Sucede con cierta regularidad que la corteza oceánica se introduce bajo la corteza continental. Estos grandes movimientos liberan magmas y fluidos hidrotermales que ascienden por fisuras y grietas; minerales líquidos incandescentes que -en su camino de subida a la superficie de la tierra- se enfrían y cristalizan. A esas formaciones verticales se les llama filones, vetas y vetillas.
Como un modo de dar cuenta de tales vetas de escritura acumulada, hice un análisis de repeticiones de palabras por cada año del diario y clasifiqué luego cada una de sus entradas con las palabras resultantes: vetas que señalan otros depósitos minerales, otras estructuras verticales que atraviesan la horizontalidad del tiempo de la escritura del diario.

VETA ☷ poder

Un picaflor chico pasa volando y se pierde en la copa de un árbol. Es domingo, temprano en la mañana, y no puedo evitar pensar que es el espíritu del árbol que nos saluda. Como dije: es temprano, todavía tengo sueño.
Sorprendidos por la sombra de la araña de rincón, tras no poder sacarla de la casa sin dañarla, escribimos juntxs el siguiente poema:

araña

dos versos de
cuatro patas.
La escritura, su presencia, mi presencia se cuidan la una a la otra. Me cuido de reducir al máximo el ruido de mis pasos, practicar una presencia leve y respetuosa cuando duerme, que es la mayor parte del día. Hace un tiempo me había pasado que al verla en la calle a distancia, arrojada, tuve un sobrecogimiento: estaba allí, con toda la fragilidad de su cuerpo pequeño. Ayer me pasó cuando después de comer me hizo fiesta, se acercó simplemente para que la acariciara, y sentí algo que puedo llamar ternura. Entiendo que es muy difícil volver cuando se toma este camino: el camino del cuidado mutuo; pero también que no es necesario volver.

“Siento que tengo que permanecer en lo más alto de mí misma (…) y estar en el camino que me toca vivir (…). Aunque puede ser que un día me quede mirando fijo esa foto y ya nada más me haga salir de este hoyo (…). Puede pasar”.
Mónica Quezada

1991. Durante la Guerra del Golfo, un dron estadounidense captura imágenes de un soldado iraquí rindiéndose con las manos en alto ante la que pensaba era una nave pilotada. “Encontrar prisioneros de Guerra”, según Adam R. Fein, representante de la AAI Corp., “no era uno de los usos previstos” para sus drones, “pero estamos muy contentos de que también puedan llevar a cabo esa función” (Ted Shelsby. “Iraqi soldiers surrender to AAI's drones”. The Baltimore Sun, 2 de marzo de 1991).
Panguipulli, 5 de febrero, 2021
¿Qué decir?, ¿qué se puede decir -otra vez- frente al uso “desmedido” de la fuerza, de una institución que monopoliza la violencia y debe gestionarla?, ¿qué se puede decir cuando la retórica que sustenta dicho monopolio solo ve errores de procedimiento, responsabilidades individuales? Este asesinato -el de hoy / otra vez- es la reiteración de las consecuencias largamente documentadas de la criminalización, de la retórica de la guerra, que ve enemigxs allí donde unx (u otrx) se ve a sí mismx y sus semejantes. Ante la intensificación de las estrategias y tácticas represivas solo son esperables consecuencias que afectan la vida de las personas. Ninguna solución hay allí donde se reducen los problemas sociales y políticos al crimen (o su sospecha), cuando el crimen como concepto preexiste a toda infracción. El discurso represivo construye -ya lo sabemos- al otrx en enemigx pues sin enemigx todo su aparataje institucional se desploma. Hay un enemigx implacable, poderosx, esencialmente invencible, sin el cual toda institución represiva carece de sentido.
Pero el temor verdadero es siempre este: mirar a otrx y no poder verse a unx mismx.
Después de no poder encontrar objetos tan diversos como una antigua libreta de apuntes o un destornillador, temo un día levantarme en medio de la noche y no encontrar el espejo, colgado en el baño. Temo aún más mirar por la ventana y descubrir que mi reflejo ya no está, desaparecido el vidrio que aísla el departamento del frío en invierno, del calor en los veranos.
No tengo fotos de algunas personas que han muerto, ni de otras que también quise mucho, ninguna foto de mi infancia. Tengo recuerdos de fotografías que miré durante largo tiempo, reiteradas veces, por lo que creo que podría reconstruirlas, al menos en versiones sin detalles: mi hermana a los 3 o 4 años posando con traje de baño en la playa; mi hermano con el brazo enyesado y polera de Colo-Colo sonriendo con los labios apretados; yo a los 2 o 3 años con chaqueta azul y polera de hilo roja y líneas blancas en el parque japonés; lxs tres con mi hermana y un amigo, abrazados por la cintura frente a la cámara en el patio; mi mamá embarazada de mi hermana o de mí, vestida con una especie de camisón o vestido largo, mirando en dirección contraria al mar, a favor de las olas, seguramente, en El Trocadero.
El espiritismo era defendido como una ciencia pues si el conocimiento de la naturaleza podía alcanzar la composición del átomo, una realidad invisible (espiritual o fantasmagórica) era perfectamente lógica.
Tras un día o dos de permanecer callado o, más bien, sin poder decir una palabra, limpio la casa, limpio mi cuerpo, en silencio.

