1176

Marta Elena Samatán -en Gabriela Mistral, campesina del valle de Elqui- reconoce en el archivo producido por Isolina Barraza una fuente importante para la elaboración de su libro. Escribe sobre el Archivo Gabrielino: “Ese enorme archivo -reunido a través de largos años y paulatinamente enriquecido con piezas valiosísimas- forma, en verdad, parte de su vida y por eso no se decide a desprenderse de él”. Habla Samatán de la vida de Isolina, no de Gabriela.
Durante el siglo XIX y gran parte del XX, un archivo era entendido como la acumulación natural u orgánica de documentos producidos por una persona “física o moral” fruto de sus actividades. Ese principio fundante –el respeto de los fondos-, que aseguraba la identidad de un fondo archivístico en la procedencia del conjunto de documentos, actualmente es entendido de manera más dinámica, pues la realidad y la práctica indican que un archivo -sea cual sea su ámbito- puede ser conformado por documentos de diversas procedencias y generado “tanto individual como comunitariamente”, en diversos momentos (Caroline Williams, citada por Marta Lucía Giraldo en Archivos vivos).
De todos modos, así como un documento en su acepción arqueológica es una huella humana, los archivos tienen un fuerte lazo con las vidas de quienes los producen pues el acto de acumular signos, finalmente, huellas, indicios y restos solo es posible cuando estamos vivos. Así imagino yo el diario. Así imagino la materia con la que se hacen los libros.