en que la sombra de una persona alcanzaba su mayor dimensión, especialmente en el solsticio de verano.
Saulo siempre fue el más alto de todos, lo seguían la Caty y la Olga, José, de menor edad, aún no alcanzaba un desarrollo satisfactorio, era más bien bajo. Saulo, por lo tanto, lograba abarcar una mayor extensión de terreno con su sombra. Con los brazos abiertos, se extendía calle abajo llegando al mar, o eso decía, a los mil años, cuando fuera un gigante.
El mundo no tiene sino doscientos a los once: por eso no andaban gigantes por la calle; a lo más un tipo de dos metros y tanto que habían visto por televisión: ‘¡El hombre más viejo del mundo!’ (y más alto), de una edad cercana a los ciento veinte. Desde aquí se desprendía que el ser humano (niñas y niños, todos), aproximadamente a los setenta u ochenta años de la formación del planeta, recién había proliferado. Antes, bajo la forma de animalejos diversos vagaba por los océanos. Las montañas no existían. Nunca se preocuparon de ellas. Eran un espejismo. No existe la distancia. Esto lo afirmaba Olga. José creía en cambio que el mar era lo que no existía. Una vez leyó que las ratas en transatlánticos arribaban a islas lejanas, caminaban por una crisneja, escalaban por las cadenas de las anclas, nadaban hasta un barco, partían. José decía que los marineros eran todos unas ratas; el mar, una forma especial de decir montañas (había muchas maneras de decir una misma cosa y eso lo aterraba). Las ratas venían de las montañas entonces. Él y toda su familia vivían en una ínsula. Su madre le recriminaba que leyera tanto: te vas a quedar ciego… Leer, concluyó, es malo para la vista.
Saulo, en cambio, afirmaba que era solo el sol lo que existió. ¿Y la lluvia?, a veces llueve en invierno o otoño… La lluvia no es sino otra forma del sol. El sol tiene dos formas extremas si más condensado o disperso. El sol es un círculo en el cielo y uno que baja subiendo de nuevo y para siempre. O dos anillos entrelazados, que giran. Todo el desarrollo del humano era explicado por el principio de giro perpetuo de dos anillos entrelazados.
Olga en realidad no creía en estas cosas, con el año y medio que le llevaba a Saulo tenía todo muy claro. El mundo era el mundo simplemente”.

“Y en el presente están todos muertos, perdidos sus cuerpos en algún lugar de la playa, arrastrados por los tumbos.
Ahí los veo emerger de entre el resto de los cuerpos de la fosa, entre esos brazos y torsos sin dueño, enverdecidos por el mar, el rostro de Saulo, la ropa de Zacarías, la mano que llevaba el reloj de Manuel todavía marcando el tiempo”.

“Que el planeta fuera plano o redondo, un disco flotante o cualquier otra de las teorías del resto, no fue nunca una de sus preocupaciones. La elipse que el sol dibujaba sobre el cielo como la de los astros menores o la luna; la curvatura de las nubes; el ineludible descender de los viajeros que es su ascender, recortados por el horizonte; la difícil imaginación del borde, juntura de mar y cielo; o la vez que subieron el cerro esperando ver la pared del mundo y solo descubrieron más y más cerros, otros convertidos montañas, planicies, pampas salares desierto bosques ciudades, costa, mar tomando altura y vuelta a dar con el primer hito, por el mismo camino, pasando fuera de la casa, repitiendo la ruta que soñaron. Podrían haber dicho: primera vez que emprenden aventura, primera vez sin supervisión, la primera de vuelo los padres, a no mediar la amplitud racionalista del rostro de la Olga, su ceño de inteligencia, las trenzas que disimulaban buenamente bajo un aspecto infantil, largas tardes al sol, prolongadas jornadas de observación atenta, incontables días e incontables noches de arduas evaluaciones del comportamiento de aquellos niñitos, niños que fueron sus amigos, sus enemigos, su familia; a no mediar su amor, sus casi dos años menos de juventud.
La redondez de la tierra, para Olga, la naturaleza de su acción, manifestaba su evidencia. Pudo deducir, sin mitologías, cada proceso y explicarles, de haber querido, el ineludible movimiento circular, indeterminado e infinito del mundo y sus estratos. Y más particularmente, que la sombra de una persona se alargaba tanto cuánto su relación con la orientación de la luz del sol se lo permitía y que –en un momento de su ciclo diario– la sombra coincidía con la altura exacta de sus cuerpos; que pasado el mediodía era el momento preciso para saber cuánto más crecidos estaban; que las ocho y media de la tarde durante el solsticio de verano era por completo una ilusión, un simulacro de sus futuras medidas; que incluso José podría ser más alto que todos si más cercano al crepúsculo vespertino se confrontaba con la sombra que Saulo proyectó a media tarde; que el ser humano no alcanza los mil años; que los cuerpos vuelven al mar, donde todo después se cierra”.