Pienso que este diario debería honrar esa incapacidad de decir que conduce a la práctica del cuidado y el oído.

Imagino, entonces, un libro. Un libro en el que cada hoja en blanco representa un día. Páginas blancas en las que los pájaros despliegan su canto y el viento golpea la ventana, en las que reverbera el murmullo humano.

En este libro, yo elijo de alguna manera reducir mi movimiento, consagrándolo al aseo del espacio en el que despierto, como, observo y escucho pues, después de uno o dos días, sé que no es necesario que diga nada.

975

Luego de hablar brevemente con mi papá, pienso que pronto debe jubilar. Vivir esa etapa transitoria. Comenzar a despojarse -entre otras cosas- del miedo ante el deterioro del cuerpo. Supongo que en algún momento aquella experiencia, que llamamos, a veces, simplemente, vida, se transforma en otra cosa. Quizás en un reconocimiento. La muerte está aquí, indisociable del cuerpo que recibe el calor del sol, el calor de otros cuerpos, la satisfacción de la comida y la bebida, el sentimiento amable de la comodidad, el placer sexual, el goce sensitivo que ofrece el viento, el olor del mar, el pasto o la primera lluvia del año. Todo aquello por lo que sonreímos, abrimos la boca, los ojos; las pupilas se dilatan, las manos se abren los brazos, extendemos la espalda, se tensan los músculos, transpiramos, se relajan; hablamos bajito o para adentro palabras amorosas. Pero luego tiembla la voz de tu padre al otro lado del teléfono, como la tuya a este extremo, y piensas que es difícil, porque nunca han sabido comunicarse de esta forma, pero lo intentan aunque no puedan el uno ni el otro decir lo que callan: es el cuerpo, su exultación, parte del miedo.

953

El enemigo puede ser la intervención extranjera, el narcoterrorismo, lxs estudiantes, trabajadorxs y desempleadxs o un virus. La referencia de ese enunciado: “el enemigo”, puede variar, su contenido carece de importancia, lo importante es que este enemigo sea implacable y sea poderoso.
El enemigo es la matriz de esos discursos (de la seguridad, el orden, la normalidad, el progreso), la garantía que valida sus aseveraciones sobre lo real.

Tres puntos:

El lenguaje no está separado de la realidad. La idea del enemigo sirve como argumento para justificar ciertas acciones (la persecución, el ejercicio performático de la fuerza, el encarcelamiento, la muerte) y no otras.

El enemigo es una matriz discursiva. Sin esta figura, se pondría en riesgo su concepción del mundo.

El de la guerra sin tiempo, del enemigo perpetuo (cf. Ruth Wilson Gilmore) es un discurso históricamente situable. No es la única alternativa frente a los problemas de la sociedad, la única realidad posible.

952

14.06.2020/14:17

Te pueden matar por el color de tu piel
Te pueden matar porque eres pobre
Te pueden matar por tus prácticas sexuales
Te pueden matar por tu sexo
Te pueden matar por tu género
Te pueden matar porque no eres valiosx
Te pueden matar porque no tienes dignidad
Te pueden matar porque no quieres ser como ellxs
Te pueden matar porque tu cuerpo coincide con tu deseo, pero no hay una palabra para decirlo
Te pueden matar por desobedecer
Te pueden matar por decir no.

950

Lo que llaman crisis -queriendo decir “cambio profundo” / “intensificación brusca” de una situación adversa- reflota la injusticia hecha cuerpo en la vida precaria. Son estas condiciones (de trabajo, de salud, de vivienda) los productos de una jerarquía social naturalizada en el mito del trabajo (duro). Se llama crisis a las condiciones que esta jerarquía social no puede sino alimentar pues son ellas su alimento. Federici, Rivera Cusicanqui, tantxs otrxs, lo han dicho: el capitalismo / el colonialismo es la crisis. No la excepción, sino la norma. En este sentido, la crisis es una herramienta de transformación de los poderes económicos.
En el lapso / en la grieta, frente a la que algo / alguien se detiene, ¿qué queda de nosotrxs?

