Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ tierra

616

Sobre el tronco la copa
los edificios más arriba
de vidrio y metal que multiplican el cielo

basura espacial orbita la Tierra
una estrella brilla
su luz penetra mi ojo.

551

El sol marca el cuerpo de bañistas y albañiles, penetra en las hojas de las plantas, modifica el color de las cosas, funde el plástico, quema el pasto. En la capa fotosensible de la tierra se imprime la luz y el tiempo.

538

Volamos sobre la costa, lo suficientemente alto como para imaginar la curvatura de la Tierra que se insinúa en el horizonte. Abajo la ciudad y su reflejo se pierden bajo las nubes (“cuerpo dentro de una sombra, las nubes silenciosas”).
De pronto una certeza: lo que quiero es “eso”, poder volver, tener un lugar disponible para volver.

488

Savasana

Recordé una calle inclinada en medio del desierto
o rodeada de cerros.
Recordé o imaginé
contra el cielo azul los pájaros negros que rondaban la cancha de tierra.
Luego el volantín negro
de bolsas de basura negra que los niños persiguen
porque, a veces, si el tiempo es favorable
la muerte es también un juego.

486

Savasana

Un pequeño cosquilleo sobre el pecho florido. Imagino
un animal más pequeño retozando allí en el pecho
la ampolleta encima lo ilumina todo
como buen sol bajo el que retoza como yo
recostado sobre la tierra.

446

Mientras riego las plantas que he olvidado por unos días, logro escuchar el sonido del agua penetrando la tierra seca.

418

El libro debe ser un largo poema interminable sobre la esperanza. En algún lugar de ese poema descansa el pedazo de tierra que nos sostiene.

389

19 de octubre.
Desde que comencé este ejercicio la salida del sol se ha adelantado alrededor de 10 minutos.

Ciertos miedos / a la tierra que estremece el suelo que nos sostiene, por ejemplo / la ofrecen de manera inusitada y hermosa.

383

12 de octubre.
El pedazo de tierra que nos sostiene.

Entre nosotros y la montaña están nuestras vidas, la actividad psíquica, los dominios del sueño y los discursos de la doxa. Soñamos la vibración blanca de la montaña pero esta permanece en frente con su oscuridad indescriptible.

377

5 de octubre.
“Pues de todos los seres que respiran y se arrastran sobre la tierra, no hay ninguno más desdichado que el hombre”.

346

día 29. ¿Qué es la montaña para mí? ¿Qué es la montaña para sí misma?
Entre la montaña y yo, media un haz de luces, tiempo, mi deseo de decir montaña para que, al decirlo, rompa la tierra, se eleve bajo tus pies.

339

día 22. La luz del sol se expande sobre la superficie de la tierra, velo invisible que descubre cada cosa.

338

día 21. Una última gota cae, hace visible la superficie de las cosas, el dolor que comparten. Aunque todo permanezca de pie, ya ha empezado a derrumbarse. La tierra es generosa.

336

día 19. Las grúas (de los edificios futuros, de vidas y muertes futuras) marcan el tiempo y el espacio, indican el cielo y la tierra.

211

En frente y a los costados, veo tras pequeñas ventanas la actividad de lxs vecinxs que descuelgan la ropa seca de los tendederos, barren los balcones o salen a fumar, todavía en pijamas, despeinados y, supongo, con la densidad olorosa de la noche impregnada en sus barbas y cabellos, la piel pegajosa. Son los cuerpos abatidos del domingo.
Una mujer mira los maceteros de su minúsculo jardín, huele la tierra húmeda y toca las hojas de las plantas para atisbar, quizás, la vida lenta que sobrevive a la vida que vivimos, más allá de las obligaciones familiares y los vaivenes de la economía.
Los árboles roncan cuando el viento arrecia, se cierra el cielo, las ventanas se cierran.

207

Recuerdo un sueño que tuve de niño. Estamos con el hermano en la sala de espera de un consultorio. Ninguno está enfermo, pero esperamos sentados en esas ásperas sillas color vino. Al frente la sala de examen, a la izquierda hacia el fondo está la puerta de salida que es asaltada por una bruma de luz que entra por el vidrio tras inundar la mañana. Antes, justo al lado de la silla en la que estoy sentado, hay un macetero lleno de tierra seca y brillosa, sin raíces. El hermano menor escarba esa tierra y encuentra una moneda fulgurosa como el sol de su rostro, corre hacia la calle por el pasillo y se funde con la bruma. Desesperado escarbo entonces la tierra y también encuentro, no una, sino incontables monedas que apenas puedo sostener entre las manos, con los bolsillos llenos. De pronto la puerta del pabellón se abre y aparece la mamá que me había estado buscando por siglos. Me obliga a dejar que esas monedas germinen en la sala de espera del consultorio, salimos a la calle y el día nos cubre.

200

Pocos días que recuerdo en los que fui –ahora pienso- feliz. Esa tarde en Concón cuando bebimos ron, oriné en el patio de la cabaña y robamos una planta luego de ganar algo de dinero en la calle tocando guitarra. Esa otra tarde cuando intentaste demostrar tus habilidades marciales y caíste, la noche que salimos a la calle a gritar por nuestro amor desaparecido en medio del parque Bustamante. O esa vez que bailamos el odio en calzoncillos, la madrugada en la que le arrebatamos un árbol a la tierra y lo metimos a la casa para imaginar la mitología de las raíces. Y también están esos otros momentos que me reservo, no por pudor, sino porque son inexplicables.

61

Almorzamos los cuatro –el padre escarba la tierra esperanzado en encontrar algo, la silla de la hermana ahora la ocupa el sobrino-. No es importante la comida –digamos que es solo pan-. Es difícil comenzar una conversación cualquiera, aunque solo hayamos hablado de cosas sin importancia en nuestras vidas. Todo se reduce a alguna inútil prueba de fuerzas entre mi hermano y yo por la descarada falta de educación del sobrino que come con las manos, desparramando la comida por el suelo. El comedor es una pequeña plaza entre la cocina y la televisión
La mamá manifiesta, como siempre, un cansancio sincero por nuestra actitud y habla de la responsabilidad de los hombres.
Afuera los vecinos, impregnados de espíritu navideño, beben desde anoche en los jardines de la cuadra.

11

Antes el patio era de tierra. El suelo del patio. Había un árbol. Bajo el árbol un par de perros muertos. Cuando ya fui lo suficientemente grande, enterré a alguno. Luego edificaron camas leñadoras sobre ellos y dormí. Tuve miedo. Cemento cubrió la tierra, baldosas que semejan un tablero de ajedrez: tonalidades de azul cubrieron el cemento.