Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ río

799

Hoy cambiaron el curso del río. La ciclovía inundada, las casas bajo los puentes inundadas. Hoy cambiaron el curso del río. Los cuerpos inundados se tambalean por la calle.

794

El agua pasa bajo el sauce, iluminada por la luz del sol, repite el movimiento de las hojas, que siguen el río, que siguen el viento.

775

Hoy, al despertar, abro la ventana y miro. De pronto un hombre sale desprendido del cerro, orina en su falda y parte. He visto estas apariciones extrañas salir también del Gran Sauce: hombres fantasmagóricos que nacen de su tronco oscuro o de entre las ramas que penden al ritmo del viento / de la corriente del Mapocho sobre la que cabalga un segundo río dorado en los veranos.
Caminan luego río arriba o escalan hacia la calle y se pierden entre la gente que va y viene entre sus casas y la Vega.

768

La arquitectura del Infierno es similar a la estructura geocéntrica del Paraíso.

Cuidar de las necesidades del cuerpo.
Atender a mis deseos.
Atender a quien esté inmediatamente cerca (el prójimo / absolutamente otro).
Cuidar a quienes me quieren y a quienes quiero.

El yo es el monte Purgatorio, su octava cornisa el Paraíso Terrenal, bañado por las aguas de dos ríos, el Leteo, que hace olvidar los pecados, y el Eunoé, que reaviva el recuerdo del bien cumplido.

763

Cibus, somnus, libido, per hunc circulum curritur. “El hambre, el sueño, el deseo, ese es el círculo en cuyo interior giramos” (Séneca. Epístola LXXVII).

Rodeamos la pista de aterrizaje como una gran ave rapaz a su huidiza presa.

Rompemos una nube. El sol proyecta la sombra del avión sobre esa otra sombra opaca.

Las nubes huyen de la ciudad para cubrir el bosque.

Carreteras, caminos, senderos que penetran la espesura conducen hacia el claro del bosque, de donde los animales huyen.

Volamos sobre el vellón de nubes. El cielo es el gran lomo de la blanca alpaca.

El cielo continúa en el río invertido. En el río, vemos el rostro del asombro y el espanto.

En el bosque, surcos por donde el humano ha abierto camino, claros donde deidades y daimones aparecen, donde nos sentimos arrojados e inermes, donde el animal viejo va a morir.

Rodeamos y rodeamos la pista de aterrizaje a la espera de que escampe. Mientras, miro las nubes lejanas y visualizo formas de animales gloriosos a los que temo y amo como a un padre muerto, proyecto mi ego sobre las nubes, creo ver a dios como un hombre desesperado por la soledad ve a dios en todas las cosas, el sol me toca tras sortear las nubes y el sagrado gran ojo de este pájaro de incontables ojos. Me vuelvo loco.
La voz del capitán interrumpe esta manía. Han autorizado una nueva aproximación a la pista de aterrizaje. El aire sube por las alas y descendemos.

Somos esa sombra que remonta los verdes cerros. Allá abajo, en algún claro, un animal mira al cielo con miedo y corre.

711

Avanza el mundo hacia su inmovilidad.

Mi sombra se extiende por el campo.

El río llega a la orilla.

Todo movimiento merece una justa reverencia.

665

Despierto o duermo
soy una calavera
blanca brillando en el espacio
exterior

de mis ojos
del agujero de mi boca
luz de estrellas

la trizadura
del cráneo es un río

en sus riberas
florece la vida.

621

Yo era un perro, me dijo C., un perro aullándole al río, en mi sueño, el agua era la luna perpleja y aullaba y ladraba al río y, por primera vez, dije la verdad.

603

Partir como parir:
El salmón que remonta el río hasta su muerte.
Ir a morir a los santuarios (práctica antigua del sintoísmo –religión nativa de Japón–) ubicados en las montañas: el lugar de donde la vida surge y resurge.

561

A la orilla del río un árbol crece de manera desorbitada, nacen de él hombres desnutridos y temibles, sin miedo a la muerte.

559

Hablamos del clima para llegar luego a otras materias, preguntas sobre mi bienestar y la salud de los parientes, buenas nuevas sobre los nietos nuevos, de quienes habla como yo de las plantas o los animales que atisbo libres en el río, con una atenta distancia por ver desplegarse la vida.
Hoy es la primera tarde más o menos fría del año en Santiago y hablamos del clima, en Antofagasta ha empezado también a refrescar.

448

Ayer me quedé dormido con la seguridad de no haber soñado nada hace mucho tiempo. Hoy desperté con la sensación de un sueño obstinado, pero no recuerdo nada más que pequeños fragmentos, cosas que caen, objetos apenas vistos tras un golpe de ojo, los restos de un naufragio (tratar de despertar).
No puedo otorgarle legibilidad a esos fragmentos, ligar cada una de esas cosas a la espera de un sentido narrable. No hay, como es sabido, nada detrás de cada uno de esos objetos fragmentados -ni el deseo de felicidad ni el miedo a perder aquello que llamamos propio-, sino una disposición inmotivada en el espacio de la memoria: el movimiento de las aguas que golpean el cuerpo y se abren para volver a reunirse más allá.
Recuerdo ciertas sentencias que nos ayudan a vivir:

“entramos y no entramos en el río pues somos y no somos” (el río);

“no solo estoy en mi cuerpo como el marinero en su nave”;

“every man is an island”;

y, también, un deseo: que vuelvan las nubes verdes a cubrir el territorio, como un (gran) “árbol solo que llega al mar”.

397

Sueño que nos bañamos en un río amplio, profundo, atardece. El agua que no vemos se divide cuando nos golpea para volver a unirse más allá, donde la noche comienza.

En el mismo río entramos y no entramos / pues somos y no somos los mismos.

Un cuerpo nunca es idéntico a sí mismo.

Hay un hombre durmiendo detrás de cada arbusto, detrás de cada cosa.

88

R., me escribe desde el río Puelo. Me cuenta de su viaje a la montaña junto a J. También que nos han extrañado y pregunta por nuestra casa. Le cuento que todavía no llegamos, recién mañana viajaremos, en bus, por largas horas a través de las montañas.
Concluyo: “No me he sentido muy bien últimamente. Tengo una crisis existencial por ahora, aburrimiento, spleen, vacío sincero. Debo pensar largamente en mí”.
Todo como si fuera lícito ser honesto con alguien.