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Tras un día o dos de permanecer callado o, más bien, sin poder decir una palabra, limpio la casa, limpio mi cuerpo, en silencio.

Pienso que este diario debería honrar esa incapacidad de decir que conduce a la práctica del cuidado y el oído.

Imagino, entonces, un libro. Un libro en el que cada hoja en blanco representa un día. Páginas blancas en las que los pájaros despliegan su canto y el viento golpea la ventana, en las que reverbera el murmullo humano.

En este libro, yo elijo de alguna manera reducir mi movimiento, consagrándolo al aseo del espacio en el que despierto, como, observo y escucho pues, después de uno o dos días, sé que no es necesario que diga nada.

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El rey de Lidia echó a la suerte el destino de la mitad de su pueblo frente a una gran carestía. Los lidios son conocidos -eso se dice- por ser el pueblo inventor del juego de los dados. Los primeros dados fueron hechos con huesos de tobillos de oveja u otros mamíferos, pues estos huesos -llamados astrágalos- son similares a un cubo, en el que inscribían figuras o puntos. La suma total de los puntos de un dado de seis caras es 21. La suma de sus caras opuestas siempre es siete: 1+6; 2+5; 3+4. Tanto la decisión del rey de los lidios como la asignación de valor a los signos en las caras del astrágalo son arbitrarias. Esto sabía el rey de Lidia, que "se puso al frente de aquellos a quienes la suerte hiciese quedar en su patria".

09/2025 _ Conoce más