913

Sábado 7 de marzo de 2020, Santiago de Chile.
Hoy ha muerto otro hombre y su muerte es inexplicable. Podemos establecer los hechos, su cronología, identificar al responsable directo, exigir la responsabilidad institucional, las responsabilidades políticas, pero la muerte de un hombre es inexplicable. Un hombre, una mujer, un cuerpo que se expone es más que un cuerpo, una vida tomada en esa exposición es más que una vida. No es el cuerpo que deja de respirar, es la vida que va más allá de sí misma y olvida su sobrevivencia. En su sentido irreductible, a eso se llama dignidad.

906

La desnudez imaginada del cuerpo. No se puede estar desnudo. Solo en la medida en que me convierto en imagen para otro: imagen de deseo, objeto de poder, de amor: imagen de fascinación.
Soy una imagen para otro, que arriesga en esa transformación la multiplicidad móvil de su cuerpo fílmico.

904

“La comprensión popular de la pornografía como grado cero de la representación se asienta sobre un principio sexotrascendental, que podríamos denominar ‘platonicismo espermático’, según el cual la eyaculación (y la muerte) es la única verdad (…): filmar ‘lo real’, la eyaculación, la muerte, en tiempo real, más aún, hacer coincidir ontocinemáticamente muerte y eyaculación. Lo propio de la pornografía dominante es producir la ilusión visual de la irrupción en lo real puro (…).
La hegemonía actual de la industria cultural no-pornográfica deriva de este axioma moral que hace de los órganos llamados sexuales (…) objetos extra-cinematográficos (…), cuyo valor de ‘verdad’ no puede ser absorbido por la representación y transformado en performance. Pero detrás de esta hegemonía se oculta el deseo de la industria cultural de afectar los centros tecnoorgánicos de la producción de la subjetividad (…) con la misma eficacia que lo hace la pornografía. La industria cultural es envidia del porno. La pornografía no es simplemente una industria cultural entre otras, sino más bien el paradigma de toda industria cultural. De modo particularmente límpido, la pornografía, con su circuito cerrado excitación-frustración-excitación-capital, ofrece la clave para comprender cualquier otro tipo de producción cultural postfordista”
Preciado. Testo yonqui, p. 182-183.

900

Algún conocido me dice que exagero, que las borraduras tienen otra explicación. Pero yo creo en verdad que no hay salida. Del lenguaje no se sale, aunque uno pueda moverse en las fisuras del mercado, evadir, luchar contra el lenguaje –forma sutil y hermosa de la violencia–.

895

El argumento general de la discontinuidad entre representación y realidad. El argumento de la opacidad de las imágenes funciona (cuando funciona / cuando es funcional) como una verdad que apunta a la desnaturalización de las relaciones entre lenguaje y mundo: relaciones tradicionalmente entendidas como indiciales, de referencia, de correspondencia, de semejanza, de identidad. Pero no todo se reduce a eso, al vínculo del signo con su objeto.

Es cierto. El lenguaje no es el mundo. Puede muy bien no referir, ser inefectivo en su relación de continuidad con la realidad (cuando se dice –de noche–: una hoja en blanco; no se dice, por ejemplo, alguna hoja blanca), pero el lenguaje –a pesar de su trivial arbitrariedad (que dice: la relación entre significante y significado es inmotivada, convencional)–, el lenguaje cubre el mundo.

Discontinua, arbitraria, esta distancia marca otra distancia ontológica: la ausencia de correspondencia entre hecho del lenguaje y hecho del mundo (una hoja no es una hoja / blanca), pero el lenguaje es el mundo de una vez por todas, aunque no se corresponda con él (una hoja en blanco es un gran manto / blanco, una sábana blanca). El lenguaje cae lento, atajado por el aire, sobre todos los cuerpos, los envuelve: nieve / que cae blanca sobre las cosas.

El lenguaje es uno con el mundo. No se le opone. No corresponde a una realidad abstracta, otra, por la que la brutalidad de los hechos (la brutalidad policial, por ejemplo) se imponga sin mediación, como violencia pura y natural.
Lenguaje versus mundo; realidad versus representación, imagen versus referente. Son distinciones teóricas, abstractas, fundadas en intereses políticos y económicos.