Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ otro

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(“La madre, ¿no es acaso la única que no califica al niño, ni lo pone en una balanza?”).

Siento que cuestionan mi alegría –que no es la suya- de vivir la vida. Me dicen que soy amargo. Antes, de niño, cuando no supe el significado de la palabra, la mamá me llamaba "apático". Gracias a ella supe de esa palabra antes que otros niños; sin embargo no la entiendo, me causa pena que me diga eso.

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La vez que a los quince juntamos monedas, robamos tequila, compramos unas cervezas y bebimos con José. Al otro día quedaron cervezas que exageramos. El Tío las robó.

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Y se puso nervioso y feliz –practicó la propiedad privada, mi padre-. Como yo que tuve envidia, cogió el carro y jugó. Dispuso obstáculos a lo largo del patio. Sentado en un extremo, se preocupó de cuidadosamente conducir el carro hacia el otro extremo, su punto de partida. Fracasó. Chocó cada vez que tuvo que esquivar; dobló en sentido contrario siempre que debió doblar. Finalmente rio y yo reí. Nos miramos a la cara. Pensé que en mi risa había ternura.
Tal vez hubiéramos sido buenos amigos.