588

Según Hoffman, hasta el siglo XVI, casi toda la poesía escrita en japonés tomó la forma del tanka. El tanka es un poema corto de 5 versos que ocupa la siguiente estructura silábica: 5-7-5 y 7-7.
Usualmente, el tanka muestra dos imágenes complementarias a manera de espejos: en el primer espejo se refleja la naturaleza y, en el segundo, la figura del poeta.

390

20 de octubre.
Leo en el muro de Manuel la siguiente cita:
“Mi cuenco de mendigo
acepta hojas caídas”.
Taneda Santoka

La cuenca de Santiago está rodeada por la cordillera de los Andes, por la cordillera de la costa.

El ojo lo ve todo, pero no puede verse.

373

1 de octubre.
La ficción es la siguiente: el alba es aquel momento en el que es posible ver las continuidades entre las cosas, continuidades que el sol –según nuestra concepción diferencial del ser, del sentido, del tiempo y el espacio– cancela.
Las continuidades no desaparecen, son visibles para quien ve con los ojos del alba, quien todavía sueña o no despierta del todo, para quien ofrece la cara amable.

371

28 de septiembre.
Ser más arbitrario, yuxtaponer rabiosa, caprichosamente. El deseo no es por el sentido inanticipable, sino por la posibilidad de continuar escribiendo.

Me parece imposible expresar de manera simple aquello que deseo. No es un problema de estilo, es un problema de referencia, de denotación, de la relación entre el lenguaje y el mundo.

Hoy es el cumpleaños del padre. Pienso en enviarle de regalo un reloj con la siguiente inscripción: te devuelvo el tiempo.

281

Nos vemos con F., y llegamos a la siguiente conclusión luego de celebrar nuestro encuentro: solo el asombro nos permite enfrentar el mundo con alegría.

145

Ismael Xavier sobre Maya Deren: “…a su ataque lo denomino ataque vertical. Ese ataque es más fácil de entender si lo contrastamos con el ‘ataque horizontal’ característico del drama, que está dirigido al desarrollo, en una situación sencilla, que va de un sentimiento al siguiente”.

104

Matar definitivamente ese cuerpo que permanece como una dimensión agregada a las cosas.

Nos amamos y odiamos a través de las cosas, de los productos que consumimos. Queda entonces un montón de restos, un montón de basura a la mañana siguiente: Este es el vaso que recibió una boca, la ropa que cubrió un cuerpo, las sábanas que conservan su olor. Esta es la casa, el territorio en el que puedo reconstruir sus pasos: la manera en que un cuerpo ocupa el balcón, sobrepasado de luz, para volver a ese ámbito excesivo al que pertenece.

94

José Ricardo Ahumada Vásquez murió asesinado mientras marchaba por el frontis del edificio de la Democracia Cristiana el 27 de abril de 1973 en Santiago de Chile. La bala fue disparada desde los balcones del alto edificio y el obrero Ricardo Ahumada llevaba un libro en la mano, no un arma, sino un libro. Juan Pablo Jiménez murió de un disparo en la cabeza el 21 de febrero de 2013 en dependencias de la empresa Azeta, era presidente del Sindicato N°1 de trabajadores. Llevaba en sus manos un montón de documentos relacionados con su actividad sindical, al día siguiente tenía una audiencia para denunciar abusos laborales.

62

Por la tarde veo a los abuelos. Pedro está muy delgado y me cuenta sobre su aburrimiento, se jubiló tarde –hace tan solo dos años-. Pedro antes era una roca, un hombre fuertísimo que supo sacar adelante a dos familias al mismo tiempo, con una discreción impecable.
María atraviesa el patio como un fantasma sonriente. Desde que quedó sorda, decidió también quedarse muda. Ahora ambos viven en la casa del lado, pensando por las tardes qué deberían comer la mañana siguiente.